Por Santiago Fraga

¿Cómo se conocen los lugares o países donde uno va? Mi vieja me diría que vaya al Monumento, al Museo de Bellas Artes. Yo pregunto quiénes son los goleadores, los que la rompieron dentro de la cancha, dónde están las canchas, cuánta gente va y quién es el más grande, y ahí ya empezás a conocer la zona y las características de la gente”. Así es su pensamiento. Agustín Lucas vive el fútbol tal como vive la vida misma (¿es que acaso no lo es?), y recuperando la esencia pasional del deporte lo utiliza para abrir la mente de sus colegas y las puertas a quienes más lo necesitan, entrelazando un abrazo entre el arte y la pelota.

Zaguero dentro de la cancha, hincha de Nacional, enamorado de Boca, devoto de Miramar Misiones y actual campeón con el Albion Football Club, Lucas estuvo presente en Rosario para traer “Tapones de Fierro”, un libro en el que recopila cuentos, poesías y entrevistas alrededor del fútbol y lo social que ha escrito durante los últimos años.

Su presentación en la ciudad se dio por partida doble. La primera fue en el bar El Riel, donde la música y la poesía dominaron la escena. La segunda se dio en Paradoxa Libros, donde junto con un panel de invitados integrado por Sebastián Domínguez, Kurt Lutman, María Chiponi y Santiago Garat brindaron sus experiencias de cómo el fútbol ayuda a transformar realidades, principalmente en situaciones de encierro.

En esa segunda cita Conclusión estuvo presente y pudo dialogar con el jugador, luciendo una remera del Trinche Carlovich y con una de H.I.J.O.S y otra de “Nada crece a la sombra” sobre la mesa.

Viendo lo estético, casi juzgando por la portada, en Tapones de Fierro el arte de tapa ya habla mucho de los caminos con los que uno se va a encontrar dentro. A golpe de vista, lo primero que que destaca es el color (predominando el rojo y el amarillo, como los colores del Villa Española), y repartidos por la tapa y el interior se encuentran entre muchos dibujos la representación de cuatro personajes claves: Diego Armando Maradona, Sócrates, Santiago ‘Bigote’ López y el mismo Kurt Lutman.

— “¿Qué simbolizan ellos cuatro?”.

— “Revoluciones… sobre todo afectivas, que son las más difíciles”.

Lucas fue uno de los jugadores que comandaron a los futbolistas a reclamar por sus derechos en el conflicto que llevaron adelante con la Mutual que los representaba, donde a fin de cuentas lograron «tomar el toro por las guampas», cambiar la dirigencia nefasta de la misma y replantear un montón de cosas que debían ser modificadas en el fútbol uruguayo.

Ese cambio de cabeza es el mismo que los llevó a manifestarse dentro de las canchas por causas como el “Ni una menos” y “No a la baja”. Con esta última no sólo se quedaron en que los jugadores se manifiesten sobre ella: «Lo siguiente fue decir «Bueno, ahora que dijimos no a la baja, vamos a preguntar realmente en la cárcel (porque nosotros estamos afuera) si hay que bajar o no la edad de imputabilidad», y eso es a lo que fuimos”. Así surgió “Nada crece a la sombra”, un colectivo de artistas, jugadores de fútbol, gestores, sociólogos y amigos con los que ya lleva varios años trabajando en las cárceles , con “las excusas” de dar talleres de fútbol y rap. “Excusas divinas, pero las excusas para ir a preguntar realmente a la gurisada qué es lo que pensaban”, agregó.

— “¿Y qué pensaban?”

— “La cárcel es un cementerio de hombres vivos…”, citó la famosa canción del grupo Niche, tras un profundo pensamiento.

“Nos encontramos con eso en canciones. En canciones de rap que escribieron los gurises, que grabaron, que se enfrentaron a un mic y a la escena. Y en el fútbol también, enfrentarse a una patada y no agarrarse a piñas. Así fue tejiéndose”, cuenta, con orgullo pero también sabiendo que el trabajo nunca termina y que muchas cabezas faltan por abrir todavía, muchas veces más las de afuera que las de adentro.

¿Para qué vas a hacer la diferencia económica?

Al consultarle sobre el movimiento de futbolistas y sus logros, él lo describió simplemente como que “en juntarse está la fuerza, sino hacemos revoluciones por Facebook”.

Además de esos mensajes a los que hoy ya mueven la pelota, tienen su contrato firmado y gozan del honor de poder jugar al deporte rey, también le habla a aquellos que recién están empezando, que todavía entienden el fútbol como diversión y nada más, a los ‘gurises’.

