Por Fabrizio Turturici

Ricardo Forster es uno de los filósofos más aggiornados a los tiempos políticos. Lejos de quedarse encerrado entre grandes bibliotecas y humeantes pipas, se enfrenta a la realidad de cada día con la simple pero enorme tarea de pensarla.

Doctor en filosofía, profesor, escritor ensayista con una decena de libros publicados y ex secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional de la última etapa kirchnerista, Forster mantuvo una vida política agitada antes de renunciar a su cargo con la asunción de Mauricio Macri.

En los últimos días, con tiempo y espacio para revolver sus ideas, el integrante de Carta Abierta brindó una entrevista exclusiva a Conclusión, donde compartió su mirada acerca de la actual situación sociopolítica a dos meses del cambio de timón.

Además, la lupa crítica de Ricardo Forster se posó sobre el mundo, apuntando principalmente contra el capitalismo salvaje. También analizó la situación en Medio Oriente y el ascenso de líderes autoritarios en Europa mediterránea y Estados Unidos.

—¿Qué país analiza a dos meses de la asunción del nuevo gobierno?

—Lo que al comienzo era preocupación, hoy ya es una certeza. El macrismo vino a producir una profunda restauración neoliberal en Argentina, invirtiendo completamente las grandes políticas de reparación social, económica, institucional y  cultural de los últimos doce años de kirchnerismo.Todas las medidas que han tomado hasta ahora apuntan a defender los intereses del gran capital concentrado, sea extranjero o nacional. Atina a producir una redistribución regresiva de los trabajadores hacia los grupos económicos poderosos. Implica un cambio de paradigma en el modo de cómo la Argentina se paró en términos internacionales durante la última década. Y así podríamos seguir hasta mañana.

—¿Hizo un análisis político de lo que pasa en Argentina? ¿Qué percibe en la gente?

—Las sociedades son complejas; cuando uno trata de analizar el voto que llevó por primera vez democráticamente a una opción de derecha, entonces se pregunta qué pasó. Más allá de errores, cansancios y agotamientos que caracterizaron la última etapa del gobierno de Cristina, también tiene que ver con el clima de época. La producción de sociedades cada vez más vaciadas, de individuos formateados por dispositivos comunicacionales, entre otras cosas. Todas ellas son claves para la formación de subjetividades. De todas maneras, la derecha ha cambiado. Ya no representa las formas antiguas (retrógradas, oscuras y reaccionarias), sino que aparecen con un maquillaje ligado a lo políticamente correcto, con una estética que apela a la idea de unidad, inclusión y alegría… Y eso la gente lo toma y lo cree a través de los medios masivos de comunicación, que operan sobre sus conciencias.

—En el corto lapso: ¿el clima se apaciguará o, por el contrario, se agitarán aún más las aguas?

—Las medidas que tomó el macrismo van en detrimento de las grandes mayorías, que son las clases medias y los sectores populares. Por supuesto que la realidad no es lineal ni sencilla. Tampoco hay que esperar una crisis a dos meses de la llegada del nuevo gobierno. El camino siempre es mucho más complicado de lo que uno imagina.

—Para que haya ajuste, devaluación, inflación y tarifazos… ¿debe existir consenso social o son medidas independientes?

—Por supuesto que existió. A mí me llamó la atención la oferta que le hizo el Ministerio de Educación a los gremios docentes (NdR: aumento en dos etapas del 40%), porque eso dinamita lo que venía trabajando el macrismo, que eran paritarias con un tope máximo del 25%. Eso implica que el resto de los sindicatos empiecen a querer perforar el techo que ellos mismos habían puesto. Significa que hay tensiones en el interior del gobierno: entre los gradualistas y los que quieren ir rápido. Aunque no se entiende qué es ser gradualista con las políticas que han adoptado…

—¿Sigue existiendo este fenómeno del período de gracia: los famosos cien días donde el pueblo le permite casi todo al nuevo gobierno; o se extinguió y hoy en día la sociedad exige cambios rápidos?

