El juez Carlos Leiva dictó la prisión preventiva e imputó por el delito de homicidio calificado por abuso de función a Alejandro B., uno de los 18 policías acusados por el crimen de David Ezequiel Campos y Emanuel Medina, muertos durante una balacera ocurrida en el mes de junio, en la zona sur de la ciudad.  La audiencia imputativa se realizó en los Tribunales Provinciales de Rosario en una sala colmada de gente.

Además, el resto de los involucrados: Paola C., Alexis T., Jesica L., Daniela A., Leandro C., Leonel M., Aldo B., Claudio C., María de los Angeles R., Fernando V., Germán M., Walter O., Marcelo E., Roxana R., Ricardo A., Alejandro Luis B. fueron imputados por encubrimiento doblemente agravado por ser funcionarios y por falsedad ideológica. También a algunos de ellos se los imputó por adulteración de pruebas y falsificación de las actas policiales.

Basándose en el dermotest y pericia balística, el magistrado que entiende la causa afirmó que «no hubo enfrentamiento sino homicidio», por lo que el hecho no amerita tener el estatuto de legítima defensa. Además indicó «plausible» la chance de que haya existido entorpecimiento probatorio.

Los acusados continuarán en prisión por el plazo de dos meses, menos cuatro mujeres policías que fueron beneficiadas con prisión domiciliaria debido a que están embarazadas, amamantando o con hijos menores de 5 años.

La mañana del viernes 23 de junio las crónicas policiales dieron cuenta de una cinematográfica persecución policial en la zona sur que duró 35 minutos y en la que resultaron muertos, luego de un enfrentamiento, dos supuestos delincuentes que habían evadido un control de rutina. Ellos eran Emanuel Medina, de 32 años, y David Ezequiel Campos, de 28.

Unas horas después, la reconstrucción de los hechos dio por tierra con la versión oficial y planteó un escenario que remitió a otro estremecedor caso de violencia institucional. El supuesto enfrentamiento no fue tal y los jóvenes, que resultaron acribillados por varios impactos de bala, nunca dispararon un tiro y según los testigos, ni siquiera estaban armados.

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