Por Florencia Vizzi

Quienes hayan transitado en algún momento por comedores escolares, centros comunitarios con copa de leche o comedores barriales ha escuchado en muchas oportunidades una referencia, un nombre que se repite: el Banco de Alimentos de Rosario. Las comadres o encargadas de la cocina de esos pequeños parajes solidarios hablan con profundo agradecimiento de esa organización que se ha convertido en un lugar fundamental al momento de proveerse de los suministros con que preparan las raciones para alimentar a quienes dependen de ellos para comer, en muchos casos, por lo menos una vez al día.

“El Banco de Alimentos es una gran ayuda”… Esa expresión, con todas las variantes posibles, se escucha en los barrios.

Conclusión quiso, entonces, saber de qué se trata realmente este lugar al que tanto le deben quienes dan la pelea por el pan de cada día.

«El Banco de Alimentos recibe productos que perdieron valor comercial pero que están perfectamente aptos para el consumo, y los distribuye a un costo mínimo»

“El Banco de Alimentos de Rosario es una organización sin fines de lucro que se encarga de recuperar alimentos que se desperdician, a pesar de estar perfectamente aptos para el consumo, y trata de distribuirlos entre los que más necesitan de una forma equitativa”, explica Pablo Algrain, coordinador general de la institución.

“A día de hoy el BAR trabaja con unas 182 entidades, lo que se traduce, aproximadamente, en alrededor de 35.000 personas que comen a partir de las gestiones de los comedores a los que proveemos”, señala el joven coordinador.

El Banco de Alimentos es una organización sin fines de lucro que está diseminada por todo el mundo. Su origen se remonta a la década del 60 del siglo pasado, en Estados Unidos, con ese concepto básico de recuperar aquellos alimentos que han perdido valor comercial y distribuirlo entre los que nada tienen. Esa idea se extendió rápidamente en distintos países.

Su aparición en la Argentina fue al calor de la gran crisis socioeconómica de 2001. El primero fue fundado en Buenos Aires y, a día de hoy, son 16 los bancos diseminados en todo el país. Y se siguen sumando año a año a la Red de Bancos de Alimentos de Argentina que los nuclea y coordina a todos.

Todos tienen el mismo modelo, es un «formato colaborativo». Cuando hay uno en formación se colabora con las cuestiones legales y jurídicas y también con la mercadería. “Nos ayudamos entre todos”, enfatiza Algrain. “Muchas veces recibimos alimentos que, por alguna razón, tiene que ser distribuidos rápidamente y los vamos compartiendo con la red. Siempre hay algún otro banco que necesita y lo enviamos”, relata el coordinador y agrega: “La idea es siempre recuperar la mayor cantidad de alimento posible y entregarlo a quien lo necesite, se trabaja mucho colaborando entre nosotros”.

El Banco de Alimentos de Rosario

El Banco de Alimentos de Rosario se fundó en 2011 y empezó a trabajar operativamente en 2012. “Por el momento funcionamos en el predio que nos prestó la Federación de Cooperadoras Escolares, pero este año, a fin de marzo, por fin nos vamos a mudar a un lugar propio”, cuenta Pablo con entusiasmo. Y relata que el origen de al institución fue «una iniciativa de un grupo de personas con inquietudes». «Algunos de ellos son empresarios jóvenes con ganas de hacer cosas y gente de la ciudad. Hay una comisión directiva con 25 miembros que son bastante activos. Todos le dedican mucho tiempo”, relata.

El primer año de funcionamiento, en 2012, el banco repartió unos 8.000 kilos de alimentos, y el año pasado llegamos a los 850.000 kilos. Los kilos de alimentos son la forma de medir la evolución, así que podemos decir que tuvimos un gran crecimiento. Y ahora, con el nuevo predio que tiene instalaciones pensadas para la actividad del banco, depósito, cámaras frigoríficas, oficinas y mucho potencial, pensamos creer mucho más”.

«El Banco de Alimentos de Rosario provee a 182 entidades de la ciudad, lo que representa una llegada aproximada a unas 35.000 personas»

En cuanto a la estructura, puede decirse que es como la de una empresa, según explica el encargado de la coordinación: “Somos 12 empleados entre administración, recursos humanos, comunicación y gestión de recursos, que es la sección que se encarga de gestionar las donaciones”.

¿Cómo funciona el sistema?

