Por Marcelo Chibotta

La historia se escribe a partir de la acción de los hombres o de los pueblos, que en ocasiones adquiere perfiles épicos si la misma se refiere a hechos hazañosos de guerreros o de las clases aristocráticas. No obstante, la épica popular existe y tiene sus protagonistas.

Tal es el caso de Carlos Tula, “el Tula”, como se lo conoce en todos lados, a partir de haber tocado incansablemente el bombo a lo largo de su vida, tanto en las canchas de fútbol como en actos políticos o gremiales y hasta dentro mismo del Vaticano.

En diálogo con Conclusión, “el Tula” contó su historia, indisolublemente unida a la de su bombo desde los tiempos de su niñez: “Mi viejo era antiperonista, radical, y por los años ‘50 me llevaba a la cancha de Central donde cantaban la marcha peronista”.

“Yo era chiquitito, andaba siempre con los grandes y me llevaron a la Plaza de Mayo el 17 de octubre por el día de la lealtad a un acto que estaba el General y justo había un tipo que tocaba el bombo, que era el único, y yo como chiquitito que era le pedí que me dejara tocar… y toqué dos golpes y ya quedé prendido, yo tenía unos 10 años”, agregó Carlos Tula.

Con una verborragia casi imparable, también contó: “En el año ‘50 en el Congreso Eucarístico que se hizo en Rosario le di la mano a la más grande, a Evita, y después mi viejo me cagó a cintazos porque odiaba a Perón y a Evita, a los dos juntos…”.

Enseguida, retomó su historia con el bombo: “Después, en la cancha de Central apareció uno con el bombo, tocó un poco, nadie lo quería tocar porque todos se cansan y desde ahí nunca más lo largué, habré tenido ahí unos 15 años”.

Más adelante, y luego de ser consultado sobre cómo fue que se entrevistó con Juan Perón que estaba exiliado en España, relató: “Yo estaba en la hinchada de Central y tenía el bombo con los colores del club, entonces ¿qué hice?, me fui a la televisión de Rosario, me presenté y allí me permitieron decir que yo quería viajar a España con el bombo con el que anduve por mil lugares para regalárselo a Perón”.

“Entonces hice que para que me ayuden firmen el parche del bombo y por cada firma me daban plata, y llené los dos parches de firmas con todos los jugadores de Central, con la de (José Ignacio) Rucci, la de Lorenzo (Miguel) y con muchos sindicalistas porque yo soy peronista del movimiento obrero, no político”, explicó.

Después de contar que viajó “en un barco de tercera clase”, el Tula recordó: “Era el año 1971, llegué a Portugal y ahí me bajé porque el barco iba a parar el 17 de octubre en Barcelona, y yo ese día quería estar con Perón, entonces tomé un tren y me fui a Madrid”.

“Yo tenía un contacto allá que era el masajista de Boca, Carlitos Capella, y me llevó a un hotel donde estaba José Ignacio Rucci, ahí me fui con el bombo. En el ‘70 yo había estado con Rucci haciéndole el aguante, acompañándolo con el bombo a todo el país con la UOM de Rosario, entonces paré en el hotel donde estaba José que paraba con otro grande, con Herminio Iglesias… ¡Mirá que dupla, dos fantásticos!”, enfatizó.

Sin detenerse en el relato, se permitió hacer una consideración poco habitual: “Herminio se comía las eses, pero cuando vino el gobierno militar dejó la intendencia de Avellaneda con superávit, no como esos intelectuales que son todos chorros… yo me quedo con los peronistas sanos como él”.

“Y ahí le dije a Rucci que lo iba a ir a ver a Perón, le iba a regalar el bombo y que antes iba a entrar tocándolo desde cuatro cuadras antes…y él me decía: ‘¡No! ¡Vos estás loco! ¿Cómo vas a entrar tocando el bombo?’», detalló.

Seguidamente, puntualizó: “Me subí al subterráneo de Madrid hasta el barrio Puerta de Hierro. Ahí cuando estaba a una cuadra empecé a tocar el bombo, estaban los de la guardia española que no entendían nada, me preguntaron que hacía y les dije que iba a regalarle el bombo al General, no era fácil”.

Bueno, así y todo tocaron el timbre y avisaron: «Acá hay un argentino, el Tula, y dice que quiere verlo a Perón para regalarle un bombo… ¡y a los 5 minutos aparece a recibirme el brujo López Rega!, a quien yo no conocía pero él sí a mi… entonces me dijo: ‘Pase m’hijo’, me dijo el brujo, pasé, cerré la puerta y ¿quiénes me estaban esperando? ¡Perón y Rucci!”.

“Cuando lo vi a Perón se me aflojaron las piernas y quedé ahí medio pelotudo, entonces Rucci se avivó, lo dejó al General, se vino caminando hasta mí, me agarró del hombro, me llevó hasta Perón y le dijo: ‘General, este compañero hizo el sacrificio para venir a regalarle su bombo a usted en el día de la lealtad, y Perón medio llorisqueando me dijo: ‘Yo tenía mentas suyas m’hijo’”.

—¿Considera que el bombo sigue siendo patrimonio exclusivo del peronismo?

