El destacado politólogo, analista y consultor internacional Marcelo Gullo estará presentando en Rosario su más reciente libro Relaciones Internacionales: una teoría crítica desde la periferia sudamericana, que finaliza la trilogía iniciada con La insubordinación fundante e Insubordinación y desarrollo.

La cita es para este jueves a las 19.30 en el Colegio de Abogados de Rosario, pero antes el autor visitó los estudios de Conclusión TV para una charla a fondo sobre su obra, que abarca el modo de acceso al poder de las naciones, las limitaciones ideológicas de la periferia, los intentos frustrados de latinoamérica y Argentina, y las claves para salir de ese laberinto, entre otras cosas.

A continuación, algunas de los conceptos salientes de la entrevista, que puede verse completa en video:

– ¿En que se basa su teoría crítica (desde la periferia) de las relaciones internacionales?

– Creo que había una necesidad de elaborar una teoría crítica de Relaciones Internacionales desde nuestro ser y nuestro estar, porque la disciplina como tal, si bien nace en el viejo continente, luego va a tener un segundo «renacimiento» en Estados Unidos de Norteamérica. Muchos europeos que habían emigrado ante la Segunda Guerra Mundial para escapar y con Estados Unidos que sale al mundo como primera potencia, adquirió una forma propia de ver la disciplina. Por ejemplo hay dos elementos fundamentales: importa más el presente que el pasado a la hora de contar la historia y después por otra parte está ausente de la discusión él cómo los débiles han dejado de serlo, es decir la relación entre los débiles y fuertes no es tenida en cuenta. Además hay una característica en Estados Unidos, y es que quienes profesan esta disciplina son incorporados en órganos del Estado como consultores, y terminan trabajando muchos de ellos, y no es allí una vergüenza sino que es un orgullo, para los órganos de inteligencia. Cuando nosotros comenzamos a estudiar esta disciplina, desde cualquier país del América Latina, es necesario pasarla por un tamiz propio de la realidad. Se vuelve necesaria una teoría crítica porque comenzamos a repetir acríticamente esta producción y nos vamos subordinando ideológicamente Hoy en la disciplina casi está ausente en la reflexión el capital financiero internacional o la expresión política, la oligarquía financiera internacional. Después de la caída del muro de Berlín viene una proliferación gigante de facultades, de maestrías, en nuestra zona, que sin querer, los mismos protagonistas que las llevan adelante se convierten en reproductores acríticos o muy poco críticos de la producción hecha en el centro hegemónico de poder mundial.

– ¿Es necesaria entonces, para los países de la periferia, una «insubordinación ideológica» fundante?

– Este libro es el fin de una trilogía que se inicia con La insubordinación fundante: breve historia de la construcción del poder de las naciones. Conforman un mismo pensamiento que nace de una idea: todos los procesos emancipatorios exitosos fueron el resultado una insubordinación contra la ideología dominante expresada por la potencia de un momento histórico, más un adecuado impulso estatal. Hay que pensarlo como una semilla. El neoliberalismo loco propone no echarle nada de agua, porque «el mercado se encarga», y la planta no crece. Y si aplicamos un estatismo loco, y le echamos 100 litros de agua, se pudre. Ahora la teoría dominante es el libre comercio, que es un gran mito que hace que los débiles nunca dejen de ser débiles.. Como somos nosotros ahora, porque la mayoría de los países latinoamericanos viven de la exportación de productos primarios y la Argentina vive de la exportación de soja y sin soja no existe más.
Todo esto es producto de una gran subordinación ideológica. Estados Unidos en la Guerra Civil dijo «acá hay algo que no funciona, Inglaterra tuvo durante 100 años un esquema económico proteccionista y ahora es campeona de libre comercio».
Estados Unidos, fue el primer «insubordinado», y luego Alemania, Japón, y en términos modernos hay que fijarse en Corea y casos más parecidos a la Argentina por su tamaño y por su producción como son Canadá y Australia. No hay ningún ejemplo, de ninguna nación hoy desarrollada que no haya hecho un proceso insubordinación fundante. Por eso la disciplina de relaciones internacionales, en materia de economía, se interesa más del presente, no quieren discutir nunca el pasado porque en el pasado están las claves de la interpretación que le permitirían a los débiles superar su actual situación de debilidad.

– ¿Argentina tuvo algún proceso «emancipatorio»?

– Argentina a partir del segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas inició un proceso insubordinación fundante y de industrialización acelerada, que tiene como reacción la intervención de Inglaterra y Francia, con una operación quirúrgica para sacar apoyo del gobierno de la provincia Buenos Aires. Fracasaron, eso hubiese llevado a una segunda dependencia y por eso San Martín apoya a Rosas. Sin embargo, lo que no pudieron las potencias extranjeras, si pudo la tradición local, cuando Urquiza se levanta en contra de Rosas y lo vencen en Caseros en febrero 1852 y ahí la Argentina se acomoda al esquema británico de dominación, que los economistas llaman la ‘división del trabajo’.
De ahí en más fue sometido un proceso de subordinación fenomenal, que empieza a derrumbarse recién en 1930, cuando desde distintos ángulos hay una insubordinación y que la describe muy bien Hernández Arregui: la formación de la conciencia nacional, y dice ‘esto viene de distintos lugares, hay gente que viene de la derecha católica, del nacionalismo laico, de nacionalismo militar, de la izquierda’. Luego se inicia un período, en 1943, que se afianza en 1946 con la victoria electoral de Juan Domingo Perón y un intento de insubordinacion fundante que va a ser de nuevo frustrado, no por la vía de las urnas sino por la irrupción violenta, con el golpe de estado de 1955. Pero esta insubordinación, perpetrada a partir del 30, era mucho más que el peronismo, era tan importante que los otros partidos también comenzaron a incorporar los aspectos de la insubordinación: lo incorpora el radicalismo y el desarrollismo, la democracia cristiana.

