«Digo que mis cantos son para los unos… sonidos y para otros… intención»

Nacido con el siglo, Arturo Jauretche es uno de los testigos más sagaces que tiene el país desde los últimos cuarenta años. Soldado en la revolución del 33 en El Paso de los Libres, poeta que cantó esa patriada, fundador de FORJA, acuñador de felices expresiones incorporadas al lenguaje popular de la política, pensador y fecundador de ideas en una Argentina esterilizada por la oligarquía, Jauretche, a la edad en que los hombres se tornan cautelosos y prudentes, sigue empeñado en demoler los mitos que perturban la comprensión de la Argentina real.

Con su estilo coloquial, que alguno dirá plebeyo, nutrido en las vertientes más profundas del idioma hablado por los argentinos, resultó, sin proponérselo, un escritor clásico, quizá el último clásico argentino creador de una literatura política que se creía extinguida y cuya filiación habría que buscarla en Balestra, Mansilla y Sarmiento.

Así lo ven las últimas generaciones de argentinos para quienes es el maestro; en este entendimiento los más diversos matices del pensamiento político nacional rodearon su persona en un homenaje reciente, cuya trascendencia previsible, lo transformó en un acontecimiento nacional.

Este sello editorial, al presentar hoy El medio pelo en la Sociedad Argentina (Apuntes para una sociología nacional), siente la honda satisfacción de hacerlo con un autor cuya voz ha tenido siempre particular resonancia en todos los medios de la vida nacional. A las formas de la sociología académica, opone Jauretche una visión sociológica nacida de la vasta experiencia personal y de su percepción de un sector social del país que no había sido debidamente estudiado. Su sonrisa es filosa y piadosa a la vez y lo contagioso de su humor vital no es una de sus menores virtudes como escritor. (eL oRTIBA)

EL «PROGRESO INDEFINIDO»… Y SUS LÍMITES

Las generaciones que se propusieron el «progreso indefinido», y lo fundaron en el exclusivo desarrollo agropecuario, actuaron como si estuviesen en presencia de un horizonte cuyos límites fugan delante del que marcha. Fueron congruentes con el pensamiento filosófico de la época, como el personaje de la zarzuela: «hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad». La superstición cientificista se alimentaba de una gran simplicidad que suponía que entre la lente del microscopio y la del telescopio podía caber todo el universo. Pero mayor simplicidad fue ignorar que el límite de la expansión económica agropecuaria estaba dado por la extensión de las pampas, su fertilidad y la curva de las precipitaciones pluviales.
Mucho más adelante este límite podría ser trascendido corriendo la lana más al sur y al oeste o con la aparición de los sorgos, ampliando la zona agrícola-ganadera hacia tierras entonces consideradas semiáridas, o con la diversificación de la producción agraria en los regadíos o en las zonas tropicales y subtropicales, pero se haría para satisfacción de otros mercados, particularmente el interno al crecer, y esto estaba fuera del presupuesto del «progreso indefinido», que consistía en el intercambio cereal-carne por manufacturas.
También estaba fuera de ese presupuesto la relativa ampliación del espacio pampeano en sentido vertical, agregando algún pisito a la producción, por el mejor manejo de tierras, su abono, o por la aplicación a la genética al cereal de lo que ya se hacía con el refinamiento de las haciendas. En cambio estaba a la vista la disminución de la producción de cereales, inevitable por la erosión o el desgaste de los suelos en sucesivas cosechas expoliadoras y la inmovilización de gran parte de la todavía zona cerealera al convertirse en alfalfares destinados a la invernada de haciendas.
Los límites de ese progreso estaban marcados por la geografía; una vez ocupado el espacio de la pampa húmeda se habría llegado al tope de las posibilidades de la producción previsible para el intercambio con la metrópoli, en cuanto a la cantidad.

Richard Cobden

RELACIÓN DE LOS TÉRMINOS DEL INTERCAMBIO

En cuanto al precio, el error es más comprensible: todavía la ciencia económica no había esclarecido eso de «la relación adversa de los términos del intercambio», que consiste, simplemente, en saber que el proceso de transformación de la materia prima va incorporando costos a la misma y que éstos son absorbidos, en las distintas etapas de la transformación, por el salario y el capital del país donde se industrializa, de manera tal que las materias primas, en cuanto productoras de riqueza, sólo benefician en la primera etapa al país que las produce y exporta en bruto, mientras se le incorporan riqueza en cada etapa de la transformación, en el país que las transforma.

