La creencia en fantasmas parece haber sido universal en todas las culturas humanas desde el comienzo de la historia y se basa en innumerables informes de los vivos, de estudiosos y santos. 

Cuando decimos fantasma queremos significar el alma de una persona muerta, un espíritu sin cuerpo.

Por lo tanto no se refiere a un ángel, un demonio, un poltergeist o incluso un extraterrestre si existiera. 

Es esa parte del ser humano que no es corpórea, y que ha sido separada del cuerpo por la muerte.

Con esta definición, los católicos deberían concordar fácilmente que los fantasmas sí existen. Es parte fundamental de esa creencia  que el ser humano es una unión de alma y cuerpo.

Según ellos, al morir, el alma y el cuerpo se separan, entonces el cuerpo se descompone y el alma sobrevive.

En ese momento, el difunto recibe el Juicio Particular y el alma quedará esperando el Juicio Final, momento cuando el cuerpo finalmente resucitará y se reunirá con el alma.

Por lo tanto, las almas en el infierno, el purgatorio, y también las de los santos en el cielo pueden ser llamados fantasmas, con la excepción de Nuestra Señora, que no es un espíritu incorpóreo, porque su cuerpo fue asunta con su alma al cielo.

De modo que la pregunta para los católicos, entonces, no es si los fantasmas realmente existen, ellos existen. 

La pregunta es si las almas humanas desencarnadas, pueden manifestarse a los que aún viven en la Tierra antes del Juicio Final.

Estas almas manifestándose en la Tierra las encontramos en la Biblia, aunque los protestantes lo nieguen.

En 1 Samuel, el profeta Samuel es convocado por la bruja de Endor para hablar con el rey Saúl.

Judas Macabeo tuvo una visión del difunto sacerdote Onías. 

Las apariciones de Moisés y Elías en la Transfiguración son apariciones fantasmales. 

Y cuando los discípulos vieron a Jesús caminando sobre el mar, se asustaron y dijeron: «¡Es un fantasma!» , en otra traducción de la Biblia dirá espíritu.

También nos han llegado numerosos relatos de apariciones fantasmales contadas por la tradición católica, desde los tiempos bíblicos. 

El Papa San Gregorio Magno, por ejemplo, relató varios casos de este tipo en sus famosos Diálogos. Lo mismo hicieron San Agustín y otros Doctores de la Iglesia. 

De modo que las apariciones fantasmales tuvieron su lugar en la visión católica del mundo desde el principio. A veces el difunto que aparecía era un santo reconocido. 

En otras ocasiones, la aparición era de un hombre o una mujer santos recientemente fallecidos, que venían a ayudar a los vivos. 

 En otros relatos, era un alma atribulada, presumiblemente atravesando el proceso del purgatorio, que vino a pedir la ayuda de los que aún estaban en la Tierra.

Hay una historia interesante que le sucedió al propio San Juan Bosco.

Cuando era seminarista, Don Bosco acordó con un compañero de estudios llamado Comollo, que cualquiera de los dos que muriera primero, debía darle al otro alguna indicación sobre el estado de su propia alma.

Comollo murió tempranamente, cuando Don Bosco tenía 24 años, el 2 de abril de 1839, y a la noche siguiente al entierro llegó la señal que esperaba.

Don Bosco estaba junto con otros veinte estudiantes de teología reunidos en la misma sala, cuando de repente escucharon un rugido poderoso y sostenido que sacudió el edificio. Vieron cómo la puerta se abría violentamente por sí sola.

Apareció una luz tenue que cambió de color, y se escuchó claramente una voz, «Bosco, Bosco, Bosco, estoy salvado…».

Don Bosco luego diría que no hubo otro tema de conversación en el seminario por mucho tiempo.

En la Iglesia medieval, se sostenía que en ciertos días festivos las almas del purgatorio tenían más oportunidad de acercarse a aquellas que todavía podían merecer gracias. Especialmente la Nochebuena y la Navidad, que es cuando salen más almas.

El gran teólogo Santo Tomás de Aquino admitió en su Suma Teológica que «de acuerdo con la disposición de la Divina Providencia, las almas separadas a veces salen de su morada y se aparecen a los hombres».

San Agustín relata el caso del mártir Félix que se apareció visiblemente a la gente de Nola, cuando estaban sitiados por los bárbaros. 

Por su parte, los exorcistas están en pleno debate del asunto. Algunos argumentan que los fantasmas son un engaño, porque son demonios disfrazados, otros dicen que también pueden ser almas del purgatorio.

Otros han dicho que se han encontrado con almas que están atascadas en este plano de existencia, y que en lugar de ser exorcizadas, necesitan oración para dirigirse hacia la luz.

A esto se agrega la experiencia pastoral de los sacerdotes, que son llamados con cierta frecuencia para tratar con espíritus inquietos en las casas. 

Puede tratarse de un hogar donde los niños están viendo gente extraña o una habitación donde se escuchan golpes en la noche, habitaciones donde las cosas aparecen cambiadas de lugar y donde a veces la radio y la televisión se encienden solas, incluso lugares en que a veces se perciben olores raros, cambios de temperatura o corrientes de viento inexplicables.

A veces, ellos mismos perciben un área oscura en una habitación de la casa, o aún peor, son tirados al suelo.

En investigaciones posteriores, llegan a la conclusión de que es posible que sean almas de personas que hayan muerto de forma violenta o inesperada, y que hayan sido retenidas psíquicamente por seres queridos que no pueden dejarlos ir.

También pueden estar atrapados en el ámbito físico debido a algún apego excesivo a un lugar, a una persona o a un placer, y a veces se manifiestan de formas insólitas.