por Florencia Vizzi

Nueve años han pasado desde que La Semilla, banda oriunda de la zona oeste de Rosario,  comenzara a construir su camino, con la premisa de “igualdad y alegría”, camino que tendrá un hito importante con uno de los recitales más significativos de su carrera, esté sábado 3 de octubre, a partir de las 21 en el mitológico escenario del club Sportivo América, (Tucumán 2159), por el cual tantas leyendas  del rock han pasado.

Con la producción artística de Agustín Ronconi, quien además participa como invitado en uno de los temas, y la colaboración de murgas rosarinas y nombres de la talla de Tito Fargo, Alvaro Villagra y estudio Abasto, “Dónde van tus pasos”, el tercer trabajo discográfico de La Semilla, que llega cuatro años después del último,   cuya presentación es la excusa para el show de este  sábado, se perfila como uno de esos discos que se escucha una y otra vez  y los temas quedan resonando en la cabeza.

La banda se caracteriza por dos cosas, una es la fusión de estilos que propone, rock, ska, punk  y algo de reggae en una atractiva amalgama con ritmos folclóricos argentinos y latinoamericanos (waynomurga y candombe) cuya mayor virtud, es que, en ningún momento, aparecen como traídos de los pelos. La otra, la más importante, porque de allí surge la identidad del grupo y su trabajo todo, es su impronta comprometida con la realidad social, y su capacidad de convertir  ese compromiso en el alma que  los retroalimenta desde lo individual a lo colectivo, más allá de toda postura políticamente correcta.

LA-SEMILLA---Foto-03Tanto Seba (voz, guitarra, charango, coros)  como el Negro (teclados y percusión) definen a La Semilla como un proyecto, “Es una banda, eso es lo más importante, lo que sostiene todo es la música, pero es muchas otras cosas. Es un proyecto de vida, es una universidad, el mayor rédito que le sacamos es todo lo que aprendemos, la experiencia de vida que tuvimos a través  de La Semilla, no la hubiéramos  tenido individualmente en otros lugares. El encarar la vida de forma grupal y colectiva no se da en muchos espacios”.

Tal vez por eso han sobrevivido tantos años, trabajando de forma independiente y autogestionada, en un ambiente dónde eso es sumamente difícil de sostener. “El sostén se da desde  lo humano, nosotros creemos que si el grupo humano está fuerte, y nos apoyamos los unos a los otros, vamos a funcionar bien”, señala Sebastián en relación a ese punto, “la base de la banda es el grupo humano”.

Puede decirse que el disco recorre un camino perfectamente cohesionado desde afuera hacia adentro. El arte de tapa, pleno de pies y manos, que simbolizan el camino transitado  y el trabajo colectivo, sigue una línea con el sonido, en el cual se nota que nada ha sido dejado al azahar.

El cantante cuenta que en Pueblo Andando (el disco anterior)  “nos dimos el gusto de grabar lo que quisimos, desde una zamba hasta un punk rock bien potente.  Pero  después pasaba que en vivo, parecíamos dos grupos diferentes. En este disco se buscó un poco más trabajar sobre  darle una misma alma al grupo, y en eso nos ayudó Agustín (Ronconi, productor artístico, integrante de Arbolito)”.

“Además, agrega  el Negro, me parece también que hay mucha diversidad en el grupo y en los primeros discos se notaba más la individualidad y los gustos de cada uno, y con el correr del tiempo la banda ha ido encontrando su identidad propia, mucho más fuerte que la individual de cada uno. Fuimos encontrando un sonido y una forma de expresarnos. Esos extremos, que necesitaban ser unidos, finalmente se encontraron y se unieron, un poco naturalmente y un poco, por una decisión de todos nosotros”.

Esa coherencia musical tuvo que ver también con haber estudiado más detenidamente que instrumentos utilizar en cada tema, que pusiera de manifiesto en todo momento, el sonido que el grupo estaba buscando.

El disco, según cuentan los artistas, “tiene mucho trabajo previo”, del que hacen todos los músicos, y del otro, del que hacen sólo algunos que vivencian esa expresión artística como una forma de vida. La composición, los arreglos, el ensayo, el estudio,  pero  también un proceso de selección de temas que tuvo que ver con apropiarse de las canciones desde otro lugar, armando un tipo de taller de estudio  de las sensaciones que generaban cada canción a los integrantes del grupo, para definir finalmente, cuales quedaban. “Fue muy importante, señala el tecladista, que todo nos identifiquemos con las canciones y estemos de acuerdo con la idea que se propone en esas canciones y con lo que expresan”.

A través del eclecticismo instrumental y estilístico de la edición discográfica, de la mixtura bien equilibrada y los arreglos puestos en los lugares indicados, pueden percibirse esas otras cosas que son las que, en definitiva, atrapan. Un trabajo de composición muy cuidadoso con letras pegadizas y bien logradas. A través de ellas se entre lee ese compromiso que empuja a La Semilla, ejes como la resistencia, la esperanza y la alegría. Y tal vez, un leve toque nostálgico que sobrevuela… En relación a esto, su tecladista insiste en que ellos no compusieron desde un eje temático, aunque tal vez predominen algunas cosas: “nosotros escribimos emociones, ideas, sueños, preguntas, inquietudes, incertidumbres, recuerdos…”. A esto, Seba, agrega: “lo que si hay, y predomina en el disco, son las experiencias que fuimos teniendo, los lugares y la gente que fuimos conociendo, las ciudades, los barrios y organizaciones sociales con los que estuvimos trabajando y compartiendo, fuimos también con la banda a Uruguay, a Bolivia… justamente el nombre del disco es Dónde Van tus pasos, y tiene que ver precisamente con lo que fuimos aprendiendo en el camino”.  En esa línea, vuelve a intervenir su compañero: “Pasaron muchas cosas en estos cuatro años, entre esas cosas, el tiempo también, y muchas experiencias, de todo tipo, desde la alegría hasta la frustración. Hubo un crecimiento no sólo musical, sino un crecimiento desde lo humano. Un crecimiento que tuvo que ver con fortalecer las bases. Nuestra premisa siempre fue cantar a la igualdad y a la alegría, entonces nos planteamos ¿dónde hay desigualdad?, bueno, vamos ahí. Y nos dedicamos este tiempo a recorrer los barrios, Villa Banana, Barrio Triángulo, Barrio Ludueña, Bella Vista. A algunos lugares fuimos a tocar y a otros, fuimos a conocer  gente, a caminar el barrio, tomar mate y jugar un partido de fútbol. Pusimos la cabeza, el corazón y el tiempo en los puntos en los que nos interesaba”

2Tal vez, la historia que más refleje el espíritu de La Semilla es aquella que cuentan sobre cómo llegaron a tocar con Manu Chao frente a 7000 personas.

Se refieren a un conocido hecho de la ciudad de Rosario, en que los vecinos de Barrio Triángulo tomaron un bunker y lo tiraron abajo, con el fin de construir allí un centro cultural. “En ese momento –cuentan – se hizo una movida para visibilizar lo que ocurría, el Clásico Sin Violencia, del cual participaron algunos jugadores de Newells y Central. Ese hecho tomó bastante trascendencia y nosotros estuvimos trabajando en el barrio, en ese tema durante mucho tiempo. Estuvimos yendo más de dos meses, hicimos muchas relaciones, y amigos que aún perduran, conocimos a toda la gente y tratamos de colaborar con el proyecto.  En un momento se organizó un festival para hacer más visible lo que pasaba allí, y nosotros participamos entre las bandas que tocaron. Cuando vino Manu Chao, los chicos de Barrio Triángulo le pidieron un espacio para contar lo que estaba pasando, entonces él les dijo pongan un stand durante el recital, pero además, les pidió que manden a alguna banda del barrio que los represente, algún proyecto musical que tuvieran. Y como ellos no tenían,  en ese momento tan complicado,  bandas del barrio, nos pidieron  a nosotros para que los representáramos. Eso fue algo increíble, por la experiencia, porque fue como cumplir un sueño, pero sobre todo, porque llegamos allí a través de un laburo que tiene que ver con la esencia más pura nuestra. Es decir, llegar a dónde llegamos por caminar como caminamos”

Fotos: La Semilla