En estas jornadas complicadas que el país vive, el Gobierno debe tomar una decisión cruel. Hay tres variables clave que cuidar y solo se puede hacerlo eficazmente con dos de ellas. Las tres variables son la tasa de inflación, el nivel de actividad y el stock de reservas del Banco Central. En la situación actual se puede influir en dos de ellas sacrificando la tercera. De esta manera son tres los escenarios posibles entre los que hay que optar. Veamos:

a) Se decide cuidar lo más posible el nivel de actividad y el stock de reservas del BCRA y se sacrifica la tasa de inflación. Eso implicaría que se va a una auténtica flotación cambiaria y no se interviene, dejando que el dólar alcance un nivel de equilibrio de corto plazo. Si la emisión monetaria no es descontrolada esta vía no concluye en una hiperinflación sino en una tasa de inflación muy alta con un nivel de tipo de cambio real muy elevado. El alto nivel del tipo de cambio real ayuda a solucionar el desbalance externo que el país vive, cesa por completo el flujo de turismo y divisas al exterior, bajando también el nivel de importaciones. Se favorece un proceso de sustitución de importaciones en una variada cantidad de productos y se facilita que se recuperen las exportaciones no tradicionales, sean éstas productos regionales o bienes industriales. Todos estos factores ponen un coto a la recesión, que si bien es de gran magnitud no se diferencia gran cosa de las muchas recesiones a raíz de crisis cambiarias que la Argentina ha vivido en el pasado. En este escenario entonces se cuidan las reservas y se protege en la medida de lo posible el nivel de actividad mientras que se deja escapar el dólar y los precios, por lo que las tasas de interés reales terminan siendo menos insoportables que ahora dado que se terminan licuando una buena parte de las deudas en pesos tanto del sector público como del sector privado.

b) En el segundo escenario se decide priorizar una tasa de inflación lo más baja posible y a la vez no perder reservas del Banco Central, sacrificando así el nivel de actividad. Al revés que en el escenario anterior, la forma de hacer esto es convertir en más sofocante aún la escasez de crédito por lo que se aumentan las tasas de interés, los encajes bancarios y se echa mano de cualquier instrumento que sirva para morigerar el alza del dólar y de los precios. Cesa en buena medida el avance del dólar sin que se pierdan reservas del Banco Central por motivos que no sean el pago de la deuda pública en divisas. No se usan las reservas para bajar el dólar, pero literalmente desaparece el crédito en pesos. Se domina bastante la inflación pero el clima social se ubica cercano a un estallido social porque la economía no recupera competitividad y el nivel de importaciones solo desciende en forma relativamente lenta vía reducción en el nivel de actividad pero no como consecuencia del encarecimiento de los bienes importados dado que sigue resultando más barato importar que producir en el país una variada cantidad de bienes. No se recuperan las economías regionales ni las exportaciones industriales.

c) En este escenario se prioriza mantener la inflación lo más baja posible y el nivel de actividad lo más alto posible y se sacrifican reservas del Banco Central. El BCRA vende dólares en el mercado y a la vez mantiene las tasas de interés en niveles artificialmente bajos con el fin de impedir que descienda el nivel de actividad. La economía se comporta durante un período de tiempo de manera relativamente aceptable. La tasa de inflación no aumenta de los actuales niveles. La balanza de pagos sigue desequilibrada dado que ni por el lado del tipo de cambio real ni por el nivel de actividad se reducen las importaciones y la compra de servicios al exterior. Con lo dicho hasta aquí, luce como el más favorable de los tres escenarios. Claro que en este escenario hay un pequeño «detalle», del cual es necesario explayarse: se gastan reservas del Banco Central para controlar el precio del dólar. Por lo tanto, las reservas del BCRA bajan a un ritmo rápido tanto por pagos de la deuda externa pública como por ventas de dólares en el mercado de cambios. No sería improbable, dado que los mercados de crédito internacionales están cerrados para Argentina, que se juegue con fuego en este escenario, y que por más desembolsos que siga haciendo el FMI de a u$s3.000 millones por trimestre desde septiembre, llegue un punto en el que hay que explicarle a los acreedores externos que no se les puede pagar en tiempo y forma y que hay que reestructurar los vencimientos externos. En otras palabras, en este escenario es mucho más posible caer en «default» que en los dos primeros. Y un «default» es lo peor que le podría pasar a la economía argentina por causas que casi ni siquiera es necesario explicar: distorsiones que impiden importar, desabastecimiento de una vasta cantidad de productos, mercados crediticios cerrados para el país durante largos años, suba descontrolada del dólar. Altísima inflación. En fin, todos los males salen de la caja de Pandora.

¿Qué hacer entonces? Una actitud sabia debería oscilar entre el primer y el segundo escenario, privilegiando quizás el primero de ellos todo lo que se pueda mientras la tasa de inflación y la suba del dólar no alcancen magnitudes tales que impliquen más y no menos recesión. Pero el corolario del análisis es sencillo. Bien sencillo: hay que cuidar las reservas. Si se pierden estaremos en problemas aún más graves que los que hoy se padecen.