Argentina sufre el mal de tener dos monedas sólo por las normas que exigen pagar y depositar en pesos. La gente ya decidió: la unidad de cuenta y moneda preferida es el dólar. Si las regulaciones estatales no lo impidieran utilizaríamos al dólar exclusivamente. El 75% de los activos financieros de los argentinos está en dólares. En América Latina, Panamá, Ecuador y El Salvador adoptaron la moneda preferida: el dólar. Los demás países emplean al dólar en muchas transacciones, hasta en varios casos intercambiando indistintamente la moneda local y el dólar. Por algo los bancos centrales de la región mantienen sus reservas en dólares.

Nos resignamos a aceptar el peso como moneda cuando los precios internos y los patrimonios están condicionados por la cotización del dólar. ¿Qué se necesita para abatir la inflación de golpe? Fijar el precio en pesos del dólar y no emitir pesos para el Gobierno y otros fines internos. Sólo cabría emitir contra la compra de divisas. Y contraer la emisión por el monto de la venta de dólares del BCRA. Una cotización fija del dólar conseguiría que los precios internos varíen al ritmo de los precios en el exterior y aumentar el valor de los patrimonios en la Argentina. La convertibilidad de un peso por dólar logró, durante 10 años, mínima inflación, elevados ingresos y los votos en las urnas. Ganamos competitividad y estabilidad institucional.

La regla monetaria recientemente anunciada por la actual conducción del BCRA coincide en parte con nuestra propuesta, en lo que hace a la emisión. Pero no modifica las expectativas respecto del valor del dólar de forma contundente. Por eso, es demasiado restrictiva para las actividades productivas y los patrimonios. Simplemente, si fijara el precio del dólar, contra pesos, en forma creíble, se abatirían las inquietudes de la paridad del dólar. La gente comprobaría diariamente el compromiso de las autoridades de sostenerlo. Las tasas de interés bajarían sustancialmente, en consonancia con la rentabilidad esperada en moneda dura. En cambio, la amplia banda de y tímida intervención para compra y venta del dólar aviva la angustia, exigiendo rendimientos siderales en pesos. El valor de reconocer los deseos de la gente es central para la conformidad de las personas. En contraste, la imposición de una represión monetaria generará desencuentros y frustraciones.

Hace tiempo aprendimos a no confundir las herramientas económicas. Que para cada objetivo hay un instrumento. A separar las necesidades de financiar al Tesoro del cuidado del valor del peso. La política monetaria para una nación con dos monedas debe ser sencilla y transparente. Bien diferenciada del financiamiento al Gobierno, para que la población confíe. Atento a las miradas del FMI, podrían establecer que todos los fondos del stand by, recibidos a partir del 1/10/2018, se depositen en una cuenta del Tesoro, indisponible para BCRA, que sólo podría vender de sus tenencias actuales más compras futuras.

A mediados de abril de este año, temores financieros agudizaron la ansiedad de la población, que se complicaron por la ausencia de una regla acorde a la realidad de dos monedas. Adviértase el cambio en la emisión. Entre el 2/3 y el 22/4, la emisión para financiar al Gobierno fue de sólo 3.200 millones de pesos. Y vendiendo 2.400 millones de dólares, la cotización se mantuvo estable. No sobraban pesos. En contraste, entre el 23/4 y 27/9, BCRA emitió 801.700 millones de pesos para cancelar obligaciones del Tesoro, justo cuando la gente deseaba lo contrario: tener más dólares y menos pesos. En ese lapso BCRA vendió 13.500 millones de dólares en el mercado, a pesar de lo cual el dólar pasó de 20 a 40 pesos.

Con las reglas que proponemos ese desastre no hubiera ocurrido. Las reservas del BCRA estarían exclusivamente para respaldar el valor del peso y no habría emisión para el Gobierno, rescatar bonos y otros fines internos. El Tesoro tendría que conseguir fondos en los mercados y no de la emisión que nos empobrece, destruyendo el valor del peso y arriesgando la solvencia de toda la sociedad. No puede sorprender el desencanto general. La emisión monetaria nunca debiera financiar al estado. Zapatero a tus zapatos. La función del BCRA es defender al peso. No puede arruinar su crédito intentando satisfacer al gobierno.

El financiamiento al gobierno pasaría por el carril de la transparencia y respeto en las relaciones entre los individuos. Para cubrir el déficit, conseguiría recursos, los nuevos desembolsos del FMI, impuestos, reduciría gastos, incentivaría aumentos de la riqueza nacional. Pero no emitiendo. La larga historia de la inflación es una defraudación continuada a los argentinos. No podemos asombrarnos del desencanto de los votantes e inversores.

Mi nuevo libro Fin de la Pobreza descubre el largo camino a construir la confianza del buen trato y el rol de cada institución en defender los derechos de propiedad y la riqueza de la nación.

(*) Miembro del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso