El fútbol argentino es un producto deseado en muchas partes del planeta (ya sea por Messi, Maradona y alguna otra excusa), pero los grandes desórdenes que hay desde el gobierno hasta los dirigentes del fútbol  lo hacen un negocio poco atractivo (o sea hay que venderlo más barato).

Los titulares de los clubes grandes pretenden más dinero por los derechos de TV, pero a cambio ofrecen estadios con la misma infraestructura de hace décadas, baños en pésimas condiciones, buffet que no son acorde a la cantidad de público que asiste al evento y horarios que no son viables para otras latitudes del mundo.

Otro tema clave en el precio del fútbol argentino es un vender un espectáculo donde falta un actor clave: el público visitante. Sin dudas fue una medida preventiva que se transformó en cotidiana. Además dejó al descubierto que el problema no es una cuestión de colores, porque durante mucho tiempo se vieron peleas de barras del mismo club.

Un torneo con 15 partidos por fin de semana también parece poco viable (hay superposición de horarios) pero nadie se hace responsable de lo que votaron mientras estaba Grondona y tampoco nadie trata de solucionarlo. El televidente también es rehén de esto porque cada fin de semana tiene una odisea para saber en qué canal pasan a su club.

A todo esto eso hay que sumarle la falta de conducción que hay en la Asociación del Fútbol Argentino. O mejor dicho, conducción hay pero es unilateral y funcional al gobierno de Macri. Armando Pérez, allegado a Daniel Angelici, presidente de Boca, se hizo cargo de la Comisión Normalizadora que hasta ahora pocos frutos dio (no tiene un logro en el haber). En el otro lado del escritorio, Tinelli, D’Onofrio y Moyano, nombres de peso pero que no encuentran el picaporte de AFA.

Problemas en cantidad, pero ninguno en vísperas de solución. Resta una fecha para cerrar el 2017 y hay más dudas que certeza para el año que viene. ¿Habrá elecciones en marzo? ¿Quiénes serán los candidatos? ¿Cómo negociarán el nuevo contrato de TV?  A todas esas preguntas hay que sumarle la más importante: ¿cuánto vale el fútbol argentino?