Por Ignacio Fidanza (La Pólitica Online)

La onda expansiva del Waterloo de Fernando Espinoza fue el primer golpe serio para el proyecto de supervivencia política de Cristina Kirchner y La Cámpora. La derrota no pudo ser mas cinematográfica, con el líder matancero encerrado en la sede partidaria de Matheu, prometiendo el arribo inminente de intendentes y sindicalistas que hace rato habían firmado la lista del «Tano» Menendez de Merlo, nuevo presidente del PJ bonaerense, que sumara su glamour italiano a un ya sobrecargada exuberancia peronista.

Espinoza fue un dispositivo clave en la construcción de la candidatura a senadora de Cristina y su alianza con La Cámpora cerraba un triangulo que sometía a los intendentes y obturaba una renovación real. El casi millón de votos de La Matanza, mas lo que mide Cristina, mas la organización del camporismo, se cansó de humillar a los barones del Conurbano, hasta que ya no pudo hacerlo.

Este martes se consumo una de esas tragedias políticas profundas, que como casi todo lo interesante en la vida, ocurrió en la madrugada. Todos los intendentes se unieron para decirle no a la continuidad de Espinoza. Pero la verdadera destinataria del mensaje fue la senadora de la plaza Vicente López. Que lo entendió enseguida.

«Esta no es la unidad que queremos», gritó en la madrugada por el celular Máximo Kirchner a varios de los alcaldes que hace apenas dos años elogiaban las cualidades políticas «innatas» del hijo de la Presidenta y ahora le tuvieron que explicar que sin poder se puede hacer casi cualquier cosa, menos conducir a los gritos. «Les vamos a romper los Concejos, los bloques todo», amenazó sin éxito el líder de La Cámpora.

Espinoza y Máximo fueron dos caras de la misma dificultad para entender el agotamiento de un modelo que tuvo en el arribo de Macri al poder su expresión más visible, pero que inició un desplazamiento que está lejos de haberse completado.

El significante del cambio no pudo ser más explícito. El flamante presidente del peronismo bonaerense cometió semanas atrás el «pecado» de sacarse una foto con el senador Miguel Ángel Pichetto. Esto desencadenó el veto inmediato de la ex presidenta, con una frase típica de su densidad política: «No es confiable».

Este viernes casi la totalidad de los mismos intendentes que apoyaron su lista hace menos de un mes, tomaron ese veto con la seriedad que se le otorga a un tuit. O tal vez menos.

La revolución bolivariana

La toma del Palacio de Invierno del PJ bonaerense representa el primer golpe serio al proyecto de supervivencia cristinista y ofrece un indicio fuerte de la decadencia del neochavismo -o su reciclaje como izquierda ciudadana-, como expresión mayoritaria al interior del peronismo.

El peronismo de centro que intentan construir Pichetto, gobernadores e intendentes, tuvo en el corazón electoral de la Argentina su primer triunfo interno, luego del mal resultado de las legislativas. No es un tema menor. La renovación peronista de Cafiero surgió de esa misma geografía. Es verdad que en el peronismo extrañan aquellos líderes, pero enfrente tampoco sobran los estadistas. Con todo respeto, por unos y otros.

La insurrección se terminó de orquestar en el inmenso local que alquiló Julio Pereyra en la calle Bolívar, a pocas cuadras de la Plaza de Mayo. Los intendentes bromeaban sobre «La maldicion de Bolívar», porque fue también ahí donde asestaron su primer golpe simbólico al cristinismo, cuando acordaron vaciar un acto montado en el vecino Suterh, para entronizar a Maxicmo como conductor de facto del peronismo bonaerense. Aquella foto fue un recuerdo del futuro que se cristalizó esta madrugada.

Cristina se cansó de usar al peronismo para su proyecto personal, en una estrategia de amor por conveniencia que acaso entregó en la pasada elección su ultimo ardor. Los 37 puntos que sacó la ex presidenta salvaron a los intendentes de una debacle definitiva, pero esa elección marcó también el techo de un proyecto que mezcla mal, una visión programática no compartida, con una conducción caprichosa, que para peor, instrumenta a través de su hijo y sus amigos. Podía salir mal y salió mal.

Ahora se abre un espacio en el peronismo bonaerense para el surgimiento de nuevos liderazgos, una necesidad desesperada, cuando observan que desde el entorno de la ex presidenta organizan un «festejó» del Dia del Militante en las puertas de las cárceles, en «solidaridad» con los compañeros detenidos. Ni el guionista más perverso de Cambiemos hubiera imaginado semejante regalo. Camporistas de Cristina intentando reeditar la épica de aquellos que bajo el gobierno del Cámpora de verdad, se movilizaron a Devoto para reclamar -y obtener- la liberación de los presos políticos.

Semejante disparate que equipara revolucionarios con ladrones, explica demasiado el drama sin fondo de la desorientación cristinista. Porque lo que perfora a esa fuerza es eso: la ausencia de un programa político viable para que el peronismo vuelva a ser una fuerza de transformación del país. Precariedad que quedó en evidencia en los gritos destemplados de Máximo, pero también en las semanas previas a la derrota sin brillo de esta madrugada.

Cristina mas allá de vetar candidatos -que le encanta- nunca terminó de trazar un rumbo claro, oscilando entre la indolencia por el futuro de un partido que desprecia y la urgencia de madrugada, al entender que se podía activar un proceso que termine de confinarla a los márgenes del peronismo.

El ganador invisible

Martin Insaurralde fue el gran ganador de la jornada, consolidando la trayectoria que inició al desplazar a Espinoza y La Cámpora como interlocutores de María Eugenia Vidal, en la negociación del presupuesto bonaerense. Fue aquella una derrota de los intransigentes que ahora tuvo su correlativo partidario. Se impuso el diálogo y la visión de futuro de los moderados, que no creen que Macri sea la Dictadura.

Insaurralde trabajó para coronar a Fernando Gray como presidente del Congreso partidario y a Juan de Jesús como segundo de Menéndez. Pero su logró político real fue otro: Reemplazó a Espinoza como el hombre fuerte del peronismo del Sur del Conurbano, que es como decir uno de los hombres fuertes de todo el peronismo.

Una novedad que promete otras: Mas temprano que tarde este nuevo estado de cosas impactará en la conformación de los bloques en el Congreso nacional y en la Legislatura bonaerense. Es muy probable que Julio Pereyra sea el jefe de un bloque de diputados peronistas en la Legislatura provincial. Pereyra es otro de los vetados de Cristina. La novedad es que ahora hay mas vetados afuera que adentro.

En una sola jugada, el intendente de Lomas de Zamora eliminó del tablero a sus dos rivales para la candidatura a gobernador: Espinoza y Menéndez, ya que se acordó que el presidente del partido no podrá ser el candidato.

Es verdad que falta mucho, pero es tan ingenuo creer en conquistas inalterables, como ignorar el valor de ganar batallas centrales. La de anoche fue una de ellas.