Por Alejandro Maidana

En Rosario no es muy común encontrarse con una escuelita de fútbol femenino. El Complejo del Parque lleva una década en esto de enseñarle al mal llamado sexo débil lo que parecía pertenencia exclusiva de los hombres: aprender a jugar al fútbol.

Más de 370 chicas entre 4 y 18 años, contenidas por un importante grupo de profesores, se juntan varias veces en la semana para ir venciendo prejuicios y sentirse capaces de meter una gambeta o de gritar un lindo gol.

En Rosario, esta escuela aglomera un importante número de jugadoras. Al no haber tantas instituciones que alberguen el fútbol femenino, en muchas oportunidades las chicas deben salir de la ciudad y dirigirse hacia Buenos Aires, Mar del Plata o Córdoba, pero resulta imposible que estos lugares presenten equipo en todas las categorías. La única posibilidad de poder jugar de igual a igual, es cuando el avión toca tierras en América del Norte. Estados Unidos fue el destino que visitaron varias veces las jugadoras de nuestra ciudad, pudiendo las mismas tener el roce con la máxima potencia mundial que tiene niñas desde los 2 años pateando una pelota.

El director deportivo del Complejo, quien fuese jugador de Rosario Central, Claudio Santoro, explicó algunos puntos de suma valía.

Santoro aseguró que el trabajo más importante que se debe llevar adelante con las chicas es, sin duda alguna, la coordinación en los movimientos. Es en eso en donde uno podría apreciar una diferencia ostensible comparando al otro sexo, después las ganas de machacar redes, y escaparle a los guantes para defender el arco las hermana con ellos.

Cuando la pasión no sólo supera la razón, sino también hace que esa pared construida con prejuicios se derrumbe. Es por esto que ellas son capaces de gritar bien fuerte por sus derechos en las calles y más tarde ponerle pimienta a un botín, sea zurdo o derecho, para que el mismo abra las puertas de la felicidad que encierra a lo lúdico.

 

 

Fotos: Gisela Gentile