Por Florencia Vizzi

Mercedes Delgado tenía 50 años, era catequista y dedicaba su vida al centro comunitario San Cayetano de barrio Ludueña. Su casa, de puertas abiertas, era eje de actividades de todo tipo para que los chicos de la barriada no anduvieran en la calle y aprendieran cosas nuevas. El 8 de enero de 2013 quedó en medio de un tiroteo entre bandas narcos que se disputaban territorio y falleció. Había salido a buscar a su hijo de 13 años apenas empezó la balacera para protegerlo.

Luego de recorrer un áspero camino en búsqueda de justicia, en febrero de 2016, finalmente sus familiares, vecinos y una serie de organizaciones políticas y sociales, agrupados en la Comisión de Justicia por Mecha, lograron resultados. En un fallo inédito, Héctor Daniel Riquelme, autor de los disparos, fue sentenciado a 16 años de prisión por el  juez Jose Luis Mascali.

Sin embargo, luego de realizada la audiencia de apelación, el pasado 28 de junio, la red que se agrupa bajo la bandera de la comisión, han decidido hacer pública su preocupación de que se vuelva atrás con lo que ellos consideran «una sentencia ejemplar».

La causa judicial

mecha2«Todo lo que había allí, en casa de mi madre, se murió con ella», relata Juan Ponce, uno de los hijos de «Mecha», que se cargó al hombro el largo reclamo por justicia.

Desde la Comisión manifiestan que el fallo en primera instancia, dictado por Mascali, fue “ejemplar”. “Lo que valoramos todos es que, permanentemente,  en los fundamentos de la sentencia, el juez puso en valor la condición subjetiva de la víctima», señala Iván Celis, uno de los tantos que integran la comisión. “Riquelme no mató a una persona cualquiera, asesinó a uno de los resortes del barrio, una persona que cumplía un rol social vital en su entorno”.

Según la causa, el 8 de enero de 2013 Ramón Antonio Piedrabuena y sus hermanos Ramón y David Ferriol, apostados en la esquina de Bielsa y Garzón, comenzaron un tiroteo con Héctor Daniel Riquelme y sus dos hijos, que disparaban desde la puerta de su casa en Bielsa al 6000. No era la primera vez que estas familias zanjaban diferencias a los tiros.

Al escuchar la balacera, “Mecha” salió a buscar a su hijo. Mientras lo hacía, una de las balas la alcanzó en Bielsa al 6100, y pocas horas después falleció en el Hospital Centenario.

El magistrado, a fines del año pasado, separó la causa en dos. En una condenó a los tres hombres que participaron de la balacera y en otra investigó la muerte de la catequista. Finalmente, en febrero, Riquelme, que había permanecido prófugo un año y medio luego de los hechos, fue condenado a 16 años de cárcel por homicidio simple, como autor material del crimen de Mercedes Delgado y por tentativa de homicidio, agravada por el uso de arma de fuego y participación de un menor.

Redes de complicidad 

«Mecha», como todos la siguen llamando, era una referente de Ludueña.  “Con ella murió toda una red de relaciones sociales que aportaban a mejorar la calidad de vida del barrio”, dice Emanuel, también integrante de la Comisión por justicia. A lo que Iván agrega: “Nada justifica la muerte y nada la repara, no esperamos una sentencia reparadora, pero sí que se tenga en cuenta todo el entorno perjudicado, que además es muy vulnerable. En situaciones como esa, la justicia tiene que cruzar la puerta del tribunal y salir a la calle e involucrarse en las historias que atraviesa, y conocer las historias de las víctimas”.

“El problema con los Riquelme es que algunos de sus hijos eran soldados en un búnker del barrio. Hacía mucho tiempo que venían sucediendo muchas cosas, gran parte con la complicidad de la policía del barrio”, relata Juan, que hoy tiene 34 y recuerda haber pasado momentos muy amargos con los efectivos de la seccional 12ª. “A veces es complicado denunciar, porque estamos indefensos ante las fuerzas policiales, y todos tienen miedo”.

“El día que balearon a mi madre, la misma gente de la comisaría le fue a avisar a Riquelme que le iban a allanar la casa”

El relato del joven evidencia las múltiples complicidades y lo complejo que fue sacar adelante la causa. “Cada una de las mecha5pruebas que teníamos iban desapareciendo… esa noche, cuando estaba en el hospital esperando noticias sobre mi vieja, vinieron a avisarme que estaban haciendo el peritaje a varias cuadras de dónde había ocurrido el tiroteo… y cuando, al día siguiente, volvimos al lugar donde realmente había pasado, ya habían limpiado todo… no había balas, no había sangre… nada de nada”, recuerda.

“Fijate mi ingenuidad que, mientras velábamos a mi vieja en el comedor, se acercó un vecino, y me dio una de las balas que él mismo había recogido en el lugar. Y yo no tuve mejor idea que llevársela a la policía… Bueno ¿a dónde está el plomo? ¡Vaya uno a saber, nunca más lo vi, lo hicieron desaparecer!”.

Ponce relata que no la pasaron bien, sufrieron amenazas de todo tipo, tuvieron que mudarse y luego, salir a buscar pruebas y testimonios. “La fiscal, que en ese momento era Araoz –recuerda– apañaba el accionar policial y cuestionaba nuestro trabajo por fuera, pero: ¿qué íbamos a hacer? Finalmente nos constituimos como querella y pudimos presentar los testigos, que fueron fundamentales».

