Por Walter Graziano

Si hay una “pregunta del millón” en la economía argentina es cómo salir del pozo productivo y del desempleo. En los últimos años lo que hubo es una ausencia casi total de políticas económicas reales, el único argumento que las autoridades han mostrado es el “congelamiento” de la base monetaria. Nada más. Parte de la doctrina económica -la más ultraliberal- diría que ese es un condimento esencial para lograr no solo la estabilidad -que no se alcanzó- sino también un suculento crecimiento económico, del cual hoy estamos en las antípodas.

¿Qué nos diría entonces un economista clásico y ultraliberal? Muy sencillo: que no se hizo lo suficiente. Que el déficit fiscal entre déficit operativo y los intereses de la deuda externa llega al muy alto 5% del PBI, que si este déficit se cerrara empezaría, con cierto tiempo relativamente breve, a crecer la economía. Pues bien, huelga decir que si en las circunstancias que hoy hay se hace un ajuste de cinco puntos del PBI estaríamos no ya al borde del precipicio sino cayendo en él. Pero la cosa no cesa allí: un clásico ultraliberal de pura cepa debería admitir que ni la teoría ni la realidad diferencian entre un peso emitido por déficit del Tesoro, que un peso emitido por déficit del Banco Central. Vale decir que un ajuste liberal que se precie de tal no sólo debería incluir un muy contraproducente ajuste fiscal de 5% del PBI sino también un inmediato cese en el aún más alto déficit cuasifiscal del Banco Central, o sea lo que algunos economistas denominan equivocadamente “pagar las Leliq y los pases”.

¿Por qué equivocadamente? Porque las Leliq y los pases ya están “pagos” desde el mismo día que se constituyen. En otras palabras, forman parte de los pasivos monetarios del Banco Central y su diferencia con la base monetaria es en cierta medida caprichosa, dado que la única diferencia con la misma es que la base monetaria no devenga ni paga ningún interés mientras que las Leliq y los pases sí lo hacen, causando déficit: muy alto déficit. Allí cesa toda diferencia. Un buen economista clásico debería postular entonces que dado que hoy hay un elevadísimo déficit cuasifiscal, el Banco Central debería comunicarle a los bancos que a partir del día de hoy se deja de pagar interés por las Leliq y los pases, lo que significa que en un plazo relativamente breve los bancos tendrán que buscar un destino alternativo para los 1,3 billones que hoy tienen en Leliq y pases poniendo en movimiento así de forma muy veloz la turbina que es el mecanismo multiplicador del dinero, hoy en torno a 2,5, por lo que los 1,3 billones de Leliq y pases se transformarían en semanas en 3,25 billones de depósitos y circulante en el público.

¿Qué tasa de crecimiento del dinero significaría esto? Nada más y nada menos que un 85,5% de crecimiento en la cantidad de dinero (M3). O sea… la híper. Corta, pero híper al fin… Entonces, el camino ultraliberal ortodoxo clásico concluye en hiper recesión vía ajuste fiscal de 5% del PBI e hiperinflación vía crecimiento del 85,5% de la oferta monetaria en solo semanas. Como frutilla del postre, un posible default desordenado, porque nada indica que los dólares necesarios para pagar los intereses de la deuda externa estén disponibles en un contexto de caos recesivo e hiperinflacionario. Paradójico entonces, los ultraortodoxos que pronostican una híper la terminarían generando si aplicáramos las soluciones ortodoxas a ultranza que pregonan…¡para evitarla!

Dejemos entonces la ultraortodoxia y vayamos por caminos más realistas y potables que seguro nos irá mejor. Ello no implica abandonar totalmente las doctrinas liberales, sino sus excesos como -valga la comparación- lo que es la “Misa en latín” para la Iglesia católica hoy en día… Manos a la obra: no hay muchas formas de reactivar hoy la economía. Las opciones son cuatro: a) mayor consumo privado, b) mayor gasto público o baja de impuestos, c) mayor inversión, d) mayores exportaciones. Examinémoslas: Un mayor consumo privado depende centralmente de que aumenten los salarios y aumente el empleo privado. El Estado poco puede hacer para que aumente cualquiera de ambos. Puede ordenar, como se hizo, el pago de un bono extrasalarial o tomar medidas bajando impuestos o aportes patronales a las pyme. Pero, aún con un éxito inicial, es improbable que en el actual contexto pueda avanzarse de manera decisiva por este camino sin toparnos con la “restricción externa”, o sea, la falta de dólares para pagar la deuda o para importar. Cualquier aumento en el consumo incide de manera negativa en la balanza comercial por lo que por este camino -si se lo usa como el principal- tenemos poco recorrido.