“Tenemos una cantidad grande de empresas, alrededor de 70, que colaboran con nosotros. Al principio el Banco salió a buscar los donantes, pero hoy eso tiene un circuito propio, ya somos conocidos, entonces las empresas se acercan. Y por supuesto, nosotros también seguimos visitando otras y tratando de sumarlas, es un trabajo constante. Muchas veces se dan las dos cosas, a veces somos nosotros los que llamamos para conseguir las donaciones otras veces nos llaman y nos ofrecen”, señala Algrain.

Desde la institución explican que los principales donantes son grandes empresas productoras. A veces tienen excedentes de producción o en otras ocasiones fecha corta de vencimiento que no les permite distribuirlos a tiempo. “Eso lo envían acá y nosotros lo colocamos enseguida”, aclara Pablo. “Son las empresas grandes las que nos envían los lotes importantes de productos. En los supermercados hacemos recupero de mermas. Generalmente allí una persona que recorre la góndola ve que una mermelada que manchó un paquete de yerba y eso no lo pueden vender. Así que una vez a la semana pasamos por algunos y recuperamos lo que no pueden utilizar”.

«Y también hay quienes donan parte de su producción por una cuestión filantrópica, como parte de su filosofía. Algunos lo hacen regularmente, otros de vez en cuando y otros cuando se les genera algún tipo de excedente. En función de eso nosotros vamos adaptándonos”.

«Durante 2012, su primer año, el Banco repartió unos 8.000 kilos de alimentos y cuatro años después llegamos a  los 850.000 kilos»

El Banco de Alimentos recibe generalmente productos que perdieron valor comercial, que puede darse por diversos motivos, desde un error en el packaging que impide que el producto salga a la venta o por una característica técnica que no satisface los requisitos de calidad, por ejemplo, una partida de yogur firme que no salió tan firme. “El yogur está apto, se puede comer, no tiene problemas, pero si sale así al mercado dañaría la imagen de la empresa, entonces deciden no venderlo. También latas abolladas o cajas de aceite, por ahí se rompe una botella y se mancha la caja entonces la distribuidora no lo envía al supermecado porque no abren la caja y sacan las sanas y reemplazan la rota. Nosotros sí lo hacemos. Sacamos la botella rota, la separamos y ese aceite va a reciclaje y las sanas las sacamos y las limpiamos y las ponemos en otra caja”.

Para asegurarse de que los alimentos que reciben están en buen estado se hace primero una verificación visual de que el paquete esté perfectamente cerrado y de que el producto no esté alterado adentro. “Si el producto está abierto no lo podemos entregar porque no tenemos seguridad, pero la mayoría de los productos vienen cerrados, dentro de su envoltorio y demás, y la empresa donante asegura la calidad. No podemos entregar nada abierto ni vencido”.

Beneficiarios y voluntarios

Actualmente, hay más de 180 entidades que son beneficiarias del Banco. Se trata de comedores escolares o de centros comunitarios, cooperativas, copas de leche, iglesias y clubes.

“Para ser beneficiario deben cumplir con ciertos requisitos. Es decir, tener personería jurídica o alguna certificación legal como asociación y tienen que certificar que reciben algún subsidio oficial, ya sea municipal, provincial o nacional. Una vez que presentan esos papeles hacemos una auditoría: vamos al lugar, verificamos que existe, que trabajan y que brindan el servicio que dicen brindar, la cantidad de personas que comen allí, ese tipo de cosas. Cuando comprobamos que todo está en regla lo incorporamos como beneficiario del banco y le damos un número que los identifica. Luego los llamamos semanalmente para que hagan su pedido”, explica su coordinador, y señala: “Cuando damos de alta una entidad, se compromete a brindar el alimento en forma gratuita sin ningún tipo de discriminación, ni por raza, sexo o religión».

En el área social del Banco trabajan dos personas que se encargan de los pedidos y que van rotando semana a semana: uno queda en la oficina encargándose de los pedidos y el otro va auditando las entidades. “La idea es visitar a los beneficiarios, ver que hacen con la mercadería y tratar de que estén trabajando bien, vemos cómo se almacena, cómo se prepara la comida, qué cantidad de gente asiste a comer y qué cantidad de gente trabaja. Auditamos que el beneficiario esté trabajando tal como se comprometió a hacerlo”.

