Por Guido Brunet

Techo Rosario suspendió en marzo pasado y por seis meses las actividades en los barrios debido al contexto de violencia que observaron en la ciudad. El plazo se cumple en septiembre y la organización se encuentra actualmente realizando encuentros con vecinos y visitando referentes barriales para conocer la situación de la inseguridad en estos momentos en ciertas zonas de la ciudad. Tomás Gregorini, director de la oficina Rosario dialogó con Conclusión acerca de las causas que obligaron a la ONG a tomar la decisión de suspender sus actividades y el trabajo que realizan en los barrios. El director local se mostró optimista en el regreso de la organización al trabajo barrial, aunque advirtió: «Si no hay una propuesta concreta para noviembre nos vamos de la ciudad, no hay término medio».

«Estábamos expuestos ante violencia, que por suerte nunca llegó a mayores, tuvimos bastante suerte. Esto nos hizo repensar la forma de trabajar en la ciudad”, manifiestó el hombre que comenzó como voluntario en Buenos Aires y, al abrirse la sede rosarina, decidió trasladarse a la ciudad.

 

Techo, educación, salud y trabajo

Techo se desempeña en diez provincias del país: Salta, Santa Fe, Córdoba, Misiones, Corrientes, Chaco, Buenos Aires, Neuquén, Río Negro y Tucumán. La organización cuenta con alrededor de 1.500 personas que trabajan en Argentina, de las cuales el 10 por ciento es rentado. Argentina es solo uno de los 19 países donde se desempeña la organización, ya que en sus 15 años de trayectoria, ha logrado expandirse por todo Latinoamérica y el Caribe, entre otras cosas, construyendo casas para los que menos tienen. En Rosario, la organización trabajó hasta fin del año pasado en los barrios San Martín Sur (San Martín y Circunvalación), La Cariñosa (Avellaneda y Circunvalación), La Cava y El Cañaveral (Rouillón y Garibaldi), Los Pumitas y Cullen (Empalme Graneros) y Camino Muerto (Granadero Baigorria).

«Cuando vemos que en un barrio no hay un espacio consolidado, buscamos generarlo, entonces formamos lo que llamamos Mesa de Trabajo. Son talleres con los vecinos de los que surgen las principales necesidades e intereses de las personas que viven allí. A partir de ahí resolvemos qué es lo que vamos a proponer». Las propuestas de la organización pueden ser viviendas, pero también capacitación en oficios, desarrollo de emprendedores o programas de salud y educación. “Buscamos siempre escuchar a la comunidad primero», remarca Gregorini.

Al ser consultado acerca de cuáles son las principales necesidades que encontraron en los barrios, el director de Techo Rosario respondió:  «Veníamos trabajando en todos los barrios con viviendas de emergencia y en tres de ellos, también con mesas participativas». En San Martin Sur, cuenta que comenzaron por un proyecto que consistía en colocarle nombres y carteles a las calles y pasillos. «Este era un problema que planteaban, ya que al no tener una dirección llamaban a una ambulancia y no tenían cómo llegar. Después se empezó con un proyecto de limpieza de la basura. El camión no pasa por todas las calles, solamente por las periféricas del barrio, entonces la gente tira la basura en una esquina y la quema”, describe Tomás.

“Obviamente en todos los barrios siempre carecen de las necesidades principales y estructurales, como el acceso a la electricidad, el agua potable, cloacas, falta de pavimento e inseguridad. Pero esos son problemas que se atacan después porque requieren mayor organización, unión, trabajo de juntar firmas, visitar los Distritos, requiere más trabajo entre los vecinos, entonces eso se ataca luego. Primero abordamos proyectos que son más viables”, detalla el coordinador de la sede local.

Según indican desde la entidad, en Rosario ya se levantaron 498 viviendas de emergencia en seis barrios diferentes. La fundación presentó hace dos años un relevamiento de los asentamientos del departamento Rosario y, de acuerdo al informe, existen 172 zonas de emergencia en que viven unas 50.500 familias. En ese entonces, los números marcaron que el 94 por ciento está conectado a la luz de manera informal y el 91% no tiene conexión a la red pública de agua.

 

Ciclos de violencia

Luego de casi 4 de trabajo en la ciudad, desde marzo de este año, la organización debió interrumpir su actividad en el territorio debido al clima de inseguridad que se vive allí, «por el contexto de violencia que atraviesan los asentamientos», anunciaba en aquel entonces un comunicado. “Se empezó a visualizar un contexto de inseguridad en los asentamientos, y observamos diferentes tipos de situaciones, que no eran hacia la organización sino que eran propias del barrio, relacionado al narcotráfico o no. Los vecinos a eso lo sufren a diario y nosotros estábamos expuestos a hechos de violencia, que por suerte nunca llegaron a mayores, tuvimos bastante suerte. Por lo tanto, comenzamos a pensar la forma de trabajar en la ciudad para seguir colaborando con algunas comunidades, pero de otra forma», relató Tomás Gregorini.

