Por Aldo Battisacco

El arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Martín, tomó posición sobre la editorial del diario La Nación de este miércoles en el que aludió a la Iglesia en cuatro oportunidades haciendo referencia además al apoyo brindado junto a diputados, senadores y el ex gobernador de la provincia, Antonio Bonfatti, y distintas cámaras empresarias y gremios, a la ley que regula la apertura y cierre de grandes comercios los días domingo.

Conclusión dialogó Eduardo Martín acerca de la reflexión que merece la opinión de este medio nacional de las decisiones que tomó el arzobispado rosarino respecto «apoyar» la iniciativa de la Asociación de Empleados de Comercio de Rosario. Y expresó que «la iglesia apoya todo aquello que está en consonancia con su doctrina social que defiende el descanso», fundado en una Carta Apostólica reciente de Juan Pablo II, que se llama Dies Domini (Día del Señor), «que es muy clara al rezar en su texto que todos puedan disfrutar de la libertad del descanso y de la distensión que son necesarias en la dignidad de los hombres», porque no pueden ser satisfechas «si no se salvaguarda un día de descanso semanal, en el que gozar juntos es posible descansar y este derecho al descanso presupone el derecho al trabajo», fundamenta el religioso.

Consultado acerca de cómo entiende el apoyo a una norma de estas características, el arzobispo dijo que «las normas pueden ser más o menos perfectible, no hacemos valoraciones sobre reglamentaciones de las dimensiones de los locales comerciales, son cuestiones técnicas, o de posturas políticas, que no son propias del espíritu religioso», pero «sí apoyamos que la norma procura que más personas puedan vivir y compartir juntos el día del descanso».

Y agregó: «El goce no puede nacer en la soledad, el ser humano debe recrearse y esto no se puede hacer solo, cualquier día de la semana cuando la familia está trabajando o en el estudio, sino juntos», entonces «hay normas que favorecen el encuentro y no se condicen con la lógica economicista que no garantiza la felicidad por el hecho de consumir».

Acerca de la sorpresa que dice generar este apoyo de la iglesia a una norma restrictiva del mercado de trabajo, según La Nación, el sacerdote expuso que «más sorprendente sería que la iglesia no dijese nada, quedara sin voz en esta situación, como no apelar a la libertad que nos legó Cristo para invitar a la libertad, tal vez esa que no se ejercita cuando el empresario que decide abrir un domingo les impone a sus empleados de ir a trabajar, porque el empresario tiene libertad para abrir pero el empleado no tiene la libertad para elegir no hacerlo, por eso la norma protege al que no tiene poder, que es quien menos tiene, y en esto la iglesia debe ser coherente con lo que siempre sostuvo», puntualizó el arzobispo de Rosario.

«Es cierto que la sociedad es compleja -dice Monseñor Martín- pero afirmamos el descanso en libertad que también le corresponde a la familia y a la comunidad, respetamos las profesiones que implican mayor compromiso social como la atención medica, seguridad, espacios de esparcimiento que dan un servicio para mayorías, o la celebración de una misa que hace un sacerdote y de atención a fieles», porque «descansar no es recrear, esto último supone vínculos, disfrute en comunidad, respetando todas las singularidades culturales de una sociedad», apreció.

Martín-Monseñor

Respecto de la existencia de la actividad comercial, el arzobispo dijo «que la Iglesia no puede negar su existencia, condenarla per se, porque es parte de la vida para satisfacer necesidades básicas, pero la proposición de ciertos pensamientos que deifican la existencia del mercado, no puede ser el ámbito ni el eje sobre el cual se cimente la existencia humana».

Preguntado si existía cierta contradicción entre libertad y mercado, cuando la primera permite elección, en tanto el «mercado» tomado dogmáticamente ahoga el principio que dice sustentar, el religioso refirió que «cualquier persona puede comprar o vender, y tiene sus fines, pero estos no puede ser absolutos».

En relación a la importancia de la participación de lo representantes del pueblo en la elaboración de leyes que brinden mayor protección frente a los poderosos, Eduardo Martín consideró que «es necesario que la autoridad instituida elabore leyes que impidan que algunos se sobrepasen al punto de la injusticia».

El domingo y la iglesia

Consultado acerca de si es cierto que «no está en la tradición ni en la doctrina de la Iglesia fijar el domingo como condición», tal cual expresa el editorial del medio nacional, el arzobispo contestó: «Los primeros cristianos asistían a misa y luego a hacer sus labores, luego se amplió el cristianismo en la sociedad y la cultura, por eso en occidente el domingo es el día de descanso, por eso interpretamos que no se ajusta a la historia lo que sostiene la editorial de La Nación, habría que consultarlos porque en el almanaque el día señalado en color rojo es el domingo, que es el primer día de la semana y no el último, porque domingo viene de Dominus, que significa Día del Señor. Por eso los cristianos celebran el día que Jesús resucitó, y esto resulta común a todo occidente».

La editorial del matutino capitalino también recurrió al uso de versículos de la Biblia para fundamentar su postura, por este motivo se lo consultó para ver si es antojadiza la visión que intenta dar, y Eduardo Martín precisó que «esta mirada de poner a trabajo y actividad todos los días de la semana indistintamente no es cristiana». Y agrega: «La ortodoxia judía celebra el shabat y no reclama regulación laboral en este sentido porque los negocias no abren sus puertas».

Los versículos de San Pablo, «mal utilizados por La Nación, están descontextualizados, se trata de un polémica de Pablo con quienes eran judaizantes, aunque él respetaba el descanso sabático porque provenía de tradición judía, hay testimonio de que los judíos habían logrado la autorización del imperio romano para no trabajar el día sábado, pero el no le hacía problema de conciencia a los cristianos que provenían del paganismo que no podían rescatar el sábado por sus obligaciones laborales en un mundo no judío».

Por último, Eduardo Martín posicionó a título de síntesis la convicción que llevó a apoyar a los trabajadores y la ley: «La iglesia no reniega de la existencia del comercio en cuanto a actividad lícita, pero no podemos convalidar los excesos ni desmesuras cuando se quiere imponer algo que no es justo».