Por Carlos Duclos (enviado especial)

En las madrugadas, cuando el silencio y la soledad se apoderan del imponente y maravilloso Palacio de Versalles, en París, los espíritus de Luis XIV, Luis XV y Luis XVI, los de María Antonieta, de sus hijos y demás integrantes del séquito monárquico, seguramente salen de algún lugar misterioso, desconocido, del espacio y del tiempo, y envueltos en nostalgias de tiempos pasados y versalles_1gloriosos, deben de caminar, como la hacían antes (cuando la vida y el poder eran de este mundo) por esos salones deslumbrantes, por esos jardines tan inmensos como bellos. Por las madrugadas solamente, claro, porque durante el día el magnificente palacio está a cada instante, siempre, atestado de turistas de todas partes del mundo que observan asombrados el lujo que es allí la propia y pura naturaleza.

Describir el Palacio de Versalles con palabras e incluso con imágenes es una tarea ardua, más que ardua imposible. La belleza que allí existe, el lujo y la perfección de la arquitectura es tal, que en rigor de verdad el diccionario de la Real Academia Española, o de cualquier otra lengua, carecen de palabras para efectuar con cierto éxito una más o menos detallada descripción. Tanto material deslumbrante, sólo puede ser observado.

La construcción es inmensa, las salas y salones cuantiosos, la arquitectura y el arte casi perfectos en los más simples y diminutos detalles. El lujo es el mismo espíritu del Palacio. Los techos altos, las puertas anchas y labradas, y las espaciosas e iluminadas salas revestidas de frescos y cuadros, hacen del lugar algo soñado.

Breve historia

El Palacio comenzó a construirse durante el reinado de Luis XIII, pero sólo como un lugar de caza. Fue Luis, un político perspicaz y absolutista, quien impulsó la construcción fastuosversalles_2a y lo eligió como centro del poder monárquico. Ese fue el comienzo del esplendor de Versalles, cuya ampliación se multiplicó a través de los años. Un dato importante es que Luis XIV reinó durante setenta años, de modo tal que durante ese tiempo el castillo tuvo mejoras y ampliaciones. En determinado momento hubo más de 3.000 albañiles trabajando en él.

Pero todo tiene un fin y para el palacio éste comenzó durante el reinado de Luis XV. A este monarca no le importaba mucho ni el castillo ni la política. Sin embargo, sería durante el reinado de Luis XVI, cuya esposa era María Antonieta, que el castillo vería caer su esplendor. Como se sabe, Luis XVI, mediocre como político y rey, influenciado para muchos por su esposa, indiferente ante la situación social, fue condenado a muerte por los revolucionarios y la misma suerte corrió meses después la misma María Antonieta, a quien el pueblo le llamaba la “perra austríaca”, y quien estaba sospechada de traicionar a Francia en Favor de Austria.

El destino de estos reyes y las sombras que siguieron al gran palacio de la luz eran sucesos anunciados, circunstancias que irremisiblemente iban a ocurrir.

No podía ser de otra manera, pues al lujo que se vivía en el castillo le correspondía la pobreza en la que transcurrían sus vidas los vecinos de París. Muchos no tenían ni siquiera pan para comer. Y fue precisamente por no tener pan, que muchas mujeres parisinas emprendieron una marcha a pie hacia Versalles reclamando comida. Ese fue el inicio del fin.

versalles_34El esplendor de Versalles corresponde a los setenta años del reinado de quien se hacía llamar “Rey Sol”, por eso su habitación está mirando al frente del Palacio, hacia el gran portón de acceso. Las de sus hijas, sin embargo, miran hacia el maravilloso jardín y el posterior bosquecillo. La vista desde allí es un bálsamo para el espíritu,

Claro que la historia es más larga y describir tanto lujo y circunstancias es una tarea imposible en una crónica. Hoy el Palacio lo usa el gobierno francés sólo en contadas ocasiones para recibir a presidentes importantes del mundo o para celebrar reuniones de relevancia (aquí se firmó el célebre tratado de Versalles luego de la Primera Guerra Mundial). El palacio, en rigor de verdad, es una fuente de ingresos importantes para Francia por las decenas de miles de turistas que lo visitan por mes y que deben pagar unos 24 euros para visitar el palacio y los jardines.

Después de todo, la República le debe esta fuente de recursos a Luis XIV, el mismo cuyo espíritu se pasea por las noches, con sus consejeros y sus familiares, nostálgico, comprendiendo que el poder no es eterno y que en la vida todo pasa.