Por Marina Vidal

La violencia dentro del ámbito escolar se da en todos los niveles y escalas sociales. Frecuentemente se conocen casos donde son los docentes las víctimas de ataques verbales y físicos por parte de estudiantes, o de los padres de éstos. Conclusión entrevistó a un docente, a un dirigente del sindicato que los nuclea y a un psicopedagogo para analizar las aristas de ésta problemática.

«En la institución donde trabajo no se han producido hechos de violencia grave en los últimos tiempos. Sin embargo, algunos profesores refieren algún tipo de amenaza que no se llega a concretar y por lo general no pasan de un dicho verbal», fueron las primeras palabras de Federico Vega, profesor  de la Escuela 569 Carlos Fuentealba, ubicada en el barrio Santa Lucia de la zona oeste de Rosario. 

«Estas circunstancias provocan en el maestro sensaciones de dolor, indignación e impotencia. En una oportunidad, un alumno le abolló la puerta del auto a patadas al vicedirector», recordó.

Al respecto Vega definió: «La escuela es mucha veces el ámbito de resonancia de problemas y conflictos interpersonales que se suceden en el barrio entre alumnos o en sus hogares y desde el equipo docente se busca instalar la instancia de diálogo como posibilidad de resolver pacíficamente los conflictos».

Incluso, el docente remarcó que muchas familias lo toman así y «piden la intervención de la escuela en problemas que provienen del exterior».

«Las condiciones sociales y los contextos de violencias de muchos barrios en las que se encuentran tantos  jóvenes de la ciudad y en las cuales nos toca trabajar a muchos docentes, hace que  la autoridad sea siempre puesta a prueba, creo que tiene que ver con que el estado muchas veces llega a los barrios marginales  a través de la policía y el hostigamiento, la persecución y estigmatización de los alumnos con lo cual el trabajo es mostrar otra cara de ese estado que debe educar para la paz y en contextos de armonía y respeto», concluyó.

Por su parte, el psicopedagogo clínico y docente a  nivel primario y universitario, Leonel Carlini, fue un poco más allá y realizó para Conclusión, un análisis un poco más abarcativo de la situación.

«La violencia escolar es un problema multicausal; por un lado existe lo socio-político que influye en esta problemática y que tiene que ver con políticas de prevención de la violencia en las escuelas. En Santa Fe estas políticas no existen, sólo contamos con un equipo socio educativo en la departamental que trabaja cuando las papas quemas o para apagar el fuego, y esta problemática requiere de políticas pensadas a largo plazo con estrategias de prevención especialmente con equipos técnicos del área educativa y psicológica», describió.

«Por otro lado- agregó-  con los niños y adolescentes es muy importante trabajar la normativa de convivencia que tienen las instituciones educativas. Si no existiera, debiera construirse conjuntamente de forma participativa  y democrática  para que todos puedan reflexionar sobre los efectos que tiene un acto  de violencia en las escuelas. Que no solo es malo para el agredido sino también para el agresor.  Todas estas situaciones tienen efectos físicos y psicológicos también para aquellos que son observadores de estos actos«.

El profesional, resaltó que es importante que se retrabaje con el agresor para que reflexione sobre sus actos, principalmente no con un castigo sino con tareas reparadoras en relación al daño que le causó a otro. «Es importante que estas tareas se trabajen dentro del mismo grupo de niños o adolescentes que se convertirán así en los reguladores de la situación de violencia», detalló.

«Otro factor que influye en la violencia, es el social, que tiene que ver con un cambio de época. Actualmente se ha dado un corrimiento de funciones; los papás en vez de poner límites, parecen amigos o hermanos de sus hijos y esto tiene consecuencia en cuanto a la incorporación de las normativas. Además estamos en una época del intercambio donde la consigna es «si me dan, hago», una nueva cultura de la transacción, del «llame ya», y esto también se ve en la escuela cuando los chicos no cumplen las normativas si no hay algo a cambio», especificó el psicopedagogo.

Respecto al docente, Carlini sostuvo que hubo también, en estos últimos años, una deslegitimación. «Hoy el docente ha sido deslegitimado en cuanto a autoridad, salario, infraestructura donde trabaja, entre otras cosas, que son violencia simbólica del sistema hacia los actores del sistema», resumió.

«La escuela tiene que apelar a la construcción de legalidades y no a poner límites con sanciones. Construir  legalidad tiene que ver con la internalización de la norma, con poder reflexionar acerca de los actos que acontecen en la escuela, poder cuidar su propio cuerpo y el cuerpo del otro y poder establecer lazos que permitan a la persona violenta poder comprender que la otra persona puede sufrir ante este hecho. Además que hay muchas otras maneras de hacer saber su enojo o sus broncas que no sea con violencia», analizó.

La violencia escolar se da cada vez más frecuentemente, en edades más tempranas y de formas más cruentas. Los niños violentos son denunciadores de una problemática intra familiar y de un contexto social desfavorecedor y su accionar son gritos de ayuda.

Según el docente, el modo de intervenir en un hecho de violencia es conteniendo a todos los actores del sistema educativo, generar instancias de análisis y talleres para los docentes que han atravesado estos sucesos, para los padres y para los niños.

«Nadie es violento porque sí. Un niño violento es porque ha sido parte de hechos violentos anteriormente», cerró.

En tanto, el dirigente de Amsafé provincial, Javier Almirón,  manifestó que en muchas instituciones se han dado hechos de violencia del alumno al docente, o de padres a maestros.

«No se escucha todos los días, ni son reiterados, pero han sucedido. Generalmente refieren a alumnos con contextos familiares complejos y cuyo catalizador es la escuela», describió.

Almirón aclaro que en esas instancias, las instituciones cumplen con un protocolo de actuación determinado para esos casos.

«Además de proceder legalmente, como por ejemplo acompañar al docente a la ART, también se lo apoya emocionalmente».

El referente del gremio de los maestros aclaró que estos sucesos se pueden dar en todos los niveles y modalidades. «Los docentes han vivido agresiones físicas y verbales que muchas veces afectan a la moral y en la mayoría de los casos no son denunciadas ni registradas», opinó Almirón.

«No tiene que ver con una situación geográfica, si con vulnerabilidad de derechos o en algunos casos con bajo rendimiento escolar», concluyó.