Por Pablo Martínez

Conseguir la copa del mundo no es una casualidad, es producto de un trabajo serio y responsable, que comenzó con un proyecto de juveniles que se inició varios años atrás, casi una copia de aquella Alemania campeona en Brasil 2014.

Un técnico que tambaleó más de una vez, pero que a diferencia de otras dirigencias, la Federación Francesa de Fútbol respaldó a Deschamps y el tiempo le dio la razón. Con jugadores con un potencial enorme, que le dieron frutos en el certamen mundialista, como Kylian Mbappé, que con 19 años en su primer copa del mundo, le devolvió con goles la confianza que le dio su entrenador.

Francia alzó su segundo trofeo Fifa de la historia, quizás con menos brillo de aquella de 1998, pero con una convicción enorme, conjugando un alto nivel en el rendimiento colectivo y con algunos toques de distinción en lo individual.

Pero no solo se lleva el título aquella selección que juega lindo sino la que juega mejor, y seguramente en ese punto, habrá opiniones diversas, pero nunca habrá que dejar de lado el resultado como objetivo primario. Y los Bleus, fueron contundentes y explosivos, cuando el rival se expuso a un contrataque del imparable Mbappé, acompañado por Griezmann, Pogba, y todo un equipo que tenía hambre de gloria.

Francia se llevó todo merecidamente, porque le ganó a los rivales de mayor peso, apabulló a Argentina, no tuvo sobresaltos con Uruguay, superó al cuco del certamen: Bélgica, y se despachó con una victoria clara ante el complicado Croacia.