La jueza Valeria Vittori, del Tribunal Colegiado de Familia N° 7 de Rosario, admitió la adopción directa de un adolescente de 16 años a una pareja de mujeres con quien convive desde 2010. Hace siete años, cuando era un niño, decidió que quería vivir con ellas, una de las mujeres, enfermera de profesión, es su madrina y conoció a la madre del chico en el hospital donde era atendida por padecer problemas de salud mental.

Pese a que el nuevo Código Civil y Comercial prohíbe la entrega directa de un niño por parte de los progenitores o cualquiera de sus familiares, Vittori tuvo en consideración el interés superior del menor, su derecho a ser oído y a que su opinión sea tenida en cuenta, valorando la relación socio-afectiva previa entre los involucrados. Consideró “imposible soslayar” el hecho de que el adolescente convive hace 7 años con la pareja.

La magistrada destacó la “necesidad de preservar este ámbito nuclear como un modo de garantizar el cuidado y la estabilidad emocional del menor” y que el cambio de guarda “no puede sino constituir un perjuicio para el joven”.

En el fallo, la jueza hizo referencia al Anteproyecto del Código Civil y Comercial de la Nación, que contemplaba como excepción a la prohibición de la guarda directa “la existencia de un vínculo afectivo comprobable”. Dado que el afecto es un aspecto fundamental en el Derecho de Familia, y que para este caso la relación afectiva quedó acreditada por el testimonio de todos los familiares que formaron parte del proceso, Vittori destacó que el desconocimiento de su incidencia y centralidad en el desarrollo de las conflictivas familiares implicaría un abordaje tecnicista y normativista erróneo, en tanto nos alejaría de la toma de decisiones con justicia”.

En 2015 y con 13 años, el chico declaró ante la Justicia que quería ser adoptado por ambas mujeres, quienes cuidaron de él y de su madre, quien padece trastornos psicológicos. Cuando nació, su madre le pidió a la enfermera que fuera la madrina de su hijo. Y al momento empezó a ir a la escuela ellas eran quienes lo llevaban, lo retiraban y lo dejaban en su casa.

Con el tiempo comenzó a pasar los fines de semana con la pareja hasta que, a los 9 años, hizo saber que quería irse a vivir con sus tías. La decisión fue consensuada entre las tres mujeres y el niño se mudó y se cambió de colegio para mayor comodidad.

Desde un principio, todas las decisiones respecto al niño fueron tomadas en forma conjunta entre la madre y la pareja, quienes además mantienen una relación fluida. Durante el proceso de adopción, la madre del niño declaró estar de acuerdo con el trámite y contó que ella se encargó de criarlo hasta los 3 años y que después fue su madrina quien lo hizo. Actualmente, madre e hijo mantienen contacto los fines de semana.