El escritor Juan José Bereciartua presentará “La Ruta 40 en la Patagonia”, un diario de viaje que recopila experiencias vivenciadas por el autor durante una travesía por este corredor y presenta anotaciones históricas y geográficas de los pueblos sureños que afloran a sus costados.

La presentación se realizará este domingo 21 de noviembre a las 20 a través de la página de Facebook “La Ruta 40 en la Patagonia”. El evento será abierto a todo el público, y contará con la participación de los escritores rosarinos Pablo Colacrai y Ebel Barat.

Este es el cuarto libro escrito por Bereciartua -quien ya trabajó con novelas y biografías- y puede encontrarse en librerías rosarinas como El Juguete Rabioso, Homo Sapiens y Paradoxa. Con prólogo del periodista Osvaldo Aguirre, el material fue editado por el sello Tierrapapel Editora, dentro de su colección Nómades.

Además de los detalles de la travesía por la Ruta 40 en el tramo comprendido entre las provincias de Mendoza y Santa Cruz, el libro también ofrece relatos, mapas, planos, cerca de 50 fotografías tomadas por Andrea Lípari –quien acompañó al autor en esta incursión- y una mirada sobre la rica y vasta geografía de esta región argentina.

En diálogo con Conclusión Bereciartua explicó que realizó “muchos viajes por la Patagonia”, pero las ganas de escribir un libro sobre esta zona sureña lo inspiró a realizar un recorrido por la Ruta 40, el cual tuvo lugar entre enero y febrero de 2005.

“Fui tomando notas, apuntes, conversaciones y pareceres. Me detenía, las escribía, y con el correr del tiempo fui puliendo esos borradores”, detalló el autor, que terminó de darle forma a las casi 300 páginas que conforman el libro unos meses antes de que inicie la pandemia de coronavirus.

En relación a cómo fue esta travesía, el escritor indicó: “En 2005 monté un pequeño utilitario como para no perder tiempo en buscar alojamiento, y recorrí palmo a palmo la Ruta, entre Mendoza y Santa Cruz, entrando a los diversos lugares que me parecían que tenían interés histórico y paisajístico”.

Sin embargo, reconoció que desde 2005 hasta la fecha volvió a visitar algunos lugares ubicados en diferentes tramos del camino, lo que lo ayudó a “corroborar lo que había escrito y descubrir cosas nuevas”.

Consultado por este medio sobre los aspectos sociales que encontró en el viaje, Bereciartua contó: “La gente sureña tiene otro ritmo de vida y otras costumbres, respeta mucho su historia. En pueblos pequeños que anduve recorriendo, como los que están atrás de la Cordillera del Viento, en el norte de Neuquén, mucha gente vive de la cría de ovejas y de cabras y es interesante ver cómo se movilizan en el verano, cuando llevan a los animales donde hay pastos más tiernos en la zona alta de la precordillera, y en inviernos los baja. Son costumbres interesantes porque uno no está acostumbrado a ese tipo de realidades”.

Y agregó: “Después hay pueblos como Los Antiguos, que tiene una historia ancestral donde supuestamente había un microclima y los tehuelches y mapuches de la zona, cuando llegaban a una edad en la que no servían para el trabajo y no se sentían útiles, se retiraban a este lugar a pasar los últimos años de su vida. Es un lugar muy bello sobre el lago Buenos Aires, en el norte de Santa Cruz”.

El autor de “La Ruta 40 en la Patagonia”, nacido en la localidad cordobesa de Bell Ville pero actual residente de Pueblo Esther, aseguró que la geografía patagónica, con su aparente inhospitalidad e inmensidad, lo “enamora y entusiasma”.

“Me conmueven esas rectas interminables que uno recorre y que parece que no hubiera vida pero la hay, porque la zona tiene vegetación y características propias, con sus lomadas, con sus estepas, la parte de los grandes bajos, hay zonas que están hasta 90 metros por debajo del nivel del mar, o la meseta del lago Buenos Aires, que tiene la huella de los glaciares que se han ido desprendiendo”, enumeró.

Finalmente, brindó algunas recomendaciones para aquellos viajeros que quieran visitar la Patagonia: “Hay gente que hace la Ruta 40 completa –que tiene 5.100 kilómetros desde Cabo Vírgenes en el sur hasta La Quiaca en el norte- en dos semanas, otros lo hacen en diez días, lo cual significa no parar, sólo hacer una pausa para dormir, y da la impresión de que no se ve nada, sólo un paisaje por la ventanilla del auto o del colectivo que se aprecia al pasar. Yo le sugiero a la gente que se tome tiempo para viajar, y si no lo tiene todo junto, que lo haga de a tramos, conociendo como corresponde y deteniéndose en los lugares interesantes”.