Aumentando el gasto público o disminuyendo impuestos -como argumento principal- llegamos al mismo callejón sin salida que por el consumo privado. O sea, nos topamos con la restricción externa, pero con un agravante con respecto al consumo privado, ese agravante es que vamos a un mayor déficit fiscal, por lo que el faltante de dólares sería superior al que se materializaría intentando incidir sobre el consumo privado.

Un aumento de la inversión sería muy deseable. La misma se logra principalmente cuando hay una baja en las tasas de interés o cuando aumenta el consumo privado. Sin embargo, tomar este agregado como “motor principal” de una fuerte reactivación es inconducente dado que representa solo el 15%-18% del PBI, por lo que para que este sea el motor principal de la economía se necesitarían guarismos de crecimiento superiores al 25%. Dado que la capacidad ociosa en vastos sectores industriales es altísima, para que haya un efectivo crecimiento en la inversión es necesario que corra muchísima agua bajo el puente. Como se ve, este difícilmente sea la locomotora de crecimiento que Argentina necesita. Una fuerte baja en la tasa de interés luce muy necesaria. Pero lo más probable es que solo sirva para aliviar deudas y no para invertir más.

Nos queda la salida exportadora. Las exportaciones son en Argentina bajas en relación al PBI. Las manufacturas exportadas -sean agropecuarias o industriales- son especialmente bajas, siguiendo estancadas a pesar de todo el ajuste hecho en el tipo de cambio. Una mejor balanza comercial solo se ha logrado por ajuste de consumo e importaciones. Nada por el lado de manufacturas. Y ese es el punto especial a corregir si se quiere salir de esta crisis exportando. Para exportar más van a ser necesarias tres cosas: Primero, muy probablemente, un mayor tipo de cambio real. Este no ha sido suficiente para exportar más manufacturas ni -notablemente- servicios. Solo ha bastado para importar menos, lo que en sí mismo no reactiva. Para tener un mayor tipo de cambio real se puede recurrir al expediente del tipo de cambio. Y también a otros como los reembolsos de impuestos a las exportaciones o menores retenciones a las exportaciones industriales o de servicios. El segundo componente necesario para exportar más es que el tipo de cambio real alto sea estable en el tiempo. Con una tasa de inflación mayor al 10% anual el tipo de cambio real empieza a sufrir sacudones que ahuyentan la locación de recursos económicos para producir con destino a exportar porque el tipo de cambio real es un componente central de la salida exportadora, y sus posibles sacudones hacia arriba y abajo producen grandes cambios en la rentabilidad del negocio exportador, por lo que las exportaciones se paralizan cuando esto ocurre, como bien lo muestra la citada chatura de las exportaciones manufactureras argentinas. Finalmente, el tercer componente es una baja tasa de interés nominal y real. Este es el mejor antídoto contra el ingreso indeseado de capitales golondrina, la mejor manera de mantener un tipo de cambio real alto y también la forma de obtener recursos para el capital de giro del negocio exportador.

Ya tenemos el camino entonces: Un tipo de cambio real alto y estable, junto con una baja tasa de interés aumentan fuertemente las exportaciones. Las empresas exportadoras contratan más personal y pagan más impuestos y salarios. El aumento en el empleo y los salarios de la exportación aumenta el consumo privado, mientras que el pago de más impuestos ayuda a cerrar el déficit fiscal. La capacidad instalada se va utilizando cada vez más como consecuencia de este proceso, hasta que la inversión vuelve a manar como petróleo saliendo de un nuevo pozo, causando más exportaciones, más empleo y más pago de impuestos. La rueda vuelve a girar…¿Tan difícil es hacerlo?. No. Es como una receta de cocina. Un buen ministro es solo un buen cocinero. Tiene que conocer a fondo los ingredientes, como combinarlos y tener un buen “timing” en los tiempos de cocción.

Walter Graziano y Asociados
macroeconomía – finanzas –
inversiones – situación política –
charlas individuales o en empresas

we speak english – viajamos al interior

[email protected]

Fuente: ambito.com