Por Pablo Bloise

El termómetro coquetea entre los 38 y los 40 grados centígrados. En el gimnasio de la escuela Florentino Ameghino, la sensación térmica aumenta y aumenta. El plantel de Club Rosario pelotea desde temprano. La alta temperatura no afecta la intensidad del entrenamiento. Claro, se acercan momentos decisivos para el equipo sensación de la ciudad y relajarse no forma parte de la agenda.

De Newell’s y fiel seguidor de Marcelo Bielsa, lo parafrasea para explicar sus pensamientos. Para el deporte y para la vida. Se reconoce obsesivo, pero con calma. Es detallista, pero en su correcta medida. “La planificación lo es todo”, dispara Ariel García, la cabeza de un grupo de pibes rosarinos que quieren llevar el deporte local a lo más alto.

El entrenador, que arrastra una enorme experiencia y cumple esa función desde los 18 años, no se pone metas a largo plazo y analiza hasta el hartazgo el próximo paso. En la previa de lo que serán días intensos para el vóley rosarino, recibió a Conclusión y puso sobre la mesa las virtudes que forjaron un equipo ganador y que da pelea.

Más allá de las cuestiones técnicas, en líneas generales, ¿qué análisis hacés del momento que está atravesando Club Rosario?

—El balance es más que positivo. Más allá de que hay dos o tres jugadores de experiencia, no hay que olvidarse que este es un equipo muy joven. El promedio de este grupo es de 20 años y medio. Además, estamos afrontando el primer año, que siempre es difícil. Lo bueno que tiene este proyecto es que todos son pibes de Rosario. Son de cinco o seis clubes distintos, pero humanamente se han unificado y eso es muy importante para lo que pretendemos.

¿Con qué torneo se encontraron?

—Es la primera vez en mis años como entrenador que hay 26 equipos. Siempre se movió entre 12 o 16, pero no más de eso. Ahora es durísima. Además hay que enfrentarse con equipos que tienen un presupuesto terrible.

Sin embargo, ganaron ocho partidos seguidos…

—Sí, justamente por eso el balance es bueno. Pudimos vislumbrar que, cuando ganamos los primeros partidos de visitante, tener seis seguidos de local iba a ser una gran ventaja. Y de ganar todos, íbamos a tener un pie en la clasificación. De hecho, así se dio.

¿Qué pasó después?

—Nos encontramos con tres derrotas. En algunos casos merecidas, en otros no. Pero lo cierto es que cometimos errores de la edad de los jugadores. Y es normal que pase. Por ejemplo, han errado saques jugadores que nunca erran. Son momentos de presión en los que hay que controlar las emociones, pero se necesita experiencia para eso. Y este plantel es muy joven. Hay que trabajar y entender estas cuestiones.

¿Qué virtudes tiene tu equipo?

—Primero que nada, haber arrancado la pretemporada temprano nos dio una gran ventaja con respecto a los otros equipos. El 24 de noviembre ya estábamos trabajando con la cabeza puesta en el torneo. En segundo lugar, el entrenamiento. Todos trabajamos de otra cosa y nos rotamos, pero la respuesta que tuvimos por parte del plantel fue excelente. La juventud de los chicos nos permite hacer nueve turnos de entrenamiento por semana. Todo eso, sin dejar de destacar el aporte del cuerpo técnico que hace un laburo extraordinario, sumado al del profe y el kinesiólogo. Hacemos un trabajo interdisciplinario entre todos, ajustando cualquier problema que tuviera el jugador.

¿Tuviste dificultades con el armado?

—Para nada. Tuvimos un par de amistosos y el equipo se amalgamó rápido. Más allá de la juventud, han sabido qué lugar ocupa cada uno. Y eso es tan importante como difícil de encontrar en un grupo con un promedio de 20 años.

¿Cómo trabajas en el aspecto anímico?

—Les digo que no es para cualquiera representar a toda una ciudad. Es muy distinto que jugar para un club. Tenemos el apoyo de la Municipalidad, de la misma asociación y de los sponsors. No es fácil. También hay que dejar una buena imagen ante la gente. Mostrarnos como lo que somos: un grupo unido que tira para adelante.

No es poco el trabajo que han hecho. Por lo menos ha tenido resultado…

—Seguro. La idea es que este proyecto vaya mucho más allá de los resultados. Tenemos un presupuesto chico a comparación con otros equipos, tanto en mujeres como en varones. Los jugadores no son profesionales, hacen un esfuerzo enorme. A veces tenemos que dividir el grupo porque no hay lugar para que entrenemos todos juntos. Algunos están en la secundaria, otros en los cursillos de la facultad y otros salen de entrenar y se van corriendo trabajar. Necesitamos que nos sigan apoyando para que todo esto no sea en vano.

¿En qué momento de tu carrera te llega este proyecto?

—En el mejor, sin dudas. Ya tengo 54 años, estoy atravesando una etapa de madurez. Estuve en muchos clubes y selecciones, entrenando a hombres y mujeres. Yo creo en el trabajo, no hay otro secreto. En ese sentido, soy bielsista. Creo que perder es parte del proceso, al igual que ganar. Cuando uno tiene muchas derrotas seguidas, es difícil. Y cuando acumula varios triunfos, también.

¿Por qué?

