Por Guido Brunet

El barrio Las Malvinas o más conocido como Refinería, ha vivido, a lo largo de su historia, una de las más grandes transformaciones en la ciudad. Desde sus orígenes como portuario y obrero, mutó a una zona de trabajadores de diversas ramas hasta llegar a contener en su interior las más fastuosas construcciones de la región.

El área se encuentra sobre la costa del Paraná en dirección al norte de Rosario. Los límites están fijados por la Estación Rosario Norte, Junín, Alberdi, Larrea y Empalme Graneros. La calle French lo separa de Lisandro de la Torre en el norte.

Las Malvinas o Refinería creció hacia fines de 1800 en torno a la fábrica Refinería de Azúcar Argentina Sociedad Anónima -la primera del país- y a los talleres del ferrocarril Central Argentino. Fue uno de los primeros barrios obreros de la ciudad, con una fisionomía ligada a aquellos orígenes y, también, a los antiguos muelles y terminales portuarias de las cercanías. Pero con el correr de los años fue modificando su rostro.

El barrio toma el nombre a partir de la creación de la fábrica. Sin embargo, unos veinte años antes de su instalación se podían encontrar astilleros y algunos asentamientos. Gustavo Fernetti, referente del Museo Itinerante de Barrio Refinería, comentó a Conclusión que “el barrio original prácticamente ya no existe”.

La fábrica

Al norte de las hoy llamadas «tres vías» -en Gorriti y Thedy-, la Refinería Argentina de Azúcar procesaba todo el azúcar que llegaba desde Tucumán en el Ferrocarril Central Argentino para luego ser cargada en los barcos que la exportaban.

Si bien ya había algunos comercios anteriores a la refinería, la incidencia de la fábrica en el crecimiento del barrio es total, a punto tal que el lugar comenzó a ser conocido como Refinería. “Antes eran ranchadas sueltas a lo largo de la costa, como pescadores que trabajaban en los muelles, no había una población concentrada”, dice Fernetti.

La fábrica nació en 1887 a partir de un convenio entre su dueño, Ernesto Tornquist, y el gobierno de Julio Argentino Roca, una especie de préstamo para facilitar su construcción. El dinero se llegó a devolver, pero los primeros años de la empresa no fueron fáciles, entre otras cuestiones, debido al fin de la cosecha de la caña de azúcar. Temporadas después, el negocio florece y la zona se empieza a poblar debido a la necesidad de mano de obra. “Ahí es cuando empieza el barrio a formarse como un núcleo”, refiere Fernetti.

“Esas fábricas, si bien eran modernas, tenían un límite”, dice Fernetti. Es que en el norte del país, los ingenios comenzaron a tener su propia refinería, y además, hubo una baja en el precio del azúcar. Entonces, como alternativa, se comenzaron a producir algunos jarabes, entre otros alimentos. Luego, en la década de 1930 la fábrica se reconvierte y pasa a ser una maltería.

Por otro lado, al fallecer el dueño, que, según Fernetti, tenía un estilo personalista de manejo, los hijos no fueron capaces de continuar con la administración de la fábrica. Esto, sumado a la crisis mundial de los años 30′ terminó por sellar el cierre de la refinería, pero aparecieron otras industrias.

Las fábricas y los talleres ferroviarios eran las principales fuentes de trabajo de la ciudad, por lo que el barrio, se conformó, junto con Arroyito, como una importante barriada obrera en la ciudad.

Al cerrar la refinería, había otras fuentes laborales. “Mucha gente comenzó a trabajar en otras zonas, por ejemplo en el Swift”, explica Fernetti. “Ya no es un barrio obrero porque hay fábricas, sino porque vive gente que es obrera. Trabajan en fábricas, pero no necesariamente en el lugar”, detalla el investigador.

La zona también guarda una historia de conflicto gremial como una de las más recordadas del lugar. En 1901 los trabajadores de la refinería se unieron en una manifestación que fue reprimida por la policía. Como consecuencia, fue asesinado Cosme Budislavich, quien sería la primera víctima fatal de la represión contra el movimiento obrero argentino. Aquel hecho quedó plasmado por Antonio Berni en su famosa obra “Manifestación”.

Combinación de factores

El crecimiento del barrio Refinería se debió a una combinación de factores, no solamente fue a raíz la instalación de la fábrica. También influyó la llegada de personas desde otras latitudes. Ya que entre 1880 y 1910 la ciudad sufrió un “salto inmigratorio”. “En ese lapso creció mucho la población; casi un tercio de los rosarinos eran extranjeros”, explica Fernetti.

Se calcula que unas 1.500 personas habitaban el barrio en ese momento, cosa que para aquella época en la ciudad era una “barbaridad”, dice el investigador. Además, en esa época se instalaron talleres ferroviarios, que también necesitaban de personal.

Para mitad del siglo XIX la ciudad ya contaba con 9.785 habitantes según el Censo Provincial de 1858, de los cuales el 22 por ciento eran extranjeros. Y hacia finales de esa centuria la cantidad de habitantes ascendía a 50 mil, de los cuales el 49 por ciento eran nacidos en el extranjero.

