Si bien hemos podido contemplar un sinfín de mensajes que intentaron trascender las fronteras del fútbol, estos han sido articulados en su gran mayoría por acciones individuales. Encontrar actores de la globa comprometidos con causas que interpelen de sobremanera la inconducta humana, nos remitiría solo a unos pocos.

Si el fútbol fuera un juego, nada alrededor del mismo podría ser cuestionable. Sería tan sólo un entretenimiento, y nadie sería tan estúpido como para atacar una inocente distracción lúdica. Nada hay de insalubre en la diversión, todo lo contrario, tampoco en el entretenimiento. Pero ¿Es el fútbol profesional un juego?

Lejos está de serlo, si bien el formato de once contra once no ha variado, es menester profundizar como se utiliza al mismo para el blanqueo espurio de capitales. Basta con recordar los sacos rotos de Silvio Berlusconi en 1995, Jesús Gil en 2002, y más recientemente los casos de Kia Joorabchian, Alexandre Martins, Reinaldo Pitta, o las conocidas relaciones con la mafia de Roman Abramovich. Claro está que en las últimas décadas el narcotráfico a través de sus distintos cárteles han sabido como copar las arcas de distintos clubes para “ayudarlos” a financiarse.

Ante tamaña demostración de su oscuro accionar, habría que pedirle prestada una gambeta al loco Houseman para tratar de eludir una realidad  tan concreta que de desmenuzarla nos haría sentir unos verdaderos idiotas. Pero el fútbol es así, algunos se animan a definirlo como el hijo predilecto del Nuevo Orden Mundial por su enorme capacidad de alienación y coerción a las masas.

El deporte bajo el látigo del terrorismo de Estado y las democracias representativas

El mundial de fútbol de la Italia de Benito Mussolini de 1934, y los Juegos Olímpicos de Alemania 1936, sirvieron para solidificar la propaganda fascista. Tanto el fútbol como las corridas de toros, no cesaron en la España de Franco, 35 años de “mano de hierro” que vieron en lo lúdico una invalorable herramienta de distracción.

La Copa del Mundo de 1978, sigue dando tela para cortar hasta estos días. Un mancha imborrable en la memoria de aquellos que entendieron que el fútbol en tiempos de sangre derramada por la dictadura, sería de una complicidad siniestra. No todos los jugadores argentinos se desvivían por estar afectados a la selección nacional argentina, ya que en 1977, Jorge Carrascosa desistió de ponerse la camiseta celeste y blanca argumentando: “Yo no quiero ser de ninguna manera un instrumento de la dictadura militar”.

Desde el lugar de la prensa, destacar la figura del entrañable Dante Panzeri, quién en vida se opuso a la organización del mundial bajo un contexto dictatorial. El gran Dante moriría meses antes que la pelota comience a rodar, casi como un designio del destino, mientras que el amplio séquito de esbirros, siguieron con su rumbo porque “la profesión así lo exigía”.

El despropósito que hubiese significado el encuentro amistoso con Israel 

Hace algunos días. el Estado de Israel festejó sus 70 años de existencia, mientras que para el pueblo palestino significó recordar el “Nakba” o “desastre”, el comienzo del éxodo. Desde allí, los sucesos violentos no han cesado, la ocupación ilegal sigue avanzando desoyendo tratados internacionales y sometiendo a su antojo a una población que ve como sus derechos humanos se volatilizan.

«Es hora de reconocer oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel», sostuvo Donald Trump, en un claro guiño al gobierno liderado por Benjamín Netanyahu, algo que generaría una irritación mayúscula en las tierras ocupadas. Este claro posicionamiento político a favor del sionismo, haría que la resistencia y la reprobación a tamaña demostración de impunidad, creciera de manera considerable en tierras palestinas.

Bajo este contexto que suele acarrear un importante número de muertos a manos del ejército “más moral del mundo”, la Asociación Argentina de Fútbol, planearía su último amistoso previo al mundial de Rusia. El triunviro Trump, Netanyahu y Macri, planificarían un hecho político que buscó hasta último momento sostenerse camuflado bajo el velo protector de lo “lúdico”.

Ventas de armas, la creación de enemigos internos, ideologías emparentadas, generarían un combo homogéneo que intentaría lavarle el rostro a un Estado que ha hecho de la impunidad su bandera. Las sucesivas agresiones bajo el marco de nombres ampulosos como “pilar defensivo”, “plomo fundido” o «margen protector” son capítulos dentro de un plan sionista que se remonta al primer Congreso Mundial Sionista del año 1897, destinado a desarabizar Palestina y proceder a su judaización. Ello ha implicado, según lo señala el analista Lidón Soriano “establecer una política destinada a destruir las estructuras identitarias árabes, en lo económico, político y social”.

Claramente participar de encuentro de fútbol bajo esta carta de presentación, no haría otra cosa que consolidar la teoría del fútbol como alienador social.La intencionalidad política de que la Argentina de Lionel Messi juegue en Jerusalén y no en Tel Aviv, fue muy explícita. La decisión de suspender lo que había generado un repudio manifiesto en gran parte del planeta, fue muy atinada.

La sin razón no pudo imponerse, quizás se oigan un sinfín de argumentos falaces ya que el poder es el que le marca la agenda a los medios masivos de comunicación. Pero cabe destacar que la marcha atrás fue impulsada por una estoica y valiente población palestina, que encontró su eco en un importante número de argentinos conscientes. Una presión que nació desde abajo para desbordar a los de arriba, un grito que emergió desde las entrañas para replicarse a montones y permitirles a los pibes palestinos, poder gambetear el olvido y la marginalidad  al menos por un rato.

“El charro Moreno introdujo al jugador de fútbol en el salón de los camelos. Sastre andaba por la calle en pijamas y zapatillas. La desgracia del fútbol fue ponerse frac, el fútbol es hijo de la miseria”,  diría Dante Panzeri.