Las trabajadoras textiles de Etiopía, en su mayoría mujeres procedentes de áreas rurales y que de media ganan unos 23 dólares al mes, son las peor pagadas en esta industria a nivel global, por debajo de las de Birmania y Bangladés, según revela un nuevo estudio de la Universidad de Nueva York.

«El entusiasmo del Gobierno etíope por atraer inversión extranjera lo llevó a promover el salario base más bajo de cualquier país productor de prendas de vestir, ahora equivalente a 23 dólares al mes», afirman los investigadores del Centro de Empresas y Derechos Humanos de la Escuela de Negocios Stern, de la Universidad de Nueva York.

Acceder a una vivienda digna, comida o transporte es imposible para estas mujeres jóvenes, procedentes de familias campesinas pobres, debido al sueldo tan precario que obtienen elaborando prendas para marcas occidentales muy conocidas.

Estafadas

Algunas de las empleadas se sienten engañadas por los reclutadores, ya que durante las entrevistas no les informaron la cuantía que iban a recibir por su trabajo. «Pensé que el salario sería mucho más alto, no me dijeron la verdad», relata una trabajadora, que pese a las precarias condiciones decidió quedarse trabajando en la fábrica.

El aumento de salarios en Asia ha contribuido a que las marcas occidentales se muestren interesadas en fabricar en África, señala el estudio. En comparación, los trabajadores textiles chinos ganan de media unos 340 dólares mensuales; los de Indonesia , 280; y los de Bangladés, 95; entre otros países analizados, como Turquía (340) o Camboya (182).

Trabajan para marcas occidentales

El informe, titulado ‘Hecho en Etiopía: desafíos en la nueva frontera de la industria de la confección’, se basa en una visita realizada este año al emblemático Parque Industrial de Hawassa, localizado a 225 kilómetros al sur de la capital Adís Abeba, y orgullo de las autoridades etíopes desde que fuera inaugurado en junio del 2017. En él trabajan unas 25.000 personas que fabrican prendas para algunas de las marcas más conocidas del mundo.

«Con una capacitación relativamente pequeña, los empleados inquietos han protestado dejando de trabajar o renunciando a la vez. La productividad en las fábricas de Hawassa suele ser baja, mientras que la desilusión y la deserción de los trabajadores es alta», indica el texto.

Por ello, los investigadores animan al Gobierno etíope, liderado desde abril del 2018 por el reformista primer ministro Abiy Admed, a que implemente un plan económico a largo plazo que fortalezca la industria textil de su país, con un salario suficiente que garantice unas condiciones de vida dignas.

Etiopía, donde el 60% de su población, de más de 105 millones de personas, tiene menos de 25 años, la tasa de desempleo entre las mujeres etíopes es del 50%.

«Idealmente, Etiopía elaboraría un plan a largo plazo para demandar no solo un aumento de la cantidad de inversión y empleos, sino también mejorar la calidad del trabajo (…) y transferir conocimientos y habilidades a los empleados etíopes», concluye el estudio.