Por Guido Brunet – Fotos: Florencia Vizzi

El sonido de un dúo de cuerdas interpretado por dos jóvenes mujeres acompaña a la gente que ingresa lentamente al cementerio. Ya adentro es oscuro. El único atisbo de luz proviene de la linterna del maestro de ceremonias, un hombre alto, flaco y arrugado, vestido con ropas negras y adornado con cadenas, aros y pulseras.

Al comienzo la tensión y ansiedad se siente en los visitantes. Los casi 50 invitados de entre 25 y 60 años escuchan expectantes la alocución del extraño presentador, que detalla las historias dentro de esta «ciudad de muertos», este inmenso lugar que contiene bajo su tierra a más de cincuenta mil cuerpos que allí descansan. Pero no solo están sus cuerpos, también sobrevuelan el lugar sus historias, amores, traiciones, pasiones, olvidos y rencores. De todo eso habla el hombre que se posa erguido ahí adelante. Porque las tumbas dicen mucho más de lo parece.

El anfitrión es el creador Dante Taparelli, director de Diseño e Imagen Urbana dependiente de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario. El artista es quien promueve desde hace nueve años las visitas guiadas al cementerio El Salvador, una necrópolis enclavada en uno de los pulmones de la ciudad, el Parque de la Independencia.

Para la gran mayoría el cementerio despierta sensaciones dolorosas. Pero el artista ve algo más allá en este campo oscuro y hasta tenebroso, porque a veces basta con mirar desde otro punto un mismo lugar (a la vista de todos) para encontrar nuevos significados. “Acá adentro hay una gran enciclopedia de vidas que estaba oculta a la vista. Todo lo que está hecho en el cementerio es para que lo aprecien los vivos, no los muertos”, dice Taparelli. Su tono de voz es tenue, pausado y casi no mueve sus labios al hablar, pero no hace falta gritar para llegar a todos los oyentes, ya que el silencio que envuelve el lugar permite que se escuche nítidamente cada sonido. “Los muertos ocupan una pequeña porción de este lugar, a mi entender contra natura, porque yo creo que debería ser como decía mi madre, que quería que sus cenizas fueran arrojadas al viento», agregó Taparelli. Y el recorrido arranca.

Ya en el interior de parque cada obra posee un mensaje, a veces a la vista y otras veces oculto. Según se avanza en el camino se van contando las historias de los «residentes» del lugar, las internas de las familias y los simbolismos propios de las obras que se encuentran en el cementerio. Como el concepto que establece que los ángeles que están al lado de los difuntos no son seres protectores ni mucho menos, sino que representan al espíritu que se despide de esa encarnación.

«En este lugar hay una batalla épica entre dos pensamientos filosóficos religiosos muy arraigados. Uno que dice que cuando uno muere descansa en paz eternamente. Y otro que dice que eso es una blasfemia porque el cuerpo no descansa nunca y el espíritu menos y que cuando uno muere vuelve corregido y mejorado. Esa creencia le da al cuerpo el valor de ser nada más que un vehículo. Y que dice que cuando uno muere el espíritu se separa”, recitó Taparelli.

Entre comentarios metafísicos, filosóficos, artísticos, leyendas y algo de humor van pasando una tras otra las diferentes tumbas, algunas tan bellas como impactantes. Cafferata, Lisandro de la Torre, Guillermo Estévez Boero, Grandoli, Ovidio Lagos son algunos de los reconocidos personajes que duermen en El Salvador. Otro de los residentes es Guerino Troilo, autoridad a nivel mundial de la masonería, porque «este es un cementerio loco, hay masones y judíos». Y con ellos, todo el simbolismo que encierran sus creencias resumido en las construcciones que los acogen.

Aquí nada es casualidad, ninguna construcción está librada al azar. Una muestra de ello es el sector de Ovidio Flores, un acaudalado empresario que murió, según Taparelli, dejando un paraíso, como lo era su estancia a unos kilómetros de Rosario. En su tumba rodeada de flores, plantas y esculturas bucólicas, el guía dice que dejó la fórmula de la felicidad, que es la naturaleza, «imagínense la vida que hubo detrás de ese paraíso».

