Si el mundo sigue, si la vida, a pesar de tantas acciones desfavorables para la creación y sus criaturas, continúa, es por la acción de muchos seres humanos que, anónimamente, en silencio y muchas veces sin que nadie lo sepa trabajan para eso. ¿Solos, con sus limitadas fuerzas? No. Con el auxilio de una fuerza superior. Podría decirse que tales seres humanos, incluso, no son más que elegidas herramientas de las que se sirve esa fuerza, inteligente, para que la creación no sea aniquilada por otro grupo de hombres, poderosos, pero inescrupulosos, a los que sólo les interesa el oro, la gloria vana y el poder para beneficio de ellos. De todos modos, el daño que esta gente le está ocasionando al planeta es preocupante. Y en tal sentido, vale reflexionar sobre lo siguiente: ¿La conducta del ser humano está cambiando? El hombre común de nuestros días está más irascible e intolerante? ¿Hay otros cambios en el humor y por qué? ¿Es sólo el ritmo de vida que imponen las circunstancias?

En la década del 50 del siglo pasado, el físico alemán Schumann advirtió que la Tierra tenía una resonancia que se propagaba entre la superficie y la ionósfera. Para ser más claro, se producen en ese espacio ondas electromagnéticas que ahora son conocidas como Resonancia Schumann. Esas ondas, desde siempre, han vibrado a una frecuencia de 7,8 Hertz o ciclos por segundos. Es lo que se conoce como el «latido de la Tierra».

No casualmente, también el cerebro (que emite ondas electromagnéticas) de todas la criaturas que habitan este planeta, vibra en la misma longitud de onda. De modo tal que siempre hubo una armonía, vínculo y compatibilidad entre el cerebro de los seres y la resonancia terrestre.

La frecuencia de 7,8 Hertz por segundos que parte del hipotálamo (cerebro) y la de 7,8 Hertz de la Tierra, es esencial para la vida sana en todos los sentidos: psíquico y orgánico.

Esto se comprobó en los viajes espaciales. Cuando los astronautas pasaban la ionósfera, es decir abandonaban el campo de la ondas electromagnéticas terrestres, retornaban algunos con problemas de salud.

¿Qué ha sucedido?

Sin saberse por qué (aunque el lector puede sospecharlo) desde la década del 80, las ondas de la Tierra han aumentado su ritmo o frecuencia hasta llegar a 11 o 12 Hertz por minuto, lo que es una enormidad. Para muchos estudiosos, esta es la causa de alteraciones emocionales y problemas de salud. Este cambio drástico, estaría afectando no sólo al cerebro, sino a todas y cada una de las células del organismo de muchas personas.

¿Qué pudo haber variado el ciclo de 7,8 Hertz a 11 o 12? Estas ondas fueron generadas siempre por la actividad eléctrica natural de la Tierra: rayos, relámpagos, estática… Sin embargo, en la superficie terrestre han aparecido en los últimos 20 o 30 años, millones de antenas que sirven a comunicaciones inalámbricas.

El planeta, además, ha sido contaminado como jamás ocurrió y algo más: se ha comenzado a hablar del ensayo por parte de varias potencias con armas electromagnéticas, capaces de neutralizar al enemigo causándole daño cerebral o lesiones en otros puntos de su organismo.
Claro, el precio lo paga la Tierra y todos los seres vivos e inocentes.

¿Vive hoy la gente más alterada, irritada, ansiosa, a veces excesivamente deprimida, otras con mucha desazón? ¿Hay una inexplicable cantidad de enfermedades, algunas de las cuales determinan lamentables muertes prematuras? Y ¿podría ser que tales fenómenos se debieran al cambio de frecuencia terrestre? No son pocos los que afirman que sí. Un simple razonamiento nos dice que cuando se altera un espacio, es imposible que no se produzcan efectos sobre los que lo habitan. Este es el precio que pagan los seres humanos inocentes, los animales, el reino vegetal por la avidez desenfrenada que tienen ciertos hombres por el oro, el poder para ser injustamente empleado y la gloria vana.