Por Gisela Gentile

Amar es revolucionario, frase que toma aún más valor cuando la colocamos en contextos donde el odio, el egoísmo y la estigmatización, son moneda corriente. Cuanto molesta que las personas sean libres, libres de amar, elegir y vivir de la manera que les brinde felicidad.

La vorágine en la cual estamos inmersos, nos sitúa en realidades que pasan muy rápidamente y que en muchos casos, ni tiempo nos da de comprender que hemos sido parte de hechos de la historia reciente.

Uno de ellos fue el que ocurriría un 15 de julio de 2010, día que se reconoció el derecho a matrimonio entre personas del mismo sexo a nivel nacional. El artículo 2 de la Ley 26.618 de Matrimonio Civil (2010) (conocida como la Ley de Matrimonio Igualitario) establece que «el matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos, con independencia de que los contrayentes sean del mismo o de diferente sexo».

Este gran acontecimiento marcó un antes y un después para miles de personas que pudieron acceder a diferentes derechos postergados y negados durante décadas, una lucha incansable de muchos colectivos que reclaman desde hace años, una sociedad con mayor equidad.

Esteban Paulón, actual director Ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas LGTB+ dialogó con Conclusión y reflexionó acerca de la importancia de dicha ley y de las conquistas que aún faltan concretar. “Lo primero que viene a mi mente en torno a los diez años de la ley de matrimonio igualitario es, por un lado, sentir que es un momento de celebración y alegría ya que significó mucho esfuerzo y trabajo haber recogido las banderas de un movimiento que venía haciendo historia desde hace muchos años. Nosotros desde la federación, entre 2005 y 2010, logramos liderar esa campaña por el derecho al matrimonio”.

El propio ejercicio que ha hecho el colectivo de esa ley, con más de 20.000 casamientos celebrados en estos años, realmente ha empujado a que la ley se transforme en un vector educativo a nivel social.

Un antes y un después en muchos aspectos, “la ley de matrimonio tuvo y tiene un efecto en la sociedad que va mucho más allá del paquete de derechos que otorga, tales como el acceso a la pensión, herencia, la comaternidad, copaternidad, adopción conjunta o cuidar a un familiar enfermo. El propio ejercicio que ha hecho el colectivo de esa ley, con más de 20.000 casamientos celebrados en estos años, realmente ha empujado a que la ley se transforme en un vector educativo a nivel social. Fue y es una ley que amplía derechos sin quitarle derechos a nadie, esto hace que tenga una gran fortaleza y robustez en la sociedad. En pocas palabras, lo que pasó hace una década, fue que un grupo de personas que no contábamos con los mismos derechos, pudimos ejercerlos, eso no le quita nada a nadie, sino que nos incluye y hace a una sociedad más democrática”.

Muchos de los cataclismos que se mencionaban hace diez años no ocurrieron, “de alguna manera eso demuestra que no hay que tenerle miedo a avanzar hacia la igualdad. Por ello, los sectores que se oponen se enfurecen tanto y pretenden que no salgan este tipo de leyes, porque se quedan sin argumentos para esgrimir”, enfatizó.

Vino a mostrar un colectivo que hasta ese momento estaba excluido, vulnerado y olvidado, como un actor político relevante.

Un recuerdo muy especial convertido en una feliz realidad. “En aquel momento muchos periodistas nos preguntaban si íbamos a casarnos, a lo cual contestaba que en ese momento no tenía pareja, y que no estaba militando por un derecho para mí, sino que era algo colectivo. Pero sin saberlo ese día en la plaza conocí a quien hoy es mi compañera, por ello para mí también significa algo muy especial esta fecha”. 

Hay una generación que nació con leyes conquistadas, lo que hace que efectivamente tengan un piso sobre el cual luchar.

Una ley que sacó a la luz muchas reivindicaciones postergadas y que forjó una generación nativa igualitaria. “Vino a mostrar un colectivo que hasta ese momento estaba excluido, vulnerado y olvidado, como un actor político relevante que pudo organizarse y visibilizarse en todo el país. Con nuestro propio accionar y  en el ejercicio de dicha ley, estamos educando a una generación para la igualdad e inclusión, de no discriminación, que venza la cultura de la vergüenza. Hay una generación que nació con leyes conquistadas, lo que hace que efectivamente tengan un piso sobre el cual luchar y trabajar en relación a los derechos que aún faltan”.

Debemos seguir trabando para que implemente la Ley de Educación Sexual Integral, accionar fuertemente en una la Ley Integral Trans, para que el derecho a la identidad de este colectivo no sea una mera expresión en el DNI.

“Hoy vemos como estos jóvenes de 14 y 15 años están «movilizades» en las calles luchando por sus derechos, activando en los centros de estudiantes, implementando el lenguaje inclusivo, expresando las identidades no binarias, planteando nuevas formas de vinculación y con una series de debates tan importantes, como la militancia sobre el aborto legal seguro y gratuito. Realmente es una generación que tiene una fuerza  impresionante, ya que se han criado y crecido en una sociedad en donde la igualdad, al menos en lo que tiene que ver con la orientación sexual y de género, ya es un derecho”.

Un camino de lucha que comenzó hace décadas y que lejos está de haber llegado a su fin, “aún falta mucho, ninguna ley termina con la discriminación, ni modifica las  condiciones profundas que generan la exclusión,  pero sin dudas es una herramienta muy importante con la cual contamos para ser visibles, para estar legitimados por el estado, para tener protección para nuestras familias y para seguir educando en la diversidad. Debemos seguir trabando para que implemente la Ley de Educación Sexual Integral, accionar fuertemente en una la Ley Integral Trans, para que el derecho a la identidad de este colectivo no sea una mera expresión en el DNI, sino que se transforme en un acceso real e igualitario al trabajo, la salud, vivienda, educación, para trabajar con la infancia trans, reparar el daños a las personas trans mayores y otros tantos desafíos”, concluyó.