“Consideraciones sobre el periodismo” es el título de un muy interesante artículo referido a la posición del escritor y semiólogo Umberto Eco, acerca del rol de los medios de comunicación y sobre la objetividad periodística, a la que ya en los años 60 definía como “un mito”.

Esta columna fue publicada el suplemento de cultura “Ñ”, que edita el diario Clarín, y que a continuación Conclusión comparte con sus lectores.

“La objetividad periodística es un mito” había dicho Umberto Eco a fines de los años 60 y lo ratificó en su escrito ‘Objetividad de la información: el debate teórico y las transformaciones de la sociedad italiana’ que integra el ensayo Información, consenso y disenso de 1979.

“Porque un diario hace interpretación no sólo cuando mezcla un comentario con una noticia sino también cuando elige cómo poner en página el artículo, cómo titularlo, cómo acompañarlo de fotografías, cómo conectarlo con otro artículo que habla de otro hecho; y sobre todo un diario hace interpretación cuando decide qué noticias dar.”

En ese mismo escrito, Eco afirmaba que “la verdad es que el número de ‘hechos’ es muy reducido. Si mañana nieva es un hecho, si un tren descarrila por accidente es un hecho, si un jefe de Estado muere de un infarto es un hecho (al menos en cuanto que son hechos para la ciencia física). Pero luego hay eventos que tienen en la base un hecho físico indiscutible (los israelíes bombardean Líbano, los estudiantes han organizado una marcha) pero que son claramente producidos para ‘crear una noticia’.

Sobre estos hechos, la prensa no puede más distraerse en la utopía de la objetividad. Tanto lo sabemos que aun al referirnos a ellos como ‘actos puros’, bastará decir que en la marcha eran diez mil y no veinte mil personas o no aclarar lo suficiente a cuántos kilómetros de la frontera ocurrió el bombardeo para que el hecho mute su carga simbólica.

Sobre estos hechos presuntos, la prensa debe tener el coraje de declarar que está haciendo algo más para dar una noticia: tomar partido, buscar las motivaciones, ocultarlas o revelarlas, interpretar el valor simbólico de algo producido como acto de comunicación desde el origen.”

En La bustina di Minerva ( La bolsita de Minerva ), su columna semanal de las últimas páginas de la revista de actualidad L’Espresso –en una que se llamaba “El lavaje de los lectores” y se publicó el 13 de julio de 1969–, Umberto Eco aseguraba que “el periodista no tiene un deber de objetividad. Tiene un deber de testimonio. Debe dar testimonio de lo que sabe (…) y debe dar testimonio diciendo lo que piensa.

(…) El deber del periodista no es convencer al lector de que le está diciendo la verdad sino advertirlo acerca de que lo que le está diciendo es ‘su’ verdad. Pero que hay tantas otras. El diario que respeta al lector debe permitirle el sentido de la alternativa”.

En aquellos años Eco mantuvo una disputa pública con Piero Ottone, por entonces director del periódico Il Corriere della Sera , quien adhería a un periodismo dispuesto a seguir reglas básicas y válidas para todos, como la cita rigurosa de las fuentes y la separación entre noticia y comentario.

Mientras para Eco “el diario no es un órgano al servicio del público sino un instrumento de formación del público”, Ottone aseguraba que “el diario puede expresar opiniones y, por lo tanto, contribuir a formar opinión, pero su función prevalente es otra: descubrir los hechos y, una vez que los ha revelado, no esconder nada de aquello que sabe”.

“Un diario debería tener el coraje de rehacerse cada día de su propio público como si el día anterior no hubiera hablado de nada. Sin embargo, se comporta como una novela en entregas del siglo XIX donde cuando se dice ‘Entró en este momento Milady’ todos saben ya de quién se trata y cómo es considerada”, dice Eco en su Guía a la interpretación del lenguaje periodístico , una investigación que se editó como La prensa cotidiana en Italia , de Vittorio Capecchi y Marino Livolsi, en 1971.

En otra de sus columnas –publicada por L’Espresso el 14 de diciembre de 2006–, Eco se refería a una medida adoptada por los periodistas que habían decidido no firmar sus artículos por sus reclamos.

“Un diario sirve para mechar con opiniones los hechos. Y si se trata de opiniones sobre hechos queremos saber quién emite esa opinión, si es un autor en quien confiamos o uno que sólo tipia y que habitualmente despreciamos. Por eso, un diario que hace huelga eliminando las firmas de sus periodistas se vuelve mudo”.