—El bombo era el signo del Movimiento Nacional Justicialista, cuando se escuchaba el bombo decían “ahí están los negros, ahí están los peronistas”. Pero eso fue cambiando y el bombo ya no pertenece sólo al peronismo, pertenece a toda la gente que está en la lucha, es el instrumento de lucha del pueblo argentino que cuando sale  la calle, de cualquier signo que sea, peronista, radical, comunista. ¿Con qué van? Con el bombo. Y de eso tengo una anécdota. Una vez, durante la campaña electoral de 1983, vino (Raúl) Alfonsín a Lomas de Zamora donde vivo y los de la juventud radical me pidieron el bombo y por primera vez ellos lo tocaron con el que les presté. Después adoptaron el bombo como todos, al punto tal de que una vez estaba yo en Mar del Plata, paso por un acto y escucho bombos y gente que cantaba “hay que saltar, que el que no salta es radical”. Ahí me dije, “bueno serán de los nuestros, peronistas, voy a mirar el acto…pero no ¡eran de la UCD!

—¿Y qué puede contar de la historia del bombo más allá de las fronteras argentinas?

—En el Mundial de Alemania en el ’74, fue el primer bombo de la historia del mundo que entró por primera vez en un estadio mundialista, y al año siguiente los alemanes, los italianos tenían bombos y los españoles lo tienen ahora a Manolo que es el bombo de España… Y el primer proyecto para terminar con la violencia de las hinchadas es mío por lo que vi en Alemania ’74 del comportamiento de las hinchadas allá. Empecé a juntar las hinchadas y ahí jugábamos el preliminar de los partidos de primera, con (Raúl) Gamez que ahora es el presidente de Vélez, con los de San Lorenzo, con Chacarita, con All Boys. En aquel tiempo hicimos la casa del hincha que era un lugar que por ejemplo cuando venía un cuadro amigo a Rosario, los atendíamos, comíamos el asado, en aquel entonces todos cantábamos la marcha peronista, nos tomábamos unos vinos, falopa no había, y nos íbamos a la cancha todos tranquilos y jugábamos los partidos preliminares gracias a mi idea. Un día jugamos con San Lorenzo, ¿y quiénes hicimos la bandera argentina ese día? ¡Milanesa y yo! Milanesa era de San Lorenzo y al día siguiente Evaristo Monti dijo: “Señores, así está la Argentina, ¿ustedes saben quienes hicieron nuestra enseña patria? ¡El Tula y Milanesa! Eso es histórico, es historia de verdad, ¡no es joda lo que digo!».

—Ante la irrupción de tanta tecnología y de lo que parece ser la disminución en la participación de la gente en las marchas con respecto a las que le tocó vivir en otras épocas, ¿ve que el bombo seguirá teniendo la presencia que tuvo antes?

—El bombo tiene importancia porque es un instrumento de lucha. Es para la lucha, con la técnica ahora todos usan conjuntos musicales, pero el bombo sigue siendo una parte importante de lucha para entrar y está en todo el mundo, no solamente acá. Yo le doy manija, no me quedé en el ‘45 con el bombo porque soy peronista pero no soy boludo, yo inventé lo de las trompetas, las bastoneras, y ahora en todas las canchas gracias a eso hay porristas, bastoneras, bombos, trompetas… con el primero que hice eso fue con Menem.

—¿Por qué otros lados, más allá de actos y de partidos de fútbol, anduvo con el bombo?

—Perón me regaló un bombo, me lo robaron en 1972 y después de muchos años apareció porque uno vino y me dijo que sabía dónde estaba. Lo encontré y después nunca dije que era el bombo que me regaló Perón… ¿a ver si me lo robaban de nuevo? Y ese bombo ahora está bendecido por los dos más grandes, por Juan Pablo II y por Francisco. En el año 2000 del jubileo estuve tocando en la Plaza San Pedro, pero estuve muchas veces más tocando para Juan Pablo. La primera vez en 1982 cuando vino Juan Pablo a Luján, después estuve cuando en el Mercado Central hablaron Saúl Ubaldini y el Papa, también estuve ahí, y después estuve cuando fue a una iglesia argentina en Roma por primera vez… es largo de contar… Cuando asumió Francisco le hice una vigilia de 24 horas en la Catedral y después fui a Roma cuando fue la selección argentina, en el 2014. Ahí entré sin audiencia, llevé el bombo y le toqué a Francisco adentro de la capilla donde van todos. Ese día entró la selección argentina, era un quilombo, había avalanchas para verlo al Santo Padre, y después entró la selección italiana que eran uno señores, le daban la mano… entonces el Papa se quedó con eso y les dijo: “¿Ustedes vieron? Así somos los argentinos y el Tula alegra la fiesta con el bombo». Me nombró a mí el Papa, imaginate que no nombró a Messi, me nombró a mi… Y al día siguiente se hizo un acto por la paz en el estadio olímpico de Roma y estuve tocando. Los de la asociación Mensajeros de la Paz, que es una organización que une a todas las religiones del mundo, me dieron un diploma que dice que es el bombo de la paz.