por Florencia Vizzi

“Creo que el problema es la forma en que se hizo el traslado, porque se trataba de conseguir un lugar más digno, que ayude a la rehabilitación de las personas que han delinquido, que es el objetivo central de toda unidad penitenciaria”. Con estas palabras, el padre Ariel, capellán de la cárcel de mujeres, que transita ese espacio desde al año 2016, dio su opinión sobre las condiciones en que se encuentran las internas recientemente trasladadas al nuevo complejo penitenciario enclavado en las inmediaciones de 27 de febrero al 7800, quienes vienen denunciando falta de agua, pérdidas y goteras, baños tapados, falta de suministro eléctrico entre otras cosas.

Uno de los temas centrales que marcaron la agenda de la pasada semana fue la presentación en sociedad, realizada por el gobernador Miguel Lifschizt, de la flamante cárcel y el traslado al mismo de las internas alojadas en la Unidad Penal Nº5, ubicada en Puerto Norte. Dicho traslado fue supervisado personalmente por el ministro de Seguridad Maximiliano Pullaro, quien lo calificó de histórico. Ambos funcionarios enfatizaron que el nuevo complejo brindaría otras condiciones de detención, acordes a los estándares internacionales y se convertiría en una cárcel modelo. Sin embargo, los problemas no tardaron en presentarse.

Demasiado apresurado

En diálogo con Conclusión, el padre Ariel, capellán de la Unidad 5, relató que, efectivamente, las condiciones en las que se encuentran las internas allí alojadas dejan bastante que desear, y señaló que, “probablemente, si las cosas no se hubieran hecho con tanto apuro, hubieran salido un poco mejor”.

“Todos los que alguna vez hemos tenido la experiencia de mudarnos de un lugar a otro, sabemos que se producen muchas molestias e imprevistos, eso siempre es así, y es lógico que a veces haya imprevistos y un desorden comprensible. Pero aquí, en particular, la infraestructura no parece ser la adecuada para lo que se pretende, la conexión eléctrica tiene fallas permanentes, las conexiones de agua también, hay pérdidas y charcos y zonas que se inundan, relató el religioso.

“Cierto desorden es lógico, pero esto más bien se trata de que hubo mucha improvisación, lo que hace más difícil el proceso de adaptación. Al haber tanto prisa por hacer el traslado, fallan detalles muy importantes. Por ejemplo, el suministro de agua es muy irregular, por la noche se corta, y la mayor parte del tiempo el agua no llega a las canillas”, detalló el capellán. Y prosiguió, “con estas temperaturas tan tórridas, hay un sólo ventilador por pabellón, lo que hace que el lugar sea irrespirable. Más allá de que algunas internas han conseguido algún ventilador para sus celdas, en el pabellón sólo hay uno, y a eso se suma las fallas en el suministro eléctrico. Con la comida también hay problemas y aquí no hay cocinas, como tenían en la otra unidad”.

El capellán, que forma parte de esa unidad carcelaria desde 2016, se mostró de acuerdo con la necesidad de el traslado, pero señaló que el problema radica en las formas en que se llevó a cabo. “Está claro que el traslado era muy necesario, el otro lugar era muy inhóspito y no reunía las condiciones adecuadas. Lo que digo es que fue muy apresurado. Uno dice como puede ser que en una instalación nueva no funcionen las canillas o que los baños se tapen todo el tiempo”. «Hasta las empleadas del servicio penitenciario la están pasando mal, porque no tienen un lugar para ellas y están durmiendo en el suelo», señaló el religioso.

“Creo que el problema es la forma en que se hizo, afirmó el capellán, porque se trataba de conseguir un lugar más digno, que ayude a la rehabilitación de las personas que han delinquido, que es el objetivo central de toda unidad penitenciaria”, afirmó. “Lo importante es que tenga el objetivo de que cuando la persona salga de cumplir su condena, haya tenido una experiencia que le permita reinsertarse e integrarse a la sociedad, que les permita integrarse y superar esas situaciones que los llevaron a cometer los errores que cometieron. Por eso yo pienso que en ese sentido hay que brindarle todas las herramientas y espacios para que el tiempo que pasen allí pueda ser un tiempo de crecimiento y de superación. Yo siempre predico eso, que no sea un tiempo muerto, sino que sea un tiempo que verdaderamente lo puedan aprovechar para superarse personalmente».

«El traslado es un acierto, y sabemos que hay que tener un poco de paciencia en algunas cosas, pero pienso que se podría haber hecho un poco mejor si no se hubiera apresurado tanto»

La voz de ellas

Las mujeres alojadas allí, muchas de ellas con hijos menores de cuatro años, hicieron llegar sus testimonios a Conclusión que coincide en todo con lo descripto por el padre Ariel.

«Está muy dificil, muchos problemas y no hay respuesta de nadie, la directora vino por última vez el miércoles, el día del traslado y todavía no se acercó a la unidad nueva. No tenemos agua, ni heladera. En el pabellón de madres hay bidones con agua fria y caliente, pero en el otro pabellón no. Hoy el agua vino a las 8 y a las 9 de la mañana ya se cortó. El pabellón se inunda todo el tiempo porque hay pérdidas de agua», relató una de ellas. «En el módulo en el que estamos no tenemos patio, y no hemos podido salir ni una vez porque todavía no arreglaron los horarios para poder acceder al otro patio. Lo pero es que los inodoros, que están en las celdas, se tapan todo el tiempo, tienen una cadenita y no funciona. La verdad es que nosotras estábamos muy ansiosas porque se haga el traslado porque el otro lugar se caía a pedazos, pero resultó que este lugar es mucho peor».

Otra de las internas relató que «no hay servicio médico, no hay agua, el extractor de aire no funciona no nos entregan nuestras pertenencias ni las cosas que traen las visitas, nos nos dan elementos de limpieza y aseo. Esto es un infierno. Antes de venir perdimos lo poquito que teníamos y esto no mejora, estamos peor que en la otra cárcel».

En tanto, desde el Servicio Penitenciariono no brindaron explicaciones pero se comprometieron a hablar con este medio más adelante.