Por David Narciso

El divorcio se concretó. El grupo de la UCR santafesina que lidera José Corral resolvió irse del Frente Progresista y abrazarse definitivamente a Cambiemos. Como en los matrimonios, cuando todo está a flor de piel, lo aconsejable es esperar unos días o semanas para verificar los términos de la ruptura. Consumado el hecho, esto es lo que falta conocer.

Miguel Lifschitz tiene dos ministros que pertenecen al sector de Corral (Obras Públicas y Ciencia y Tecnología). Y hay dos secretarios socialistas en la Municipalidad de Santa Fe (Producción y Salud). Es un milagro que al momento que se escribe este artículo no hayan volado por los aires.

Como se dijo, todavía no están claros los términos del divorcio, pero en lo inmediato hay una serie de consecuencias y escenarios de la que a continuación se esboza un punteo.

  • El desprendimiento de un sector de la UCR lastima al Frente Progresista, aunque no compromete en un primer momento la gobernabilidad de la provincia, ya que el sector que lidera el intendente de Santa Fe hoy sólo cuenta con un diputado provincial (una posibilidad es que Boscarol se sume al interbloque del PRO) y ningún senador. Resta saber qué camino tomará la relación Nación-provincia.
  • La fracción rupturista no lo hizo por motivos románticos o principistas, sino para fortalecer a Mauricio Macri en Santa Fe y darle volumen político al proyecto de poder que tiene como ejes la Universidad Nacional del Litoral y la capital provincial.
  • Con río revuelto, hay un pescador a la espera. El peronismo inició un proceso de unidad de resultado incierto pero necesario para retornar al poder en 2019. Los escarceos en el oficialismo le vienen de maravillas.
  • No puede analizarse la ruptura sin preguntarse por las motivaciones de Corral para irse del Frente Progresista. La respuesta es estrictamente política. Aspira a disputar la Gobernación en 2019 y Macri no tiene candidato en Santa Fe. Por el contrario, el Frente Progresista tiene varios, en especial socialistas, con un ex gobernador en modo en espera y el actual en búsqueda de reelección.
  • En ese escenario, Corral eligió el camino más despejado. Sólo necesitaba garantizarse respaldo nacional para compensar la esperable frialdad con la que lo tratará el gobierno provincial. Ningún intendente tiene éxito sin paraguas protector. La capital ya fue muy privilegiada en estos dos primeros años de Macri. Y lo será más en adelante.
  • Corral tiene ahora campo libre. El PRO en Santa Fe, su flamante aliado, se entretiene en internas y fuera de Miguel del Sel carece de candidato provincial. Y los correligionarios Mario Barletta y Jorge Boasso fueron pasados a degüello por los generales del PRO, que desde Buenos Aires vetan y eligen candidatos propios y ajenos.
  • Barletta fue objetado por la Casa Rosada y se quedó afuera de la lista de diputados nacionales. Boasso, si quiere pertenecer, tendrá que enfrentar a la lista del presidente en las Paso.
  • Boassos y Barlettas hay en todas las provincias. Sobrevuela malestar en la UCR nacional por el presidente del partido José Corral y el mendocino Ernesto Sanz negociaron el armado de las listas de diputados nacionales. Los que se quedan afuera, digamos los heridos, sostienen que ir a negociar con el PRO provincia por provincia en lugar del paquete país, diluyó el peso territorial de la UCR y la dejó a merced del PRO.
  • La estrategia del gobierno no descansa en los candidatos sino en el sello Cambiemos. Eso explica que la plana mayor del gobierno impusiera un “candidato snapchat”. Albor Cantard será candidato por un ratito y luego se esfumará. El ex rector de la UNL no sólo no mide. Ni siquiera se desenvuelve como candidato. Más aún: es el secretario de Políticas Universitarias de un gobierno que hasta ahora no llegó siquiera a cerrar paritarias.
  • Nadie votará esa lista por Cantard o por Luciano Laspina (PRO), sino por ser la boleta del presidente. Si le va bien, Macri se lleva todo. Y a Corral le pagarán con la candidatura en 2019 por poner en aprietos al Frente Progresista. Hasta tanto deberá ejecutar la segunda fase del plan: oficiar de llamador para que más radicales migren a Cambiemos. Y eso no se da por simpatía, sino por expectativas de poder concretas. Tendrá mucho que ver cómo le vaya a Macri, a la gestión Lifschitz y al propio Corral.
  • Medios porteños y algunos locales confundieron el alcance de la noticia. La UCR no se fue del Frente Progresista, se fueron Corral y su grupo. Esto no ningunea el impacto de la salida, sino que la precisa. Otro sector, denominado MAR, está a medio camino.
  • Ambas movidas repercuten en el Frente Progresista y sus alter ego de cada localidad. Reparten más el tablero en elecciones legislativas que de por sí tienden a dispersar preferencias. En la capital provincial, Corral maneja la UCR, por lo tanto dividirá votos con la lista que armen socialistas y el resto de los radicales. En Rosario, Corral no tiene peso, pero lastimarán los radicales que juegan por afuera del oficialismo.