Por Graciana Petrone

Los guardaparques nacionales celebran por estos días un logro histórico para el sector: nada menos que la firma del primer Convenio Colectivo de Trabajo (CCT) que regula y amplía derechos después de 35 años de la creación del cuerpo de guardaparques en 1987 durante la presidencia de Raúl Alfonsín. La medida alcanza a más de 500 agentes especializados cuya misión es cuidar los más de cincuenta parques y áreas protegidas que dependen del gobierno nacional, ubicados a lo largo del territorio argentino.

La lucha del sector es de antigua data. Las regulaciones para los guardaparques nacionales se rigieron desde finales de la década del 80 hasta la actualidad por decretos, pero nunca por convenio. Incluso, en 1991 algunos derechos que habían sido adquiridos fueron derogados por otra disposición presidencial durante el mandato de Carlos Saúl Menem.

En 2006 un decreto de Néstor Kirchner les devolvió a los trabajadores algunas funciones y atribuciones, pero continuó sin existir una norma que regulara y estableciera distinciones en cuanto a la carrera dentro de la Administración Pública.

A días de celebrarse la rúbrica del CCT que entrará en vigencia el próximo 1º de julio, Conclusión dialogó con Danilo Hernández Otaño, secretario adjunto interino del Sindicato de Guardaparques Nacionales e la República Argentina (Sigunara) quien explicó sobre alcance del convenio y también sobre la profesión a la que consideró “fuertemente vocacional”.

La derogación de una parte importante de los derechos y obligaciones en los albores de los 90 generó un a suerte de vacío legal con respecto a las funciones, estructuras y descripción de tareas.

Explicó Hernández Otaño que “el gran problema del guardaparques ha sido la falta de calificaciones, de capacitación en el servicio y, como consecuencia de esas dos faltas, la ausencia de promoción y ascenso de categorías”.

Con la aprobación del flamante convenio, a los trabajadores con varios años de labor le corresponderá una categoría que equivaldría a doce años de la práctica de la profesión, aproximadamente.

—Con respecto a la falta de perspectivas de desarrollo laboral, hay que tener en cuenta el impacto emocional que provoca eso en el trabajador…

—Sin dudas. En un trabajo tan fuertemente vocacional, como es el del guardaparque, sentir un abandono institucional o un desinterés por parte de la institución para la cual uno trabaja con el corazón, porque a este trabajo si uno no le pone corazón no lo puede desarrollar, es algo que impacta en el trabajador. Porque uno hace un montón de sacrificios. Los guardaparques abandonan familias, resignan ver crecer a sus sobrinos o ver envejecer a sus padres (lo que se agudizó en la pandemia). Todos estamos alejados de nuestro entorno. Si bien formamos nuestras propias familias, uno deja de lado un montón de cosa que el común de la gente tiene en lo cotidiano.

—¿Los llamados para trabajar en zonas alejadas son frecuentes?

—La riqueza que tiene el sistema de Parques Nacionales es el traslado del personal. A lo largo de la carrera el guardaparque puede ir conociendo distintos parques nacionales y siempre tiene un enriquecimiento en lo profesional y personal. Argentina cuenta con cincuenta áreas protegidas, entre parques y reservas.

—¿En qué consiste el trabajo del guardaparques?

—Lo principal es la misión que establece la ley de Parques Nacionales, que se la encomienda al cuerpo de guardaparques, y que es el control y vigilancia de las áreas protegidas de los sistemas en parques y reservas. Adicionalmente los guardaparques tienen funciones de educador ambiental y de asistente de la investigación, ya que por tratarse de áreas naturales ocurren un montón de trabajos de investigación que requieren un apoyo logístico, toma de datos, de poder llegar a lugares poco accesibles. El guardaparque es el elemento clave para que estas investigaciones puedan tener lugar y recabar con éxito los datos. Además, suele ser el informante clave para describir o anoticiar procesos ecológicos que tienen lugar en lo más recóndito de la naturaleza. Es el primer auxilio para cualquier problema que pueda tener una persona en un área protegida, ya sea en la selva, en una estepa o en un área protegida.

—Además de la regulación que tanto esperaron, ¿qué otros beneficios obtuvieron mediante el Convenio Colectivo de Trabajo?

—Un logro importante que no estaba reconocido en los decretos anteriores y que se consiguió con el primer Convenio Colectivo Sectorial del cuerpo de guardaparques es que uno, con el transcurso de los años y sin ascender de categoría, inevitablemente va haciéndose cargo de mayores responsabilidades que se van adquiriendo en función de la experiencia y que se deben poner al servicio de la institución. Uno se va transformando, poco a poco, en jefe. Pero estas jefaturas hasta el día de hoy no estaban reconocidas. Con la firma del convenio, que entrará en vigencia el 1º de julio, el trabajador guardaparque que ejerce una jefatura obtiene un reconocimiento económico. En el otro extremo de la escala, los guardaparques más nuevos, que son los que están en los lugares más remotos y alejados de los centros urbanos, en los lugares más rústicos, empezarán a cobrar el ítem de seccionalidad que premia la lejanía, lo que hasta hoy tampoco era reconocido. Son dos logros muy importantes.

 

La formalización del esperado convenio

El CCT se firmó a principios de esta semana. Participaron de la rúbrica del acta el ministro de Trabajo Empleo y Seguridad Social Claudio Moroni; su par de Ambiente, Juan Cabandié; la secretaria de Gestión y Empleo Público, Ana Castellani; y las representaciones gremiales de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN), de Sigunara, de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE); referentes del sector, y funcionarios del Ministerio de Economía.

El CCT sectorial amplía derechos a 552 trabajadores de todo el país. Se trata de una lucha por los derechos laborales que lleva más de tres décadas.