Es difícil comenzar esta brevísima columna de opinión, es difícil escribirla. Tal vez sea porque para algunos hechos dramáticos en la vida de los seres no existen palabras que puedan expresarse. Por eso perdonará el lector si se comete aquí el pecado de ciertas violaciones a las reglas periodísticas. En el mismo instante de escribir este texto, Mauro, el policía baleado por un delincuente, está gravísimo y en la suprema angustia su esposa, su hijita de dos años y demás familiares.

También están conmovidos por el suceso, del que se informa aparte, muchos de sus compañeros y periodistas de Conclusión, pues Mauro realizaba un curso de criminalística al que asisten periodistas de este diario. Desde hacía un año, por lo demás, cumplía servicios de custodia en la Proveeduría de la Asociación de Empleados de Comercio. El hecho ha conmocionado también al plantel de ese gremio.

Precisamente en ese lugar estaba, cumpliendo sus funciones, cuando las víctimas de un robo le avisaron a este policía que habían identificado al ladrón. Mauro hubiera podido quedarse en el destino al que estaba asignado y dar parte del hecho a otros de sus compañeros policías, pero la vocación de servicio lo llevó a perseguir al malviviente. Fue, con todas las letras, un acto heroico.

Es lamentable tener que informar que otra tragedia ha ocurrido en Rosario;  y a propósito de esto,  es hora de que tanto periodistas como lectores comprendan que no se trata de meras noticias, de hechos informativos solamente,  sino de sucesos que a menudo entrañan la muerte y  que marcan para siempre a las personas, a las familias.