Por Facundo Díaz D’Alessandro

La semana pasada, el influyente semanario británico The Economist publicó un articulo llamado “La batalla por liderar el triangulo del litio”, centrado en diferenciar (aprobando o reprimiendo) los abordajes a la extracción de litio de cada una de las tres naciones que conforman esa geometría codiciada: Bolivia, Chile y Argentina. Según consigna el artículo, “la región posee el 54% de los ‘recursos de litio’ del mundo, una indicación inicial de la oferta potencial antes de evaluar las reservas probadas. Algunos hablan del 60%, aunque el porcentaje de las zonas subexpolaradas, tanto en esta como en otras regiones del mundo que poseen este mineral, hace que sean poco mas que estimaciones bien direccionadas.»

Una década atrás, el litio era utilizado sólo por fabricantes de vidrio, grasa y por la industria farmacéutica para desarrollar antidepresivos. Una muestra del incremento exponencial de la demanda de litio en el mundo, es el caso del empresario Elon Musk, quién indicó a principios de mes que expandiría la producción de los autos eléctricos Tesla. «Para producir 500.000 vehículos al año, necesitamos absorber toda la producción de litio del mundo», afirmó Musk a los medios.

El elemento es un componente esencial de baterías que alimentan todo, desde vehículos híbridos y eléctricos hasta celulares, ordenadores portátiles y herramientas eléctricas.

A partir de este crecimiento de la demanda de almacenamiento de energía de alta densidad, Goldman Sachs, uno de los grupos de banca de inversión y valores más grandes del mundo, ha catalogado al litio como «la nueva gasolina».

La Puna argentina integra, junto al sur de Bolivia y el norte de Chile, lo que se denomina el “triángulo del litio”. En esa región se concentra la mayor parte de los recursos mundiales del mineral y nuestro país tiene entre 10% y 15% del total en las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca.

Un articulo publicado en Télam a mediados de mayo, aseguraba que “Argentina cuenta con una capacidad instalada de producción de litio de 35.500 toneladas por año lo que significa el 16 por ciento de la oferta global, pero tiene en etapa avanzada de desarrollo otros cinco proyectos que le permitirán triplicar su producción en 2021 con inversiones por US$ 1.500 millones y exportaciones por unos 880 millones de la moneda estadounidense”.

En la actualidad hay más de 30 proyectos en curso, en distintas fases de desarrollo, pero apenas dos en etapa de producción: FMC Minera del Altiplano en Catamarca y el proyecto Olaroz de Sales de Jujuy S.A. Además, hay seis proyectos en fase de factibilidad ambiental y económica o a la búsqueda de inversores para la producción. El resto está en etapas más incipientes y aún faltan de tres a cuatro años para que se conviertan en minas productivas.

Es que como toda actividad minera, tiene su costo ambiental, lo que despertó las quejas de organismos ecologistas de la región (VidaVerde, Fundación Vida Sostenible, pueblos originarios) que argumentan un “atropello por parte de las mineras a la legislación argentina, que exige estudios de impacto ambiental y la participación de los pueblos originarios habitantes de la región de donde se realiza la extracción.

Las dificultades se dan en la aplicación, especialmente por que los estados provinciales no están capacitados para realizar las evaluaciones y por intereses económicos se dejan en manos de las mismas empresas o terceros interesados. Los análisis de las consecuencias a largo plazo deben estar a cargo de expertos en el tema dependientes de la autoridad de aplicación de las leyes, el estado nacional”, denuncian.

Es por eso que desde usinas oficiales, ansiosos por “brotes verdes”, se esperanzan con el proyecto premiado hace algunos días en Holanda, encabezado por el argentino Ernesto J. Calvo, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (entre otros) que propone implementar una innovadora tecnología de extracción de litio, mucho más eficiente que las utilizadas en la actualidad a gran escala y amigable con el ambiente.

Este dato es primordial ya que el proceso actual es señalado por su alto costo ambiental: el litio se extrae con un lento proceso de evaporación del agua de las salmueras, en pozas de 200 por 800 metros de área y 30 centímetros de profundidad. Acorde a los cuestionamientos de organizaciones ecológicas por cada tonelada de litio extraída se evaporan alrededor de dos millones de litros de agua, clara evidencia de que la minería del litio en salares “es una minería del agua”.

El crecimiento de la demanda y el relativo exceso de oferta, al menos potencial, hacen que los mercados miren con ojos apetitosos al mencionado triangulo. Quizás esto explique la atención del semanario británico en la zona, en la que las principales expectativas parecen cernirse sobre nuestro país.

El articulo describe a Chile como el mejor posicionado de los tres, por su perfil mas “pro mercado” y el aprovechamiento continuo a lo largo de varios años; el problema chileno radicaría en que, constitucionalmente, se considera al litio “material estratégico” por su potencial nuclear.

Esto hace que su extracción sea “lenta” para lo que pretenden los inversores. Por su parte, a pesar de ser la nación con mayor cantidad de litio en su geografía (principalmente en el Salar de Uyuni), Bolivia es calificado como el mercado menos potable debido a la decisión estatal de Evo Morales de prohibir la extracción del mineral por parte de compañías extranjeras. Esto deja a la Argentina, por su reciente afán aperturista, siendo el potencial ‘niño mimado’ en cuanto a la inversión extranjera de litio. Sin ir mas lejos fue uno de los dos principales temas de debate del Foro de Negocios e Inversión, informalmente llamado «mini Davos», organizado en Argentina a fines de 2016 (el otro fue la explotación de Vaca Muerta).

Un ejemplo: las declaraciones del CEO de Lithium Americas (una de las compañías internacionales interesadas en el litio argentino) Tom Hogdson, durante aqeulla cumbre empesarial ejecutiva en el Centro Cultural Kirchner declaró: “Tenemos un proyecto en Nevada, los Estados Unidos, que es el más grande, pero que quedará chico comparado con los otros proyectos en América latina. El proyecto de la Argentina es el número uno en términos de tamaño y toneladas. Estamos hablando de abastecer, tal vez, a 10 millones de vehículos al año.”

La socia de Lithium, SQM (Sociedad Química y Minera de Chile), es propiedad del chileno Julio Ponce, ex yerno de Augusto Pinochet y controlador de la empresa a través de “Pampa Calichera” en la que su principal socio ha sido (en los papeles hasta 2008) Sebastián Piñera, ex presidente de Chile invitado a la cumbre de The Economist en Buenos Aires, en 2016, revela un informe del periodista Raul Dellatorre.

Por otro lado, también están quienes advierten que la industria debe ser explotada hoy para no dejar pasar el tren. Es el caso de Sergio Echebarrena, titular de la Cámara Argentina de Proveedores de la Industria Petro Energética, quien apunta que “el litio es importante pero cuidado que tampoco es petróleo, que todavía se va a necesitar por mucho tiempo. En algún momento puede aparecer otra tecnología para las baterías y ahí el litio perderá relevancia”, sostiene.

Más allá de la extracción en los salares, resultaría importante para el país la instalación de fábricas de baterías de litio cerca de los mismos, en aras de desarrollar la industria y crear empleo local. Con ese anhelo trabajan en Y-TEC (YPF y Conicet), en tanto Toyota Tsusho Corp. es socia en Sales de Jujuy, pero el horizonte no avizora mucho más por el momento.