—Porque el éxito relaja. Hay que saber manejarlo, y mucho más en planteles jóvenes, donde la cabeza dispara para cualquier lado.

¿Sos obsesivo?

—Se puede decir que sí. En el buen sentido, no me pongo loco ni me la agarro con nadie, pero me gusta estar en todo y analizar todas las posibilidades. Eso es algo que aprendí de Julio (Velasco). Todo lo que es planificación de partidos, métodos de trabajo e intensidad a la hora de entrenar. Tenemos videos, llevamos porcentajes y estadísticas de cada aspecto que te imagines. Sinceramente, laburamos al nivel de un equipo de A1. No hay que olvidarse que los otros equipos también estudian y también juegan. No es garantía de nada.

¿Qué hacés cuando no estás entrenando?

—Tengo varias tareas. Doy materias en el profesorado de Educación Física y doy cursos para entrenadores en la Feva (Federación del Vóleibol Argentino). Además, también estoy en la Secretaría de Deportes, con un programa que se llama Circuito Deportivo Vóley. Tratamos de llevar al vóley a los barrios porque sabemos que no es un deporte masivo como el fútbol.

Cuánto vóley…

—Así fue toda mi vida. Me dedico mucho y duermo poco. Me gusta enseñar y formar. No me vino nada de arriba, tuve que sacrificarme muchísimo. Y eso es lo que intento enseñar desde mi humilde lugar. Siempre fui de poner un granito de arena todos los días para lograr lo que me propuse. Tengo una familia que me apoya, y eso es fundamental.

¿Cómo viste a la selección masculina en los Juegos Olímpicos?

—Muy bien. Estuve allá y vi 32 partidos. Argentina mostró un gran nivel en los partidos que ganó. Vi un equipo muy veloz, con jugadores como Facundo Conte y Cristian Poglajen, que tuvieron un campeonato increíble. Lamentablemente se dio un escenario poco común, como lo fue que un equipo que salió primero en la zona se cruce con Brasil, que era candidato. Ellos tuvieron un torneo muy irregular y aprovecharon los errores del seleccionado argentino para llevarse un partido que casi se les complica y mucho. De todas formas, es para aplaudir. Velasco está apuntando a los próximos Juegos, a los que este grupo va a llegar con 30 años y mucha madurez.

¿Te espera algún trabajo con la selección?

—Hace dos semanas me llamó el mánager de la Feva y me ofreció el cargo de entrenador de la selección argentina sub 23 para el Mundial de Eslovenia. La intención es desarrollar un proyecto similar entre los equipos masculinos y femeninos.

 

La relación con el fútbol: “Admiré tanto al Newell’s de Martino como al Central de Coudet”

Citaste varias veces a Marcelo Bielsa, ¿qué significa el fútbol en tu vida?

—Es muy importante. Soy un tipo que vive del deporte y miro absolutamente todo. A Marcelo le tengo un respeto inmenso, y todo lo que dice intento aplicarlo en mi profesión y en la vida. Mi viejo trabajaba en Newell’s cuando el doctor Gallo era presidente. Él tenía la empresa de publicidad de la cancha. Me crié ahí, jugando a la pelota. Hoy mis hijos hacen deporte ahí y voy a la cancha con ellos.

¿Cómo te llevás con el fanatismo?

—Hasta ahí. Es verdad, voy a la cancha, pero sé poner límites. Admiré tanto al Newell’s de Martino como al Central de Coudet. Uno tiene que ser objetivo. Cuando uno está en el deporte de alto rendimiento deja esas cosas a un costado para poder apreciar ciertos aspectos y tener otra visión.

¿Sólo vóley y fútbol?

—No. Miro de todo. Tenis, básquet, rugby… Lo que sea. Me encanta sentarme y observar cada detalle, porque me sirve y mucho. En los Juegos Olímpicos miré muchísimos deportes. Uno aprende a analizar y rescatar algunas cositas que pueden ayudar.

 

Trabajar con Julio Velasco: “Manda al staff a hacer la entrada en calor con los jugadores, dice que todos tienen que estar preparados”

¿Qué significa Velasco para vos?

—Es un número uno, tanto dentro del vóley como fuera de él. Es un tipo que habla y no parás nunca de escucharlo. Así y todo, ha sido muy criticado en Italia. Pero también ha sabido adaptar su trabajo a distintas culturas, como Checoslovaquia e Irán. Tiene un método en donde se hacen pocas cosas, pero al 110%. Obliga al staff y al cuerpo técnico a realizar la entrada en calor junto al plantel. Él dice que todos tienen que estar listos para atacar, alcanzar la pelota y dar indicaciones. Tiene una cultura de preparación de partidos admirable. Los que se encargan de estadísticas y análisis de video trabajan hasta las 4 de la mañana para que él tenga toda la información necesaria. Es un ejemplo.

¿Lleva los jugadores que hay que llevar?

—Yo creo que sí. Julio quiere que los jugadores jueguen. No importa si es en la liga local, o en el exterior. Tienen que ser titulares y jugar de 50 a 60 partidos por año. Quien cumpla ese requisito, según Velasco, está en condiciones de jugar en la selección. Muchas veces en el vóley hay situaciones rápidas y de alta intensidad, y un jugador tiene que definir en menos de un segundo. Hay que tener a los mejores y tienen que estar preparados.