Según datos publicados por la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico, Cammesa, correspondientes al mes de marzo de 2017, la demanda de energía eléctrica en los sectores comercial, e industrial/comercial grande, bajó un dos por ciento en este primer trimestre, en comparación con igual período de 2016.

Cabe recordar que en marzo del año pasado la demanda se había desplomado un 9,4% interanualmente. Si hemos de comparar marzo de 2017 con el mismo mes de 2015, se observa en realidad una caída del 4,3%.

Desindustrialización

El desplome de la demanda industrial y de grandes comercios está en sintonía con el proceso de hiperdesindustrialización y reprimarización económica, iniciado a partir de diciembre de 2015 y que no detiene su marcha; por el contrario, se profundiza. En este sentido surge una pregunta, a propósito de la visita del Presidente Mauricio Macri a EE.UU. en busca de inversiones energéticas: Si la Argentina se está quedando sin mercado interno, sin industrias ni comercios, entonces, ¿Inversiones para qué, para quiénes? O será que, si vienen, habrá de ser para volver a llevarse nuestras riquezas, dejándonos una vez más sin nada, empobrecidos y en el más espantoso subdesarrollo?.

Como se aprecia en uno de los gráficos que acompaña esta nota, pasó del 1% de caída entre el primer trimestre de 2016 respecto de 2015, al 2% en la comparación interanual del mismo período para 2017. Dicho desplome, medido en toda su dimensión, arroja una retracción del 3% entre el primer trimestre del último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y el del segundo año de Mauricio Macri.

Conclusiones

Como conclusión, se puede decir que una economía que prioriza el tradicional modelo agro-energético exportador, precisa muchísima menos energía (y en ella, energía eléctrica) que un modelo industrial y productivo, tendiente a su modernización estructural y una redistribución progresiva de rentas y riquezas. Tal afirmación no es exclusiva de las particularidades argentinas sino que se expresa en todos los países del globo.

Ninguna Nación que aspira a modernizar su economía -y en ella su aparato productivo, industrial y científico-tecnológico, con manufacturas y exportaciones de alto valor agregado, a la vez que mejorando la calidad de vida de la población en su conjunto- puede tomar las políticas energéticas que el macrismo viene tomando desde diciembre de 2015. Salvo que, por supuesto, el objetivo buscado sea retrotraer la Argentina a la época del Centenario (con suerte y viento de cola a favor), emporio del proyecto político conservador con el 99% de la población y más de dos tercios de las provincias excluidas.