Por otra parte, el barrio contaba con gran cantidad de conventillos, pero a la par se hacen lotes pequeños en la zona adonde los pobladores van a vivir. Los obreros poco a poco se trasladan y empiezan a llegar nuevos dueños, según Fernetti, abuelos de algunas personas que aún hoy viven allí.

El tranvía también hizo lo suyo conectando a los distintos barrios con el Centro, como Arroyito, Industrial y Rivadavia. Luego, la segunda inmigración, sumado a la gente que vino a trabajar en el ferrocarril, repoblaron el barrio.

“En los años 50 el barrio se transforma en un barrio de clase media-baja, y con el tiempo mantuvo esa imagen. Pero para el lado de Francia, Jujuy y Guemes aparece un barrio de bajos recursos que se llamó Las Latas”, cuenta Fernetti.

 

El barrio se da vuelta

En un primer momento el barrio se concentraba desde Monteagudo hacia el río. El núcleo obrero era Vera Mujica y Junin. Era una zona porturia y ferroviaria, “no iba nadie ahí”, señala Fernetti, debido a las condiciones precarias del lugar. El barrio original, que estaba pegado a la fábrica en la zona de los puertos, era “indeseable para la clase media”.

Algo más alejados del puerto, se instalaron empleados de otros rubros, que “con el tiempo generaron un barrio nada que ver con el original”. Así que luego se empezó a desarrollar desde Monteagudo hacia Avellaneda. El barrio da la media vuelta y empieza a mirar a la avenida.

Entre el 40 y el 50 aparecen clubes, como el homónimo del barrio (aún funciona en Monteagudo 338) y Alba Roja, que comenzó llamandose Club Losada, debido a la tienda del mismo nombre que existía en la esquina de Gorriti y Avellaneda.

Tiempo más tarde, Losada modifica su nombre debido a la ideología comunista de su presidente y se traslada al patio de una casa en la calle Santa María de Oro 320 bis. Allí se realizaban actividades sociales, como festivales folclóricos. Además, la entidad contaba con un equipo de fútbol que se impuso en torneos zonales.

Aquella fisonomía de muelles, conventillos, barcos y fábricas hoy cambió notoriamente, y en muchos rincones le dio paso al lujo y la modernidad, aunque conservando entre sus calles la esencia barrial que lo ha caracterizado.

“El barrio que era Refinería practicamente ya no existe, queda muy poco. Queda sí el Refinería de los años 50”, afirma Fernetti.

Lugares tradicionales y construcciones lujosas

En el extremo sur del barrio se encuentra la Estación Rosario Norte, la cual durante muchos años fue la estación ferroviaria principal de la ciudad. La infraestructura vial más importante es el Túnel Celedonio Escalada, el cual pasa por debajo de Rosario Norte y conecta Las Malvinas con Pichincha.

En la actualidad, en la zona se puede encontrar el Macro (Museo de Arte Contemporáneo de Rosario), el Parque Sunchales al borde del río Paraná, el Parque Scalabrini Ortiz, que representan amplios espacios verdes y el barrio inglés, donde se ubicaba el complejo Batten Cottage y Morrison Building, y el centro comercial Alto Rosario, entre otros sectores.

Hoy, Puerto Norte -una especie de Puerto Madero local- se ha transformado en uno de los lugares más exclusivos de la ciudad. Allí se encuentra la mayoría de los edificios más altos y vistosos, con una ubicación cercana a la zona céntrica de Rosario y una privilegiada vista al río desde lo alto.

Con respecto al edificio de la Refinería, diseñado por arquitectos ingleses, ya es parte del patrimonio arquitectónico e histórico de la ciudad y en él se planea la construcción de un complejo de viviendas y comercios.

Cuando se construyen las inmensas torres como Dolphines o los condominios del Alto, Puerto Norte y Maoui, el barrio cambió en aquel punto. Sin embargo, el resto permanece similar al que se conformara en los años 50. “Ese es el barrio que hoy se conserva, el original fue modificado por las construcciones nuevas”, aclara Fernetti. “Lo que quedó fue un barrio de clase media, que originalmente era la parte despoblada de Refinería”, completa el arquitecto.

Fernetti vive en el barrio hace más de quince años, frente al Alto Rosario, donde va de vez en cuando para comprar en el supermercado que hay allí dentro. Con respecto a los cambios que sufrió el barrio, Fernett dice: “No soy un tipo nostálgico. Pero yo creo que la nostalgia de la gente del barrio es por otra época, los 60 o 70. Si ellos hubiesen vivido en el 1900 no tendrían nostalgia, era horrible vivir ahí”.

«Veo una involución en que haya gente con departamentos millonarios y cruzando ahí nomás personas que viven como en la época de la Refinería, en una villa que es como la del barrio Las Latas. En eso no avanzamos. Las diferencias sociales se siguen manteniendo”, expresa Fernetti.

El viejo barrio obrero hoy conjuga el lujo con la sencillez y la pobreza. Las gigantes torres se asoman desde lo lejos, aunque de cerca, como siempre, se ven las flaquezas. Es así como se pueden observar las diferencias entre las opulentas construcciones con las humildes viviendas del lugar, separadas tan sólo por una avenida.