—Todo es más rápido porque la sociedad del consumo y capitalismo contemporáneo hace que lo nuevo sea viejo al atardecer… Entonces, la exigencia y la idea del cambio por el cambio son el núcleo de la percepción social. Los tiempos son otros. No sé si sigue existiendo o no, pero se va a acabar rápidamente cuando los vecinos reciban las nuevas boletas de las facturas de luz. Ya se está viendo con la caída del poder adquisitivo del salario, con una inflación que no pueden controlar y que se ha convertido en un talón de Aquiles para un proyecto que preanunciaba que lo peor que le podía pasar a la sociedad era la inflación. Marzo va a ser un mes caliente, pero eso no implica que estemos entrando en un escenario de crisis y que pasado mañana enfrentemos una situación como la de 2001. Espero que se tome el camino de lo democrático.

—Está claro que no tiene una mirada optimista del futuro. Pero ¿hay olor a 2001 o es imposible llegar a eso por los giros del mundo?

—No, no hay que hablar de 2001 porque la realidad social y política argentina es otra. Hay que tener en cuenta que 2001 fue la expresión de todo un siglo histórico que estalló en ese año. Pero el kirchnerismo ha dejado un país ordenado, con datos sociales infinitamente mejores a los de aquella época. Con un aparato productivo en funcionamiento y un nivel de desendeudamiento histórico. Además, la sociedad tomó conciencia de los derechos adquiridos. Eso hace la diferencia.

—¿Qué crítica tiene sobre la situación social del mundo?

—Seguimos viviendo en la gran hegemonía del neoliberalismo. Eso implicó transformaciones muy profundas en todo el globo, y no sólo en los países periféricos que fueron los que pagaron el costo social más alto. Basta con mirar las crisis de fines de siglo pasado en Latinoamérica, los fenómenos de destrucción en Medio Oriente y norte de África.

—¿Avala entonces la teoría del “fin de la historia”, esbozada por Francis Fukuyama con la caída del Muro?

—Eso es lo que deseó el neoliberalismo: ser el fin de la historia. Pero lo que generó —al contrario— fue una sociedad de conflictos aún mayor: la pauperización creciente, la guerra y la violencia. Eso se ve también en la Europa contemporánea, sobre todo en los países mediterráneos, que se encuentran en momentos sociopolíticos muy complejos, con procesos de vaciamiento del estado de bienestar, pérdida de derechos y cientos de cosas más. Es un escenario extremadamente crítico a nivel internacional; lejos de la mirada optimista de los noventa, cuando parecía que la oferta neoliberal traía la salvación.

—¿Por qué el mundo se está inclinando hacia líderes populistas, xenófobos y autoritarios? Por ejemplo: Putin en Rusia, Le Pen en Francia, Donald Trump en Estados Unidos… 

—Hay una diferencia enorme, porque cuando en América Latina hablamos de populismo, estamos señalando algo totalmente contrario a lo que significa esa palabra en Europa y Norteamérica. Para los europeos significa derecha, despotismo y racismo (Le Pen). Para nosotros, en cambio, es una tradición que les abrió las puertas a las grandes mayorías populares y que redistribuyó más equitativamente la riqueza. Entonces hay que hacer esa diferenciación.

—Pero un gobierno populista no es lo mismo que un gobierno popular. ¿Usted acredita al populismo?

—… En respuesta a lo anterior, yo pienso que el mundo se está arrodillando ante líderes autoritarios porque en Europa, con la crisis de propuestas socialdemócratas y neoliberales, aparecieron núcleos nacionalistas, xenófobos y derechistas.

—¿Qué opinión le merece el fenómeno Donald Trump en Estados Unidos?

—Donald Trump es la forma más perversa de un republicanismo grotesco que representa a la derecha xenófoba. ¡Pero cuidado! que cuando ganó Ronald Reagan en Estados Unidos, nadie imaginaba que un absoluto cero a la izquierda iba a encabezar una profunda mutación de la sociedad norteamericana. Y él fue quien iniciara el proceso neoconservador en Estados Unidos que no se ha detenido. Así que cuidado con Donald Trump, porque es un personaje peligroso, viscoso, oscuro y racista al que no hay que subestimar, aunque esté a la derecha incluso del Tea Party.

—¿Cómo imagina al mundo tras una hipotética asunción de Trump en la Casa Blanca?

—El mundo ya está en conflictos, con todo lo que pasa en Siria y otros países que fueron productos alimentados por el mismo monstruo (Estados Unidos). Aunque después, ese monstruo aparece disfrazado de salvador y con la excusa de combatir al terrorismo. En resumen: el mundo ya está en conflicto; pero sería infinitamente más oscuro con personajes como Trump.