Durante la campaña presidencial, el entonces candidato a presidente Mauricio Macri lanzó el Plan Belgrano. Una excelente idea destinada a encender las expectativas y esperanzas del Norte, bajo la impronta de una figura relevante históricamente vinculada a la región.

El Norte sufre un deterioro económico y social desde hace varias décadas y es la región más pobre del país. Su ingreso no alcanza el 50% del ingreso medio del resto de los argentinos, ni al 20% de los ingresos de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires. Su población padece la falta de acceso a la salud, la educación, los bienes públicos y la carencia de oportunidades en sus proyectos de vida. Por eso, tras la victoria de Macri, fue muy auspiciosa la institucionalización del Plan Belgrano, que adquirió rango ministerial.

Los objetivos

Dicho Plan tenía como objetivos «el desarrollo y coordinación de las políticas sociales, productivas y de infraestructura que reduzcan la desigualdad en la región Norte”.

En ese contexto, se suponía que iban a llegar millones en inversiones para las 10 provincias del Norte Argentino. Parecía que el proceso de decadencia, inequidad y marginalidad llegaba a su fin, luego de muchas décadas de sufrimientos.

La conducción del Plan Belgrano le fue encomendada al tucumano José Cano, quien había perdido la Gobernación de Tucumán en manos del peronismo, representado por Juan Manzur. Fue un modo de compensar su aporte a Cambiemos.

Nada de nada

Pasados 16 meses, lo cierto es que hoy nadie conoce en qué consiste el Plan. No existen políticas, gestión, presupuesto, inversiones ni obras. Ni siquiera se reunieron una vez los diez gobernadores del Norte, que son los interlocutores naturales en ese ambicioso Plan.

Más aún: a casi un año y medio del lanzamiento, no hay un enunciado que defina cuáles son los problemas de la región, la situación de sus cadenas productivas, que realidad tienen los sectores competitivos y dinámicos, quienes cuentan con potencial de crecimiento y cuales requieren atención para alcanzar competitividad.

No se avanzó tampoco en la tarea primordial de ponerle letra al Plan, ni elaborar un discurso sobre la gravedad de la realidad norteña y las propuestas para abordarlo. En paralelo con esta virtual parálisis, la política nacional se fue alejando del Norte y el Plan Belgrano y se orientó hacia los intereses porteños, más acorde con el legado de Bartolomé Mitre. Una figura histórica innegablemente vinculada a Buenos Aires.

Todo para Buenos Aires

Así, mientras el Plan Belgrano se desvanecía, avanzó un verdadero «Plan Mitre”. La ayuda financiera por $ 25.000 millones para la Provincia de Buenos Aires, obras como el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento por $ 45.000 millones, la Autopista Ribereña por $ 9.700 millones, la Autopista Illia Bis por $ 1.600 millones, el Metrobus Sur por $ 1.500 millones, la urbanización de la Villa 31 por $ 320 millones, obras de agua y cloacas por $ 1.900 millones y las mejoras de las estaciones suburbanas del Ferrocarril Belgrano por $ 3.000 millones, se ejecutan entre otras inversiones con centralidad en la ciudad más rica de la Argentina, mientras los recursos nacionales destinados a inversiones transferidos a las provincias del Norte disminuyeron del 46,3% en el 2015 al 33,9% en el 2016.

El Plan Belgrano podría haber equilibrado la balanza entre Buenos Aires y el Norte, o al menos nivelar en alguna medida este Plan Mitre que fue floreciendo de hecho. Así, en poco más de un año, el Plan Belgrano sin visión, estrategia, autoridad política ni conocimientos, fue convertido en una enorme cáscara vacía y en una nueva frustración para los pueblos del Norte Argentino y sus economías regionales.