“Lo que tienen que entender los gurises es que el fútbol es por plata. Nos meten en la cabeza que hay que llegar, que hay que firmar un contrato, que hay que hacer una diferencia económica, y eso es otra cosa, no tiene nada que ver. ¿Para qué vas a hacer la diferencia económica? Vos tenés que hacer el mango para vivir, ese es el rollo. Y vivir el fútbol de esa manera, como lo que es, que es un arco. Hay un arco que hay que defender y un arco que hay que atacar, y somos once y ellos son once, ellos rezan y capaz que nosotros también y al mismo Dios a veces, y para ganar el mismo partido. «Es imposible muchachos, ponganse de acuerdo» dice el Barba si existe”, explicó, y convence a todos los presentes.

“Qué podes esperar de un gurí que juega en las inferiores? Que juegue más o menos bien el fin de semana, que sea feliz, que venga todos los días, que juegue toda la vida en el club (¿por qué querés que se vaya?)”, remató, como si su función fuera la del goleador, aunque lejos está en la cancha de serlo.

En el verde cesped

Dentro de la cancha está lejos de ser el que dibuja las gambetas cual trazos de la birome o el lápiz con los que posiblemente escribió sus cuentos. Precisamente, es el encargado de cortar esas ofensivas, de arrebatarle el toque final al 10 o sacarle ese cañonazo romántico al 9, en lo que parece un dilema digno de cuento del ‘Negro’ Fontanarrosa.

Tras haber pasado por varios clubes de la Primera División de su país y experimentar lo que es jugar en el exterior (en Argentina llegó a jugar en Comunicaciones), actualmente se encuentra en el Albion Football Club, el cuadro más viejo del Uruguay con 127 años de antigüedad.

“Es el primer club criollo (no jugaban los ingleses, sólo los uruguayos), y fue el primer club únicamente de fútbol, porque los otros eran de cricket”, comenzó contando con orgullo la historia, como si fuera hincha del club desde la primera hora. “Se llamó Football Association y lo fundaron unos gurises de un liceo porque jugaban al fútbol con el profe y el profe terminó siendo el presidente del club y fundándolo. Ese club nunca jugó en el profesionalismo y tiene 127 años. Es uno de los fundadores de la AUF (Asociación Uruguaya de Fútbol). Es el verdadero decano. Lo que nosotros logramos fue eso. Salimos campeones de la C, ascendimos a la B y logramos que ese club de tanta historia llegue al profesionalismo por primera vez en la historia”, continuó detallando.

Sin embargo, un paréntesis se abre allí: “Bien. ¿Y si nosotros perdíamos? Todo lo que nosotros construímos este año, que nos manifestamos, que salimos con pancartas, que nos preguntamos cosas, que nos cuestionamos quiénes somos como varones jugadores de fútbol en la sociedad… ¿Entonces si perdemos qué? ¿Todo eso se va?, ¿Desaparece porque perdiste? No. Nosotros ya eramos campeones. Llegamos a la final y ya eramos campeones”.

La respuesta corresponde al comentario de que a lo largo del libro y de sus cuentos pocas veces se mencionan resultados en concreto, mientras que lo que se resalta es todo el camino y la pasión futbolística de por medio.

“Si San Fútbol decía «gana Colón uno a cero» que podía ser perfectamente, es por eso mismo, porque el otro cuadro está viviendo lo mismo que nosotros. La pasión que yo vi en los rivales fue terrible. Entonces el resultado es un rollo medio raro, que también es una cosa que te meten en la cabeza. Que el fútbol es resultadista y todo eso. Que sí, lo es, pero vamos a preguntarnos por lo menos si tiene que ser así”, continuó, y ejemplificó con uno de esos momentos en donde el fútbol queda lejos de lo resultadista y se acerca más a sus raíces: el fútbol femenino.

“Es distinto. No está desde siempre, a diferencia del fútbol masculino. El fútbol femenino está porque se reivindicó y porque quiere. Porque es una forma de resistencia. Entonces las gurisas se lo toman de otra manera. Es la misma pasión pero de otra manera. No se crían para hacer plata, se crían para jugar al fútbol”, concluyó.

Los veinticinco libros que Lucas trajo volaron enseguida esos mismos días. Tal fue el éxito de la convocatoria que varios tuvieron que pedirle que enviase más copias desde Uruguay. Es que en realidad, el libro es una pieza imperdible para los amantes de la literatura futbolera, pero además es tener parte de los pensamientos de alguien que vive al fútbol en su máxima expresión y que transmite esa pasión en ayudar a los demás y cambiar de a poco la realidad que se vive. Entender al futbolista en el rol social que ocupa y que allí se tiene un poder gigantesco para cambiar realidades.

— “Ahora que sacaste otro libro y volviste a ser campeón. ¿Qué es lo próximo que esperás del futuro?”

— “El futuro llegó hace rato. No espero absolutamente nada de los libros y el fútbol, ya tengo todo lo que quiero”.