Por Carlos Esteban

Por supuesto, Francisco no le dijo al presidente Biden en su audiencia privada de más de una hora que debería seguir comulgando. La idea del Vicario de Cristo recomendando la continuación de un sacrilegio es demasiado absurda. Pero cada minuto que pasa sin que el Vaticano lo desmienta es un escándalo para los fieles.

Porque imaginen por una décima de segundo lo que significaría esa sencilla, casi protocolaria frase. Olviden por un momento la excomunión latae sententiae en que incurre quien favorece el aborto, no hace falta. Es, en cualquier caso, un pecado mortal especialmente grave permitir y aún alentar la eliminación en el seno de su madre de cientos de miles de niños.

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Esa frase significaría una de estas tres cosas, o una combinación de ellas: «Que el aborto no es un pecado mortal, por más que el Papa lo haya comparado con la contratación de un asesino a sueldo».

Que no hace falta estar en Gracia de Dios para recibir la Sagrada Eucaristía, contradiciendo la sólida, reiterada y nunca interrumpida doctrina de dos mil años.

Que el Papa, para complacer a un poderoso que tiene por aliado, esté dispuesto a mentir en algo tan esencial, poniendo en gravísimo peligro el alma inmortal de Joe Biden y la de cientos de miles de fieles debido al escándalo.

Si se les ocurre una cuarta, háganmelo saber.

También dice Biden que el Papa le ha dicho que es un buen católico. No conozco a ningún buen católico decir de sí mismo que es un buen católico, es casi una contradicción en los términos teológica. Pero en este caso concreto confirmaría en el líder norteamericano en la idea de que su esfuerzo por ampliar y consagrar el aborto como un derecho es bueno. Lo cual es monstruoso.

Así que no, de ninguna manera, es completamente absurdo que el Papa haya dicho semejante cosa. De modo que solo queda la opción, bastante más creíble, de que Biden miente, o que, dado su avanzado estado de demencia senil, entendió mal al Santo Padre.

Naturalmente, la Santa Sede no puede permitir, por el terrible daño que se haría a los católicos de todo el mundo, que semejante disparate pase por mensaje del Papa, no importa cuán privado y oficioso sea. Sería un golpe demasiado contundente a la credibilidad del Papado. No es uno de esos casos en que, por motivos de diplomacia, resulte mejor callar y dejar pasar una mentirijilla. Porque no es una mentirijilla, es sencillamente atroz y contrario a la misión del Papa de confirmar en la fe a los creyentes, infinitamente más importante que cualquier estrategia política a corto o largo plazo.

El portavoz de la Santa Sede, Matteo Bruni, ante las preguntas de los periodistas, respondió: “Yo lo consideraría una conversación privada”. Y añadió que el Vaticano solo confirmaría lo que se dijo en la nota pública, dejando que el público juzgase por su cuenta la veracidad del recuerdo de Biden. En serio.

Esta mañana me he asomado al órgano oficial de la Santa Sede en la red, Vatican News, esperando ver una contundente rectificación como primera noticia. Nada, ni un apunto. La primera noticia era: ‘El Papa: del grito de la tierra y de los pobres un llamamiento a cambiar el modelo de desarrollo’. Que Dios tenga piedad de nosotros.