Por Alejandro Maidana

El último y deshumanizante ataque de Israel contra la Franja de Gaza, reveló una vez más la respuesta deleznable e hipócrita de Occidente a la política genocida de Israel en los territorios ocupados. La continuación de estas políticas despiadadas y las respuestas de los gobiernos occidentales, especialmente los gobiernos estadounidenses y británicos, generan desconcierto y un repudio que va creciendo a lo largo y ancho del planeta.

El cerco mediático, despiadado y cómplice a la hora del derramamiento de sangre, demuestra explícitamente que la manifestación imperialista y desprejuiciada cuenta con las herramientas suficientes para continuar con el etnocidio que comenzó el 15 de mayo de 1948, el día de la catástrofe palestina. Desde aquel momento y hasta la actualidad, la opresión, el bloqueo, el apartheid y la muerte, siguen siendo los jinetes de un apocalipsis que solo encuentra en la dignidad palestina, una barricada inexpugnable.

 

El presidente estadounidense, el Departamento de Estado y el enviado estadounidense ante las Naciones Unidas «apoyaron el derecho de Israel a defenderse» en respuesta al asalto israelí, al igual que la ministra de Relaciones Exteriores británica, que probablemente será la próxima Primer Ministra en septiembre. Resulta exasperante tener que oír este tipo de posicionamientos, ya que los crímenes se manifiestan impúdicamente y ante la vista de una opinión pública que hace gala de un doble estándar indigerible.

Las principales organizaciones de derechos humanos y derechos civiles del mundo han definido a Israel como un estado de apartheid, mientras que las élites políticas occidentales han optado por aplaudir su derecho a la “legítima defensa”. Cabe destacar que el único derecho a la defensa, debería ser propiedad del pueblo palestino, pero cuando este la lleva adelante es brutalmente catalogado de terrorista. Los gobiernos occidentales parecen preocuparse muy poco por el derecho de las y los palestinos a la vida, la dignidad y la propiedad. Las Naciones Unidas se comprometieron a hacerlo en la Resolución 181, de 29 de noviembre de 1947, y permanecieron inactivas cuando se violaron todos estos derechos durante la limpieza étnica de Palestina.

Los crímenes y violaciones sistemáticas a los derechos humanos que padece el pueblo palestino, se replican a lo largo y ancho de una de una historia escrita con la pluma dominante de las superpotencias. En América Latina deberíamos remontarnos a la época de las carabelas de Colón, o más acá, en las muchas campañas que, a través del genocidio y las reducciones, diezmaron, expulsaron y acabaron con unos distintos pueblos indígenas preexistentes al estado. Pero claro, esto sucede en pleno siglo XXI y ante la vista de todos, una impúdica manifestación de poder y odio racial que atraviesa las fibras más profundas de un mundo que prefiere mirar hacia otro lado aferrado al discurso hegemónico del que todo lo puede.

Jaldía Abubakra es una de las tantas mujeres en la diáspora palestina, integrante del movimiento de la ruta alternativa revolucionaria Palestina (Masar Badil), el movimiento de Mujeres Palestinas (Alkarama) y de la red de defensa de presos palestinos (Samidun), dialogó con Conclusión aportando información que suele no trascender en los distintos medios afines a las elites dominantes. “Desde hace muchísimos años Palestina lleva ocupada, colonizada, más precisamente desde 1948. Cuando hablamos de Palestina debemos corregir terminología, en Palestina no jay un conflicto entre dos pueblos, no existe un conflicto entre dos países por una frontera, lo que hay en Palestina es una colonización de asentamientos, es una limpieza étnica que viene llevando adelante la entidad sionista hace casi 100 años. No lo han podido lograr gracias a la resistencia del pueblo palestino que no quiere desaparecer”.

El pueblo palestino se encuentra solo frente al mundo con una entidad militar criminal que refiere a una de las potencias más grandes del mundo, sin embargo, no se rinde, no claudica. “Lo sucedido días atrás en Gaza, no es otra cosa que lo que viene sucediendo en numerosas oportunidades cada vez que hayo elecciones israelíes, los candidatos al poder tienen que derramar sangre palestina para ganarse sus votos. Esto nos dice mucho de la sociedad que han creado, una sociedad enferma que no les importa que a pocos kilómetros de donde ellos se encuentran viviendo tranquilamente, en donde antes vivían familias palestinas, se este matando a niños, bombardeando barrios, hospitales y edificios. A ellos lo única que les preocupa son los cohetes que lanza la resistencia, y lo presentan ante la prensa del mundo, como una forma de terrorismo. Esto claramente representa una contrariedad, ya que el derecho internacional, pero mucho antes el derecho natural del ser humano, es el derecho a defenderse. Cuando el pueblo palestino se defiende de los brutales ataques de una colonización que persigue una limpieza étnica, lo llaman terrorismo cuando se reconoce en todas las legislaciones del mundo, que un pueblo bajo ocupación tiene derecho a defenderse”.