El líder conservador sueco Ulf Kristersson fue elegido este lunes primer ministro del país, en una votación en el Parlamento en la que contó con el inédito apoyo de la extrema derecha de los Demócratas de Suecia, lo que inauguró una nueva era política para la nación escandinava.

Kristersson fue elegido por 176 votos a favor y 173 en contra, tras haber anunciado el viernes un acuerdo para un Gobierno tripartito, compuesto por su formación -los Moderados-, los Cristiano-Demócratas y los Liberales, apoyados en el Parlamento por los ultraderechistas Demócratas de Suecia.

Los cuatro presentaron una hoja de ruta conjunta de 62 páginas sobre su futura cooperación, en la que destacan ejes como la lucha sin cuartel contra el crimen y la inmigración, así como la construcción de nuevos reactores nucleares.

Las elecciones parlamentarias del 11 de septiembre, en las que el bloque conservador logró una ajustada mayoría, estuvieron marcadas por el avance del Partido Demócrata de Suecia (SD), de extrema derecha, creado en 1988.

El partido fue el segundo más votado, con el 20,5% de los votos. En total, los cuatro partidos de derecha suman 176 de los 349 escaños del Parlamento, reseñó la agencia de noticias AFP.

Kristersson leerá este martes ante el Parlamento su declaración gubernamental y presentará a continuación su gabinete, que asumirá formalmente el poder durante un consejo de Estado, presidido por el rey Carlos XVI Gustavo.

«El cambio no es solo necesario, sino también posible», dijo durante el debate previo a la votación el líder del grupo parlamentario conservador Tobias Billström, que insistió en que Suecia necesitaba un primer ministro que «uniese y no dividiese».

El líder del SD, Jimmie Åkesson, dijo en el Parlamento que, si bien su partido habría preferido formar parte del Gobierno y tener cargos ministeriales, las políticas del nuevo ejecutivo eran más importantes.

«Lo importante es lo que el Gobierno haga», no cómo esté compuesto, aseguró.

El nuevo Gobierno, que debería anunciarse este martes, prevé recortes dramáticos en la política sueca de acogida de refugiados, reduciendo la cuota de 6.400 demandantes de asilo del año pasado a solo 900 anuales durante los cuatro años de mandato.

También considerará la posibilidad de «expulsar a extranjeros por mala conducta».

Con graves problemas de bandas criminales y sangrientos ajustes de cuentas, Kristersson hizo de la seguridad el tema estrella de su campaña, junto a promesas de controlar los precios de la energía, disparados por la guerra en Ucrania.

El programa prevé, además, autorizar el cacheo a personas en ciertos barrios sensibles sin que haya un comportamiento sospechoso, penas más duras para los reincidentes y la posibilidad de prestar testimonio de forma anónima ante la justicia.

Aunque el cuarteto de coalición electoral se presentó como un frente unido, existen divisiones en políticas clave y para lograr un acuerdo hubo que hacer importantes concesiones, especialmente para satisfacer a la extrema derecha.

El gran desafío del nuevo ejecutivo era reconciliar las expectativas contradictorias del pequeño partido liberal, cuya línea roja era la entrada de la ultraderecha en el Gobierno y las demandas del SD, que exigía puestos ministeriales.

Incluso fuera del gabinete, como finalmente quedó, Åkesson celebró su «rol absolutamente decisivo» en la mayoría gubernamental.

La gran influencia del SD en el programa anunciado el viernes ya ha provocado tensiones en el seno de los Liberales, apoyo esencial de Kristersson.

Debido a la fragilidad de la nueva mayoría, la izquierda, de vuelta a la oposición, no abandona la esperanza de volver al poder antes de las nuevas elecciones previstas para 2026.