El papa Francisco pidió este martes que los gobernantes escuchen «con seriedad y respeto» el grito mundial por la paz y advirtió por las amenazas que se hacen «abiertamente» del posible uso de armas nucleares.

«Las guerras nunca han dejado de ensangrentar y empobrecer la tierra, pero el momento que estamos viviendo es particularmente dramático», lamentó el Pontífice tras encabezar una oración interreligiosa junto a otros participantes del encuentro por la paz en Roma.

Para el Papa, en ese marco, «la paz está en el corazón de las religiones, en sus Escrituras y en su mensaje».

«En el silencio de la oración, esta tarde, escuchamos el grito de paz: paz sofocada en tantas regiones del mundo, humillada por demasiada violencia, negada incluso a los niños y ancianos, que no se libran de la terrible dureza de la guerra», agregó luego Jorge Bergoglio para cerrar el evento.

Para Francisco, «el grito de paz a menudo es silenciado no solo por la retórica de la guerra, sino también por la indiferencia. Es silenciado por el odio que crece mientras luchan entre sí».

El pedido de paz, para el Papa, «no se puede reprimir: surge del corazón de las madres, se escribe en los rostros de los refugiados, de las familias que huyen, de los heridos o de los moribundos».

«Este grito silencioso sube al cielo. No conoce fórmulas mágicas para salir de los conflictos, pero tiene el sacrosanto derecho de pedir la paz en nombre de los padecimientos sufridos, y merece ser escuchado», agregó luego frente a las cerca de 2.000 personas presentes.

Así, según planteó Bergoglio, el grito por la paz «merece que todos, comenzando por los gobernantes, se agachen a escuchar con seriedad y respeto».

«El grito de paz expresa el dolor y el horror de la guerra, madre de toda pobreza», profundizó.

En ese marco, el Papa se refirió de forma implícita a las últimas tensiones entre Ucrania y Rusia, al sostener: «Hoy, en efecto, está ocurriendo lo que se temía y lo que nunca quisimos escuchar: es decir, que el uso de armas atómicas, que culpablemente se siguió produciendo y probando después de Hiroshima y Nagasaki, ahora es abiertamente una amenaza».

Sobre el tema nuclear, el Papa fue explícito al hacer suyas las súplicas de Juan XXIII para que los gobernantes frenen la carrera atómica, «cuyas terribles consecuencias no se pueden predecir».

«No nos dejemos contagiar por la lógica perversa de la guerra; no caigamos en la trampa del odio al enemigo», convocó el Papa ante los participantes del encuentro organizado por la comunidad católica de San Egidio.

«Pongamos la paz en el centro de la visión del futuro, como objetivo central de nuestra acción personal, social y política, en todos los niveles», propuso finalmente.