Foto gentileza La Gaceta/Franco Vera

En medio del profundo dolor de su familia, fueron inhumados este sábado los restos de Benjamín Amaya, el pequeño de cuatro años que fue hallado colgado de un árbol del municipio tucumano de Las Talitas.

Decenas de personas, entre las que se encontraban una importante cantidad de niños, se congregaron en el cementerio municipal situado al noroeste de San Miguel de Tucumán para darle el adiós al niño, cuyo horroroso crimen sigue envuelto en el campo del misterio.

El velorio del pequeño se había llevado a cabo en la casa de su familia, en Las Talitas, y durante las horas en las que se se desarrolló la conmoción iba creciendo.

Durante el entierro, se hubieron llantos y personas descompuestas entre familiares del chico que desapareció de su casa el jueves último, y que fue encontrado horas más tardes colgado por el cuello de un puente.

El chico había quedado al cuidado de la abuela cuando desapareció mientras jugaba y fue encontrado por un familiar lejano en el descampado situado a unos 500 metros de su casa.

Tras el entierro, un grupo de vecinos de la zona provocó un incendio en el descampado en el que fue encontrado el chico, como un intento de protestar por la inseguridad en la zona y reclamar celeridad en los encargados de resolver el macabro caso.

La autopsia que se practicó al cuerpo del niño, según trascendió en la prensa local, indica que no fue abusado sexualmente y que su muerte se produjo por estrangulamiento.

Desde los primeros minutos de la investigación, los encargados del caso descartaron de plano la posibilidad de un suicidio.

«Entendemos que fue colgado por otra persona, seguramente mayor que él», manifestó el fiscal Alejandro López Isla, que instruye actuaciones por el hecho.

También se expresó en el mismo sentido en declaraciones que trascendieron en la prensa local, la perito psicóloga Silvia Morales, al marcar que «a esa edad, un niño ni siquiera concibe la muerte».