De acuerdo a su trabajo en algunas zonas de la ciudad, Gregorini analiza la situación como cíclica. «Hay lapsos de violencia, que se pueden dar por la llegada de un actor externo, por ejemplo, una banda que vende droga u otro grupo. Entonces de repente se activa un ciclo de violencia que dura unos meses y después desaparece. Nosotros tuvimos varios conflictos a fin de año en un barrio que era más tranquilo y los que antes estaban más serenos ahora están más complicados”, detalla Gregorini.

Gregorini aclara que otros lugares, como el conurbano bonaerense, no están exentos de este tipo de situaciones, «aunque allá también existen algunos barrios tranquilos», pero el responsable de la sede local cuenta que en Rosario “cuesta encontrar lugares tranquilos”. «Esta situación generaba cierto miedo a los vecinos que hacía que quieran irse de su lugar. Y algunos proyectos quedaron truncados porque a partir de cierta calle no podíamos avanzar», continúa Gregorini. De los barrios siete barrios de la región donde participó la ONG, el titular de la oficina Rosario manifiesta que «el más tranquilo es el de Granadero Baigorria. Ahí no vimos tanto grado de violencia, pero en los seis de rosario sí”, cierra contundente.

A partir de marzo, la organización comenzó a generar encuentros mensuales con los vecinos de los barrios, fundamentalmente para conocer si hubo cambios en cuanto a la inseguridad. Estas reuniones se llevan a cabo en puntos céntricos de la ciudad y la ONG les proporciona transporte a quienes deseen participar de los encuentros. “Además estamos reviendo la forma de trabajar con el equipo, qué se puede mejorar, y estamos entrevistando otras organizaciones sociales, expertos en no violencia y narcotráfico. En realidad ya había diálogo con el municipio, pero sirvió para definir el trabajo concreto y articularlo», destaca Gregorini.

Desde Techo precisan que no dependen de ningún partido político, sino que trabajan de forma independiente. «Somos una organización apartidaria, pero no significa que seamos apolíticos. Buscamos articular con Municipio, Distritos, Provincia, Nación, buscando facilitar a los vecinos esos contactos, redes, para que ellos se junten y se organicen y nosotros podamos acompañarlos. No buscamos ser su voz ni su representante, solamente acompañarlos».

 

Un lazo muy fuerte

Por otro lado, Gregorini da cuenta de que al colaborar en una actividad solidaria, «hay una satisfacción que siente un voluntario porque el vínculo que se genera con los vecinos es muy rico, ya que el vecino ve el desinterés del voluntario que entra a trabajar, que no busca ningún tipo de beneficio. Al no tener un partido político detrás, eso el vecino lo nota». Además, Tomás expresa que «se genera un lazo muy interesante entre la familia y los chicos que van a construir porque viven un fin de semana entero donde trabajan mano a mano, comparten almuerzos, desayunos, cuentan su historia de vida y a la familia le queda un módulo de emergencia que a comparación de su vivienda anterior mejora su calidad de vida. Más allá que no es modulo definitivo, que hay que apuntar a más».

Luego, el titular de la sede Rosario completa: «Se genera un lazo afectivo muy grande porque se rompen barreras, se dejan atrás los prejuicios, se comparte, y eso es lo que se genera en el programa de viviendas que después se extiende a otros espacios, ese vínculo afectivo que para mí es del corazón que tiene Techo. La ciudadanía tiene que saber que hay personas que no están así porque quieren, hay que empezar a reconocer la falta de oportunidades, la vulneración de derechos y ver esa injusticia».

 

 El futuro de Techo en Rosario

En septiembre culmina el periodo de revisión, entonces la idea es tener una propuesta concreta de trabajo para fin de octubre, principio de noviembre. Esto se determinará en base a lo que vaya saliendo en los encuentros con vecinos. Aunque Gregorini es optimista: “Vamos a volver al territorio, aunque sea con tres voluntarios por barrio o diez o quince. Nosotros nos caracterizamos por el hacer, todo este tiempo de pausa es muy raro. Para octubre o noviembre tiene que estar la propuesta concreta, si no hay un proyecto firme nos estaríamos yendo de Rosario como organización. Es una u otra no va a haber más tiempo para repensar».

Gregorini explica que «desde la parte comunitaria los vecinos están muy solos. Donde estamos trabajando la participación del Distrito es muy baja», aunque reconoce que «esto no quiere decir que no trabajen en los Distritos, a lo mejor en este momento priorizan lugares diferentes». Por eso, uno de los planes de la fundación es generar mayor presencia estatal y de otras organizaciones en los barrios para que tanto el vecino como los voluntarios pueden trabajar con mayor contención. «No es lo mismo entrar a un asentamentiento solos que ir con trabajadores sociales y arquitectos del Distrito, por ejemplo. Entonces comenzamos a plantear este trabajo para que otros actores se involucren más, generar una espalda».

Al ser cuestionado sobre si observaron presencia de policial en los barrios, el responsable de la sede local, responde: «Hay cierta presencia de las fuerzas de seguridad, el tema es que los vecinos no confían, hay una doble situación con la Policía: no confían, pero tienen que llamarla. También dicen que no entran cuando tienen que entrar y los vinculan a ciertos negocios. Nosotros creemos que la solución no es la fuerza de seguridad, pero es necesario que esté. Pero el vecino no confía -repite Tomas- Y por algo será…».