Más adelante se ubica el espacio de la familia Pinasco, por ejemplo, donde yace el antiguo intendente de Rosario entre 1904 y 1906. Según el guía la construcción “parece un banco, un depósito”, percibe Taparelli por lo frío de su estructura. En ese sentido, a unos metros se vislumbra la tumba de Ángel Guido, el arquitecto que diseñó el Monumento a la Bandera, cuyo refugio parece casi una imitación de la estética de su obra magna. Y una pequeña placa al costado reza escuetamente: “El gobierno y el pueblo de Rosario a Guido, artífice del Monumento”.

Entre las perlas de El Salvador podemos encontrar varias obras del pintor y escultor rosarino Lucio Fontana, una lujosa construcción con veinte metros de profundidad o un panteón con una cámara secreta, “cuya belleza podría pertenecer al lugar más lindo del Museo Estévez”. “Es que hay monumentos que deberían estar en plazas”, reconoce el artista.

Los mismos propietarios de la casona de Santa Fe y Laprida donde hoy se erige un museo descansan a pocos metros. Ya casi al final del camino nos topamos con el Paseo de los ilustres, donde se ubican personajes característicos de la ciudad como Julio Marc o Firma y Odilo Estévez. “Los quiero ver acá dentro de 70 años”, arengó Taparelli. Y descubrimos también el Mural de los Aparecidos, un homenaje con fotografías de los muertos en la última dictadura militar. “Para que ya no haya desaparecidos…”, dice su ideólogo.

Otro de los personajes destacados que tiene que ver con el lugar es Camilo Aldao. Cuando comenzaron las visitas, la familia pretendía llevarse los restos al pueblo cordobés que hoy lleva su nombre. Pero al comenzar los trámites de «mudanza», se dieron cuenta de que debían una verdadera fortuna al municipio. Así que la familia, al no poder pagar la deuda, debió, de todas formas, sacar los restos del militar. “El asunto es que el panteón está en un ubicación inmejorable del cementerio. Si fuese un departamento, sería uno enfrente de Monumento con vista al río”, bromea Taparelli. En contraste con el escenario, el sentido del humor es algo recurrente durante la visita. “Ahora va ser la oficina de información de El Salvador. Así que va a ser el primer panteón en el mundo que tenga wi-fi”, comenta el guía.

Durante el recorrido Taparelli incluso presenta a su madre y a su padrino y “papá del alma”, quienes se encuentran en este mismo cementerio. Bajo un pequeño árbol se hallan las cenizas de su madre, que fueron enterradas por empleados del lugar. “En los nueve años que hago el recorrido nunca tuve que dejarle flores a mi mamá, porque siempre que vengo ya tiene. La gente sabe que es mi madre y le regala flores”, dice agradecido el guía.

El cementerio es un lugar donde descansan cuerpos, pero también historias, relatos, experiencias, engaños. Hacer las visitas nocturnas al El Salvador es también reconocer este lugar como un enorme museo a cielo abierto, con su arquitectura, sus estatuas, esculturas, senderos y mensajes -y también es una brutal y descarnada demostración de la grandeza, pero a la vez pequeñez de nuestra existencia-. A lo largo y ancho de sus cinco hectáreas, en cada rincón hay un relato que trasciende épocas y que forma parte de la historia de Rosario. “Es un testimonio de lo que pasó antes que nosotros”, expresó Taparelli para ir culminando la visita. Es que allí, incluso duermen muchos de los que construyeron esta ciudad.

Antes de finalizar el extenso recorrido, el anfitrión se despide con una frase que resume todo: “Ahora, la ciudad tiene raíces y están acá”. Tal vez para conocer esas raíces e historias es que ya son más de diez mil las personas que eligieron emprender este recorrido nocturno en los nueve años que lleva el proyecto. Minutos más tarde llega el final del trayecto y es hora de abandonar el parque. Sin embargo, un pequeño grupo demora su salida.

– ¿Se quieren quedar adentro?-, preguntó un empleado del cementerio mientras las personas comienzan a acelerar el paso para volver a la ciudad de los vivos…

* Las visitas guiadas a El Salvador vuelven a realizarse desde el día de hoy. El primer recorrido partirá a las 10. La convocatoria es con entrada libre y gratuita y sin necesidad de inscripción previa.

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