Por Andrea San Esteban

Promesas de campaña auguraban éxito a la producción y a las economías regionales. La realidad supera la ficción y hoy sabemos que la producción se contrajo en más del 10% durante el pasado mes de julio.

Hicimos un comparado de diversas entidades y son coincidentes en los guarismos. La Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), UIA (Unión Industrial Argentina) e incluso el Indec (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos), llegan a la conclusión de que en los últimos 8 meses las regiones empeoraron su situación y su comercio exterior.

Como fue advertido, las medidas cambiarias y arancelarias sólo provocaron un efecto riqueza para los exportadores, pero ninguna mejora en el valor agregado ni en el comportamiento interno de los circuitos productivos. La apertura comercial, con importaciones de productos competitivos con las regiones, representa un nuevo agravante. Un segundo problema es que a diferencia del agro en la zona núcleo, las producciones regionales no son anuales. Por ejemplo, en la fruticultura, la viticultura o el sector lácteo, por lo que los procesos de destrucción que hoy se registran serán de reconstrucción lenta.

Ajuste y tarifazos

Según la Cepal, en su último informe sobre Argentina, sostiene que “en los primeros meses de 2016, la economía estuvo supeditada a los efectos de medidas de ajuste y tarifazos, que incidieron en especial en el caso de la devaluación y la eliminación de derechos de exportación sobre los costos internos de los bienes transables, particularmente los alimenticios, provocando un aumento significativo de los precios internos. La inflación acumulada entre diciembre y abril fue del 21,6% y alcanzó el 40,4% interanual. Esto ocasionó una caída significativa de los salarios reales (6,8% entre noviembre de 2015 y marzo de 2016 para los trabajadores registrados) y una contracción de la demanda de consumo privado, el principal componente de la demanda agregada”.

El alza de las tasas de interés inducido por el BCRA a fin de estabilizar el mercado de cambios y la disminución del gasto en obra pública en los primeros meses del año, reafirmaron el impacto contractivo asociado al deterioro de los ingresos reales de la mayoría de la población. La fuerte disminución de la demanda proveniente del Brasil contribuyó en la misma dirección.

La resolución del conflicto con los acreedores que no aceptaron la reestructuración de la deuda (holdouts), planteada también entre los objetivos iniciales del nuevo Gobierno para sortear la iliquidez de divisas, se concretó en el mes de abril y permitió que la Argentina recuperara el acceso a los mercados financieros internacionales. Esto podría ayudar a contrarrestar la contracción macroeconómica observada en los primeros meses del año.

El PBI

“En el primer trimestre de 2016, el PIB creció un 0,5% respecto del mismo período del año anterior, aunque se redujo un 0,7% respecto del trimestre anterior en su versión desestacionalizada (tercer trimestre consecutivo de caída). La información sectorial permite anticipar una contracción más profunda en el segundo trimestre del año. La proyección de crecimiento para todo 2016 depende de los escenarios que se planteen para el segundo semestre”, sostiene la Cepal.

Además, sin fuentes externas de crecimiento de la demanda agregada (debido al estancamiento general del comercio mundial, agravado en el caso particular argentino por la recesión del Brasil), con una política fiscal que, según lo anunciado por el Gobierno, asumirá una posición neutra o contractiva, y ante un consumo interno retraído debido a la caída de los salarios reales, solo una fuerte expansión de la inversión podría restablecer el crecimiento y ubicarlo en terreno positivo. Incluso, si se prevé cierta recomposición salarial en la segunda mitad del año como consecuencia de los aumentos salariales acordados y de la desaceleración de la inflación, que podría acotar la caída del consumo privado, se estima que la contracción de la economía argentina será del 1,5% en 2016. Las expectativas de mejoras se quedaron en anuncios.

Volviendo a las economías regionales, la distribución de la renta al interior de los circuitos productivos es inequitativa. Si el precio que recibe el productor primario es un porcentaje exiguo del precio que paga el consumidor, es altamente probable que existan problemas de rentabilidad lo suficientemente fuertes como para disuadir el ingreso de nuevos capitales a la producción primaria.

Los productores primarios independientes desaparecen y la producción termina controlada por grandes empresas, incluidos los supermercados. Si a esto se le suma la marea de importación en casi todos los productos la tendencia es al quiebre.