“Uno de ellos era menor, y era clave porque era un testigo presencial”, señala Juan. “Ese pibe la pasó mal, porque vivía a 30 metros de los Riquelme. Lo amenazaron, lo chocaron con el auto, lo apretaron, se tuvo que ir del barrio… sin embargo, y ahí es dónde está el amor y lo que sembró mi vieja –cuenta con admiración el joven– un día se plantó delante de todos nosotros, que ya éramos bastante grandes y seguíamos dando vueltas, y con sus apenas 13 años, dijo ‘hasta acá llegamos, esto se acaba, yo quiero ir a declarar  para que esto se termine de una buena vez. Porque el barrio está aterrado con esa familia’».

mecha3“Por eso yo hablo de como mataron a los talleres y el trabajo que se hacía en la casa de mi vieja”, señala el joven. “Porque todos querían seguir yendo, pero las madres estaban muertas de miedo. Los compañeros querían seguir con las actividades, pero todos pensaban lo mismo, si mataron a Mecha, podían matar a cualquiera”

Indicios judiciales que preocupan:

La audiencia de apelación de la defensa de Riquelme, a cargo de Rodrigo Mazzuchini, se llevó a cabo frente a un tribunal conformado por los jueces Daniel Acosta, Georgina Depetris y Carlos Carbone.

En sus agravios, Mazuchini fundamentó el accionar de Riquelme como “legítima defensa o en todo caso, exceso de legítima defensa” y argumentó además sobre «una construcción mediático sociológica» contra su cliente. «Riquelme es feo, sucio y malo. Le puedo agregar, negro. Si hubiera sido del centro sería el pobre abuelo que defendió a sus nietos», arguyó.

Además, cuestionó  la sentencia por querer aplicar “una pena ejemplificadora”. Y pidió la absolución o la pena mínima para homicidio culposo.

«Hemos tenido algunos indicios que, cuanto menos nos invitan a pensar que hay un debate interno en el tribunal. Eligieron la sala más chica para la audiencia de apelación, parece una pavada, pero no lo es. Cuando se quiere poco público y trascendencia, se usan esos artilugios. Además, un tribunal que tiene cierta tendencia a resolver conforme lo invita el código procesal nuevo de la provincia de Santa Fe, suele resolver en la audiencia. Acá se tomaron 20 días, sabiendo que la feria se suma a esos 20 días… entonces, en un proceso dónde no hay demasiado debate, en el cual  la culpabilidad está harto probada, a lo que se suma una sentencia tan contundente y una expresión de agravios sumamente pobre, ¿que significan estos 20 días con feria en el medio? ¿Cuál es el debate? ¿Qué estamos esperando? Por la contundencia de la sentencia debiera ser algo mucho más sencillo para el tribunal… hasta por el mensaje, porque si el tribunal decide morigerar la pena, el mensaje es: “Rosarinos, cuando tengan un problema, mátense a tiros”, aseguró Iván Celis.

Por su parte, Juan Ponce señala: «Nos preocupamos siempre, porque estamos convencidos de que la sentencia es correcta y queremos que se mantenga. De hecho, en una primera instancia la fiscalía y la querella habíamos pedido 20 años. Pero creemos que esta es una sentencia correcta. El trabajo que hizo mi madre durante tanto tiempo consiguió que la gente reclame, y se organice para llevar adelante ese reclamo. Esa sentencia es como un testimonio de lo que logramos como organización. Yo siempre digo que el motor de una lucha es el amor, es porque se cree en algo, así que es lo que logramos con el amor».

“Hoy en día la casa de mi mamá está vacía… es una casa enorme que quedó vacía», relata Juan, con un dejo de nostalgia.

“Allí funcionaban talleres de costura, de apoyo escolar, de teatro, con unas doñas que venían del Sagrado Corazón, se hacían ferias para mantener el espacio, desde Cáritas traían ropa y la vendían muy muy barata y con eso se sostenían los gastos y se trataba de dar impulso al taller de cocina… Además, mi vieja tenía una relación muy fluida con los chicos. La casa estaba llena todos los días, y muchas veces, tiraba colchones en el piso y se quedaban allí. Había organizado un taller de hip hop y de cumbia, y después se quedaban… entraban y salían cuando querían, era como el comedor San Cayetano, pero en casa” recuerda el joven.

Cuenta además que «Mecha» había armado un cuartito con computadoras viejas “para que los pibes puedan aprender algo”.

“Todo lo que había allí, en casa de mi madre, se perdió todo, se murió con ella», repite Juan, en más de una oportunidad.

—¿Pensás que se puede recuperar algo de ese trabajo?

mecha4—La idea es esa, reconstruir. En un momento pensábamos con mi hermano armar un centro cultural allí. No lo pudimos hacer porque la gente tenía miedo, entonces por el momento estamos usando mi casa y damos los talleres ahí. Estamos a 6 cuadras y los chicos van tranquilos, sin miedo. Así que mi idea es sumar , de a poco, a los compañeros, que ese espacio pueda ser ocupado y sirva para recuperar el barrio para la gente, un barrio que ahora se ha vuelto tan violento. Yo creo que se puede. Hay que pensar que hay muchos pibes en riesgo, la mayoría de los chicos que iban a la casa de mi madre, o están presos, o los mató el consumo… Es muy fuerte llegar al pasillo de  la casa de mi vieja y ver que los chicos se acercan corriendo porque piensan que va a haber alguna actividad o algo así, y cuando ven que nada pasa, se van… eso es muy triste. Así que, sí, tratar de recuperar y construir de nuevo lo que dejó mi madre, esa es la meta.

Fotos: Gentileza Comisión de Justicia por Mecha