Por Alejandro Maidana

Con la valentía de los oprimidos, la solidaridad de los humildes, y el corazón de aquellos que solo temen por la infelicidad de los suyos, esta mujer cañadense despojada de toda mezquindad, inició un camino tan inclusivo como luminoso.

En un mundo descascarado por el paso incesante de la avaricia y la estupidez humana, encontrar noticias que puedan interpelarnos en profundidad para desenfrascarnos del culto al individualismo, sin duda alguna representa un verdadero faro para poder repensar el futuro que se pretende.

La tierra marcha a un final precipitado, obra de la abominable desidia que ostentan aquellos que amparados en los privilegios que otorga el poder, avanzan en la aniquilación de todo lo que genera vida. La tierra grita, gime de dolor y se manifiesta de todas las formas posibles alertando un posible desenlace para nada benévolo.

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En este contexto desolador y deshumanizado, existen personas que siguen resistiendo los embates del extractivismo en todas sus formas. Ellos son verdaderos paladines de una naturaleza que cruje ante tanto salvajismo, el camino de Norma Cabrera si bien es uno más de los muchos que se han abierto, su historia nos invita a escudriñarla en profundidad para poder comprender la magnitud del suceso actual.

Norma reside en barrio La Loma, en la zona norte de Cañada de Gómez, allí sus días fueron mutando de una manera escabrosa. Lejos han quedado aquellas tardes donde, mate en mano, contemplaba la puesta del sol hermanada con sus árboles y animales. Aquellos 14 metros que la separaban de un campo lindero, comenzarían a transformarse en una pesadilla que cobraría la peor de sus formas. Norma Cabrera comenzaría a vivir un verdadero calvario debido a los venenos utilizados por el agronegocio.

Tiempo atrás cuando fue entrevistada por este medio, atravesaba días muy aciagos, siendo su salud la más vulnerada. En aquel momento consultada por Conclusión la vecina fumigada comentó que “desde el 2015  vengo sosteniendo esta lucha de manera sistemática, en lo particular he tenido la suerte de encontrarme con mucha gente valiosa que me ha tendido una mano para poder vencer a la soledad. Si bien el enemigo es muy grande, no pienso bajar los brazos”.

Pasaron años contemplando cómo sus animales morían producto de las aspersiones con agrotóxicos. Su huerta, esa que generaba una maravillosa diversidad de olores y colores, se apagaría tomando la forma de un conjunto de pastizales tan lúgubres como insignificantes. Pero Norma, con esa tozudez digna de la mujer de campo, tomó una sabia decisión, pudo entender que a este modelo productivo extractivista y contaminador, se lo discute con las manos en la tierra.

Quinta orgánica “Resistiré”, un espacio en donde la agricultura sin venenos se abre camino

Después de largas y fructíferas charlas con Jeremías Chauque, integrante del “Desvío a la Raíz”, un lugar en dónde el intercambio se saberes, encuentros, cosechas de estación sin agrotoxicos y comidas caseras, Norma Cabrera pudo tomar el envión necesario para comenzar con el labrado de su tierra. Un rebrotar de la conciencia y la memoria para explicitar de manera tangible, que otra manera de producir es posible.

“Esto se inicia después de un tiempo de observar con suma tristeza como la tierra seca y arrasada se debatía con la nada misma. Es por ello que apenas recuperada de mis dolencias en las piernas, si bien sigo acompañada de un bastón, tomé la decisión de recuperar lo que las fumigaciones me había hecho perder”, relató.

La acuciante situación económica, sumada a la necesidad de volver a rebrotar semillas, hizo que los tiempos se aceleraran y el sueño de una gran quinta orgánica (40 x 130), se hiciera realidad. “Sentía en lo más profundo que debía darle una mano a mi marido y mis hijos, siempre me hice cargo de los animales y la huerta, pero este último tiempo debido a las fumigaciones mi salud desmejoró muchísimo”, sostuvo.

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Si bien Norma Cabrera hoy disfruta de 150 metros de restricción que la separan de las aspersiones, esta nueva ordenanza municipal resulta regresiva e inconstitucional, ya que desde la década del 80 Cañada de Gómez cuenta con 3.000 metros libres de agrotóxicos. “Esto no sirve para nada, ya que cuando sopla el viento norte la deriva se hace incontrolable y todo recae en mi casa. En este tiempo he perdido muchos animales, gallinas, pavos, tanto las ovejas como las lechonas abortaban de manera espontánea y la huerta se fue secando hasta morir”.

El cuerpo le ha pasado una factura muy grande, la exposición a los agrovenenos la han tornado más vulnerable, “prácticamente no salgo de mi casa, tengo mi pierna muy complicada que se suma a las continuas alergias en la piel y sistema respiratorio producto de las fumigaciones. Pese a esto sigo luchando por la vida, por la madre tierra, llevamos 1.200 plantines ya cursando su ciclo y otros 1.400 esperando ser plantados. Va a quedar muy bella mi quinta”, enfatizó.

“No tengo dudas que con esta gran huerta voy a poder ayudar a mucha gente que la está pasando muy mal en mi querida Cañada de Gómez. El sueño sigue siendo el mismo, insistir con una Cañada libre de venenos y abrazada a la vida”, concluyó.

El modelo a base de transgénicos y venenos se encuentra en crisis, la basura que solía esconderse debajo de la alfombra, hoy ha quedado expuesta en cada rincón de una Argentina arrasada. La producción de commodities en lugar de alimentos sustentables, comienza a quedar expuesta pese a la inescrupulosa colaboración de un poder político que sigue eligiendo mirar para otro lado.

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El campo debe recuperar sus olores, sus colores, su frondosa vegetación y necesaria diversidad animal. Es por ello que gestos como los de Norma Cabrera, no hacen otra cosas que allanar el sendero para consolidar un mañana que pueda ser de cobijo para las generaciones futuras ¿Llegaremos a disfrutarlo? No lo sabemos, pero nos atraviesa la certeza de que debemos intentarlo.