El casco antiguo de Mosul era el corazón de la segunda ciudad más importante de Irak, pero los combates entre las fuerzas armadas y los yihadistas lo redujeron a un campo de ruinas, con escombros hasta donde alcanza la vista.

En medio de este paisaje apocalíptico, algunas excavadoras intentan retirar los escombros de las calles de esta ciudad del norte del país «liberada» del yugo del grupo yihadista Estado Islámico (EI) después de una ofensiva de nueve meses. Cerca de allí, unos vehículos blindados se abren paso en busca de los últimos yihadistas ocultos en el sector.

«No quedan más que unos grupos de terroristas que han perdido el control y las fuerzas de seguridad los persiguen», afirma el coronel Salam Jasem Husein, de las fuerzas de élite antiterroristas (CTS), con el pantalón negro cubierto de polvo.

«En realidad la batalla ha terminado, con una gran victoria para las fuerzas de seguridad», afirma, con el brazo en cabestrillo por una herida de guerra. En el cuello lleva un apósito que se despega por el calor.

Horas antes de que el primer ministro, Haider al Abadi, flanqueado por comandantes y oficiales, anunciase el lunes «la victoria sobre la brutalidad y el terrorismo», los soldados seguían luchando en el oeste de Mosul contra los yihadistas atrincherados a orillas del río Tigris.

Por orden del coronel Husein, dos francotiradores y un soldado armado con una metralleta y un impresionante cinturón de municiones al cuello escalaban las ruinas de un edificio para matar a un yihadista.

Cadáveres en la calzada

Este martes, las fuerzas peinaban la zona. «Limpiamos el sector de las células durmientes (del EI). Varios grupos yihadistas están ocultos en refugios», informó el general Sami al Aridhi. En varias calles del casco antiguo hay cadáveres de yihadistas en las calzadas, cubiertos por una manta.

Los combates, los bombardeos iraquíes y de la coalición internacional dirigida por Estados Unidos y los explosivos diseminados por los yihadistas han transformado el lugar en un amasijo de escombros.

Casi ningún edificio se libra de los daños en el casco antiguo, conocido otrora por su bazar, sus tesoros arqueológicos y sus antiguas mezquitas y mansiones. Las calles están alfombradas por pedazos de cemento, chapa y hierros retorcidos de los edificios destruidos o reventados. Los coches calcinados se apilan en cráteres abiertos en las calzadas.