«Los encargados de área se intercalan semana a semana y eso hace que los dos conozcan las realidades de los lugares y las personas con las que tratan. De esa manera, conociendo más en profundidad a la gente podemos hacer una distribución más justa y equitativa de lo que tenemos porque la verdad es que lo que recibimos sirve para cubrir no más de un 20 o 30 por ciento de las necesidades de cada entidad”.

El BAR cobra un precio mínimo por los alimentos que distribuye: $2,50 por kilo de alimento seco, $6 el kilo de alimento refrigerado (yogurth, postres, etc) y $10 las carnes.

“El hecho de cobrar tiene una doble finalidad. Por un lado, la de pagar los gastos operativos, sino no podríamos funcionar y distribuir, pero por otro lado es que aquellos que reciben los productos paguen ese valor mínimo para que se valore más. Creemos que no es lo mismo recibir algo gratis que pagarlo, hay otra valoración en ello. Y todas estas entidades reciben algún subsidio, entonces, en lugar de gastarlo en una distribuidora mayorista que tiene un valor muchísimo más alto, en el banco consiguen alimentos con muy poco dinero y pueden llevar muchos productos, por ejemplo, yogurt, que de otra forma no lo podrían comprar en ningún lado y así los chicos pueden tener acceso a esos alimentos también”, afirma Algrain.

El voluntariado es una pata fundamental para el BAR. Ellos son los encargados de la clasificación de las productos, porque hay alimentos que no llegan listos para entregar. “A veces hay que revisar en qué condiciones están, o las fechas de vencimiento o se donan combos que vienen todos mezclados entonces hay que separar fideos por un lado arroz por el otro”.

Además de reclutar voluntarios por las vías acostumbradas, Algrain explica que muchas veces se hacen jornadas corporativas con empresas, que vienen con sus empleados. “El grupo estable que está trabajando ahora se acercó a través de las convocatorias que hacemos en el sitio web o en el Facebook. También hay voluntarios internacionales que llegan a través de convenios que se realizan con distintas entidades, como Unicef por ejemplo”.

Consultados sobre si ha habido un aumento en los últimos tiempos en la demanda, Algrain reconoce que si bien eso es “muy variable”, el año pasado hubo un aumento notorio.

El BAR cobra un precio mínimo por alimentos que distribuye: $2,50 por kilo de alimento seco, $6 el kilo de alimento refrigerado (yogurth, postres, etc), $10 las carnes.

“Particularmente en 2016 hubo un momento en que se notó aumento de la demanda y, por lo que fue la coyuntura económica, hubo meses en que la producción se frenó y el flujo de donaciones bajó mucho. Entonces hubo un momento en que estuvo más complicado porque no pudimos satisfacer la demanda de los comedores. Además, sabemos que hubo más gente en los comedores, al menos eso es lo que comentaban. Esperamos que este año mejore un poco porque, por ejemplo, el año pasado las empresas no tiraban líneas nuevas de productos, porque producían lo justo y necesario”, cuenta Algrain.

El futuro

“Lo mejor de trabajar acá es saber que uno está trabajando con un doble fin, ecológico y social. Es decir, evitamos que un montón de toneladas de productos se conviertan en basura y a la vez, lo  convertimos en alimento para miles de personas que lo necesitan. Y también es lo más lindo… y la cantidad de proyectos y desafíos que tenemos por delante”.

En ese sentido, Algrain cuenta que, entre esos desafíos, está el convenio que en el mes de noviembre de 2016 se firmó con la Municipalidad de Rosario para recuperar fruta y verdura del mercado de productores. “El convenio consiste en que nos ceden un lugar en el mercado y nos prestan la mano de obra: personas que están trabajando en basurales a cielo abierto. Y nosotros ponemos la logística para recuperar todo lo que los productores no venden y están tirando a la basura. Esa fruta y verdura que aún está en buen estado pero que no pueden colocar y que es el mejor producto que se puede tener, porque normalmente es lo que menos recibimos para repartir. Eso se pone en marcha a partir de marzo”, cuenta el joven visiblemente satisfecho por ese proyecto.

En cuanto a cuál es la parte más difícil, Pablo parece no encontrarla. “Tal vez lo más difícil, pero a la vez hermoso, es la cantidad de desafíos que tenemos y el ritmo de crecimiento que tiene el Banco, que hace que todo el tiempo haya que estar reinventándose y proponiendo cosas nuevas. Es arduo, pero a la vez es algo muy bueno porque quiere decir que el Banco sigue creciendo y está en movimiento”.