“Los obispos de la Iglesia Católica, ante el violento asesinato del candidato a la presidencia de la República Fernando Villavicencio, manifestamos nuestra profunda solidaridad con su familia, como también condenamos toda forma de violencia desatada en los diferentes niveles de la sociedad”, comienza el comunicado de los obispos ecuatorianos, ante el atentado que le costó la vida al mencionado político.

Asimismo, los prelados aseguran su apoyo a “las iniciativas por recuperar la seguridad social en nuestra querida Patria, a la vez que ratificamos nuestro firme compromiso de orar y trabajar por la paz basada en la libertad, en la justicia y la verdad”.

Fernando Villavicencio, firme opositor a la corrupción y al crimen organizado, fue asesinado mientras subía a su coche al término de un acto político. Uno de los agresores murió posteriormente en un tiroteo, y otros seis han sido detenidos hasta el momento, según la Fiscalía General. Nueve personas, entre ellas un candidato a diputado y dos policías, han resultado heridas.

El presidente Guillermo Lasso decretó el estado de emergencia y declaró que el crimen es, claramente, un intento de sabotear las elecciones, pero reiteró que la votación tendrá lugar igualmente el 20 de agosto, como estaba previsto.

Villavicencio, de 59 años, era periodista de profesión. Ocupó un escaño en la Asamblea Legislativa por el partido Alianza Honestidad hasta el pasado mayo, cuando decidió postularse como candidato presidencial independiente para las elecciones anticipadas, previstas para el próximo 20 de agosto.

El postulante estaba ganando apoyos, y los últimos sondeos lo colocaban en segundo lugar en las preferencias de los ciudadanos. Su campaña giraba en gran parte en torno a la crisis de seguridad que padece Ecuador, con los índices de muertes violentas más altos de su historia, y en la lucha contra la corrupción. Aseguraba que su objetivo era “enfrentar y derrotar a las mafias que han copado el Estado y tienen de rodillas a la sociedad”.

Pocos días antes del atentado que acabó con su vida, Villavicencio había denunciado amenazas de parte de Los Choneros, un grupo ecuatoriano vinculado al cartel mexicano de Sinaloa. “Dijeron que me iban a quebrar, pero no les tengo miedo”, explicaba.