Así, al que exporta hierro o lana sólo le queda lo correspondiente a la producción minera o ganadera, mientras que el proceso que va del hierro o la lana a la máquina o el traje va dejando, en el país que importa la materia prima, todos los costos de las sucesivas modificaciones, a los que se incorporan los costos de los instrumentos utilizados, desde el transporte y el seguro, a la remota labor de los que preparan las máquinas usadas en la transformación, sumados a la transformación misma. Con esto quiero decir que la valorización primaria es la única que beneficia al país productor de la materia, mientras que el país transformador incorpora los aumentos, o las economías originadas por el desarrollo técnico, a la capacidad de su propio mercado. Así, si a principios de siglo equis kilos de lana permiten comprar una locomotora, treinta años después hacen falta cinco o seisveces más de lana para el mismo cambio, pues, en el mejor de los casos, el aumento del valor absoluto de la lana es un aumento que no compensa los innumerables aumentos correspondientes a los innumerables momentos de la transformación. Esta aclaración no es exactamente técnica, pero permite dar una idea al profano de en qué consiste ese enunciado un poco misterioso «de la relación adversa de los términos del intercambio»).
La estadística al respecto nos puede ilustrar con precisión. Los índices usados traducen la capacidad adquisitiva de 100 unidades de materias primas respecto de los productos manufacturados.

Años Índices
(1958 = 100)
1876/1880 ………………………….. 147
1901/1910 ………………………….. 132
1930 …………………………………… 105
1938 …………………………………… 100

Pero cuando se trata de las materias primas que produce la Argentina la situación se hace mucho más onerosa. Así la relación de precios del intercambio de la Argentina, según la CEPAL («El Desarrollo Económico de la Argentina», México, 1959, T. I, pág. 20), evoluciona en la siguiente forma:

Año Índice
1949 …………………………….. 143,8
1953 …………………………….. 100
1957 …………………………….. 72,5

Lo que significa que en 10 años el poder adquisitivo de la materia prima argentina en producto industrial importado ha disminuido al filo de la mitad.

GRAN BRETAÑA JUEGA SUS CARTAS

Ahora, dejando a los miopes conviene señalar a quién los condujo con su vista larga, porque siempre junto al ciego hay un lazarillo que lo guía, como el de Tormes, contra el guardacantón.
El progreso agropecuario argentino se iba realizando a medida que el país encajaba como la pieza de un puzzle en la organización económica buscada por el Imperio Británico con su avanzada ideológica: la doctrina manchesteriana.

Si en un principio el Río de la Plata fue considerado por la política de Gran Bretaña como una de las tantas plazas comerciales ultramarinas interesantes al comercio de Su Majestad, el pensamiento se completó después en la fórmula de Cobden (Inglaterra será el taller del mundo y la América del Sur su granja) precisada luego en la conformación exclusivamente agrícola-ganadera que hizo de nuestro país lo que Raúl Scalabrini Ortiz ha llamado «base y arma del abastecimiento británico».

Bastará para señalar lo acertado de esta afirmación leer las instrucciones que da Churchill —ya en nuestros días— a Lord Halifax al encargarle las negociaciones para la intervención norteamericana en la última guerra («Memorias de Winston Churchill», Tomo VIII Ed. Boston): «Por otra parte nosotros seguimos la línea de EE.UU., en Sud América, tanto como es posible, en cuanto no sea cuestión de carne de vaca o carnero». La expresión de Cobden, América del Sud, se concreta de manera precisa: Río de la Plata. Si aquí Scalabrini Ortiz acuñaba su frase, allá Churchill la ratificaba.

El gran ministro británico lo hacía en el momento más dramático de la historia inglesa, cuando ya no el Imperio sino la misma metrópoli estaba al borde del derrumbe del que sólo podía sacarla el éxito de la misión encomendada; en ese momento toda la América del Sur podía ser objeto de negociación con la metrópoli del Norte, toda, menos el Río de la Plata.

OBRAS DEL MISMO AUTOR
El Paso de los Libres. Prólogo de Jorge Luis Borges Buenos Aires 1934.
El Paso de los Libres. Segunda edición. Prólogo de Jorge Abelardo Ramos. Ediciones Coyoacán, Buenos Aires 1960.
El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje. Ediciones «El 45», Buenos Aires 1955.
Los Profetas del Odio. Ediciones Trafac, Buenos Aires, 1957.
Los Profetas del Odio. Segunda edición. Ediciones Trafac, 1957.
Ejército y Política. Suplemento de la Revista «QUE», Buenos Aires, 1958.
Política Nacional y Revisionismo Histórico.Colección La Siringa. A Peña Lillo editor. Buenos Aires 1959.
Prosa de Hacha y Tiza. Ediciones Coyoacán, Buenos Aires 1960.
Forja y la Década Infame. Ediciones Coyoacán, Buenos Aires 1962.
Filo, Contrafilo y Punta. Ediciones Pampa y Cielo, Buenos Aires, 1964.

1ª. Edición Noviembre 1966 ; 2ª. Edición Diciembre 1966; 3ª. Edición Diciembre 1966; 4ª. Edición Enero 1967.

Impreso en la Argentina. Se terminó de imprimir la presente edición en los Talleres Gráficos ORESTES S.R.L, Gascón 274, Capital Federal, en el mes de Febrero de 1967.