Por Graciana Petrone

Hasta el 28 de abril podrá verse la muestra del reconocido artista plástico rosarino Manuel Martínez, en la sala La Tertulia, de 3 de Febrero 464. El pintor expone una serie de óleos creados entre 2020 y 2021, quizás como corolario íntimo de las complejidades y pérdidas que para muchos dejó la pandemia. Las paredes de la galería de Barrio Martin exhiben las llagas de despedidas y reestructuras; de rostros exultantes y cuerpos desnudos; de azules profundos y claros más que estridentes. Diatribas que interpelan y giran en torno a las emociones puras de la mano de uno de los pintores más destacados de la ciudad.

A sus 83 años Manuel continúa en plena producción. Cuenta a Conclusión que de chico le gustaba dibujar: “Mi viejo me mandó a un profesor, Marcelo Dasso, pero recién fui cuando tenía 15 años porque no daba clase a más chicos. Él me enseñó mucho. Después fui a la escuela de Bellas Artes”.

Su primera muestra la hizo en 1962 en Rosario invitado en aquel entonces por la filial que tenía la Casa del Artista Plástico en la ciudad. Unos pocos años antes le había tocado hacer el servicio militar en donde pudo hacerse un espacio para dibujar. Le había tocado la colimba en la Infantería de Marina de la Armada durante la presidencia de Arturo Frondizi, allá por 1959.  “Era un gobierno democrático –dice– y el trato era distinto que con un gobierno militar”.

Terminado el servicio obligatorio se dedicó de lleno a los estudios en la Escuela de Bellas Artes en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Su trayectoria es extensa. Sus obras fueron exhibidas en salones y museos nacionales e internacionales. Algunas forman parte de colecciones permanentes como la de los museos Juan B. Castagnino de Rosario y el de Bellas Artes de Rafaela. Ganó casi una veintena de premios, fue jurado, dictó seminarios y ponencias en congresos.

Actualmente Manuel está cerca de quien quiera ver sus obras, esas que hizo durante los últimos dos años y que se exhiben hasta fines de abril en La Tertulia. En la inauguración de la muestra conversó con cada una de las personas que se acercaron. En diálogo con este medio hizo un fugaz repaso de sus inicios: “Como estudiante la pasé muy bien porque esto me gusta mucho. Después, enseguida conseguí trabajo como docente, ya tenía antecedentes, había expuesto, y todo eso suma…”.

Cuenta que trabajó 43 años en la docencia, tanto en la Escuela provincial de Arte Manuel Musto y en la Universidad, como en institutos de enseñanza media y técnica y que por eso conoce «muy bien todo el sistema docente”.

Cuando se le pregunta si se puede vivir del arte Martínez es taxativo: “No de la venta de cuadros, excepto en raras excepciones. Todos los artistas tuvimos que vivir de otra cosa. Quizás en otros países, puede ser”, reflexiona y señala que Picasso pudo hacerlo o que “Paul Cézane, quien tenía un padre con dinero que le había dejado propiedades, se podía dedicar a pintar”.

Recuerda a Conclusión, por ejemplo, que el artista rafaelino Pedro Giacaglia “trabajaba en el Banco Nación” y que “Gambartes era empleado de la Administración pública. “¡Y Grela era peluquero! – dice–, la peluquería que tenía se llamaba El Grelo y estaba en bulevar Rondeau al 1800, o cerca de allí. Él  empezó a tener el taller después, cada vez con más alumnos, pero era peluquero en un principio. Otros como Herrero Miranda, Otman y todos ellos eran profesores en la universidad. Y Julio Vanzo trabajaba como dibujante en el diario Crónica”.

Dialogar con Martínez es un viaje de ida, en especial cuando habla de su obra, de la que expone aquí y ahora, porque, como dice a Conclusión cuando se le pregunta si ya perdió la cuenta de cuántas muestras tiene en su haber responde:

“La muestra más importante siempre es la última”.

Manuel Martínez

La muestra de Martínez se exhibe en la sala 1 de la Tertulia, mientras que la sala Azul la ocupan las obras de otro destacado pintor como lo es Carlos Raffo, con una serie de pinturas que retratan rincones intimistas creados mediante un meticuloso proceso, fiel al estilo de su autor.

Así, el pintor nacido Buenos Aires y radicado en Rosario, da cuenta de los vestigios de la casa de su infancia, el espacio ocupado por una máquina de coser, el retazo de un patio con macetas de cemento desbordadas de helechos pintados hasta en su más mínimo detalle y sombras que pululan en espejos que sólo se reflejan a través de su mirada y su pincel, forman parte de una serie inagotable.

Raffo estuvo a cargo de la restauración del patrimonio artístico de Gustavo Cochet, que actualmente conforma el homónimo museo ubicado en la ciudad de Funes. El cotizado pintor expuso en el exterior, como también en museos como el Juan B. Castagnino de Rosario y el Rosa Galisteo de la ciudad de Santa Fe. Junto con su esposa, la grabadora Nelly Arias, expuso en Pisa, Italia, sólo por nombrar algunas realizaciones de su vasta trayectoria.