– Es decir había un consenso respecto al modelo de país pretendido…

– Argentina en su conjunto había logrado ápices de consenso sobre el país que queríamos, salvo la extrema izquierda y la extrema derecha, la mayoría del arco político de la Argentina entendía que el país debía ser una potencia industrial y social en América Latina. El poder mundial más algunos ignorantes y otros muy mal intencionados destruyeron este proceso con el golpe del 76, que sale muy mal, no sólo por los desaparecidos, no sólo por la muerte, sino porque esa insubordinación prácticamente ha desaparecido y la clase política se infecta del liberalismo. Ni aún los más encontrados a ese dogma lo han enfrentado (más allá de la retórica). Y esa es la causa fundamental del fracaso, por ejemplo, de los últimos gobiernos «progresistas».
Ningún gobierno desde Alfonsín hasta ahora ha logrado revertir la tendencia estructural que la Argentina tiene hacia la reprimarización economía, hacia tener cada vez más desigualdad social, es decir cada vez más pobres.

– ¿Y cuál es el camino hoy, teniendo en cuenta que nunca completamos un proceso de industrialización y el mundo ya cambió y avanzó hacia otro?

– Nunca más podremos tener uno, no podemos utilizar la misma metodología que utilizó Estados Unidos, Japón Alemania y el proteccionismo económico, porque los tiempos van cambiando. Necesitamos ahora un impulso estatal inteligente y nuevo, dónde sólo podrá ser un proteccionismo muy selectivo, en algunas áreas que le interese desarrollar y en las que podríamos tener rápidamente competitividad. Por ejemplo tenemos un potencial en el litio gigante, con Chile y con Bolivia somos los tres grandes países que van a ser productores de litio del mundo porque Afganistán, que es el otro país que tiene litio, está siempre en guerra. Lo que estamos haciendo nosotros ahora, y durante los últimos 20 años es explotar el litio en bruto. Este es el mineral del presente y del futuro, no va a haber batería en el mundo que funcione sin litio. Otra de las industrias del futuro en la cual nosotros tendríamos una ventaja gigantesca sobre cualquier país, es el tema audiovisual, producir una película, una serie, y exportarla, da tanto dinero como exportar litio.Tenemos un mercado natural 400, 500 millones de personas que hablan castellano. Esto requiere que nos preparemos, tenemos que volver a tener un sistema educativo que prepare a los alumnos para la nueva industrialización altamente tecnológica. Tenemos todas las condiciones para salir adelante, falta un esfuerzo para sacarnos de encima la subordinación ideológica que nos impide pensar con cabeza propia. Y eso se lo tienen que sacar encima tanto los alumnos, los profesores, los técnicos como los políticos. No dudo que la Argentina tiene la cantidad de recursos suficientes para sacar su población de la pobreza y vivir dignamente, no nos faltan recursos, nos falta patriotismo.

– ¿Cómo evalúa al actual gobierno? ¿Tiene esa orientación?

– Con el gobierno del ingeniero Macri hemos aceptado el ucase (proclamación inobjetable del zar en la Rusia imperial) de la oligarquía financiera internacional, para que Argentina haga todo lo contrario a lo que tiene que hacer. Hay algunos vivillos que se benefician mucho con esto. El Pro, Cambiemos, creo que es un conjunto de gente que se divide en dos partes: una que ingresa a la política con intención de cambiar de aire, de renovar, gente muy bien intencionada que no sabe lo que hace, porque desconoce la historia Argentina y porque desconoce la historia mundial, no sabe cómo Estados Unidos se desarrolló, no sabe cómo lo hizo Alemania, creen en el mito del libre comercio. Y la otra mitad, o menos quizás, es un conjunto de gente está muy mal intencionada pero que sabe perfectamente lo que hace: reinstaurar la bicicleta financiera para favorecer al oligarquía financiera mundial, y llenarse los bolsillos participando de esas migajas, que son millones de dólares. En ese sentido si soy pesimista, necesitamos una renovación, no sólo falta patriotismo sino también ética y moral en Argentina, porque la verdad tampoco puede ser ocultada con la mano, la corrupción estructural es real en Argentina, nos ha acompañado los 30 años de democracia y eso no es un tema baladí.  Algunos de los que intentaron construir algo distinto al neoliberalismo no tuvieron los valores morales suficientes, entonces esa propuesta después queda invalidada delante de la gran masa de la población, y eso nos lleva a un callejón sin salida.