A pesar de los avances obtenidos por las mujeres en lo últimos años, las diferencias salariales siguen perjudicándolas, así como los grados de participación en los niveles más altos de decisión de las organizaciones y el acceso al trabajo registrado, que continúa estando bajo la hegemonía masculina.

La brecha salarial entre mujeres y varones en la Argentina oscila entre «el 27 y 29 por ciento» en el caso de los trabajadores registrados, según datos difundidos por el Centro de Economía Política.

Es decir, si se consideran los ingresos de la ocupación principal -aquellos compuestos por la principal actividad laboral- la brecha se ubica en el 27% resultando el ingreso de las mujeres notablemente menor al de los hombres. En tanto, cuando se consideran los ingresos personales que son aquellos compuestos por la totalidad de los ingresos de una persona – ingresos laborales de la ocupación principal y secundaria e ingresos no laborales, como por ejemplo jubilaciones, pensiones, renta, cuota por alimentos, entre otros-, la brecha entre varones y mujeres se ubica en el 29%.

Si bien en un período de corto plazo resulta difícil dar cuenta de tendencias de este tipo, el informe asegura que el crecimiento de la brecha entre 2015 – 2017 «permite prever que en un contexto de desmejora macroeconómica las desigualdades de género de los ingresos laborales se profundizan».

En ese sentido, es posible concluir también que la brecha de ingresos entre hombres y mujeres por la ocupación principal se mantiene entre el 20% y 30% desde hace más de una década.

Empleo no registrado

Otro de los elementos que afecta negativamente a los ingresos del género femenino es la mayor inserción de las mismas en empleos no registrados. En este sector, las mujeres representan el 36%, mientras que los varones sólo el 31%.

Por otra parte, una de cada dos trabajadoras con empleo no registrado se inserta en el trabajo doméstico, actividad casi completamente feminizada, donde el 98% de esta actividad es realizada por mujeres.

En este rubro, la diferencia entre formalidad e informalidad es determinante: entre las empleadas domésticas formalizadas, el 26% es pobre, mientras que entre las empleadas domésticas no registradas el porcentaje asciende al 48%.

El salario por hora de las trabajadoras domésticas no registradas representa el 75% del salario por hora de las registradas.
Pero la mayor inserción femenina en la informalidad laboral es un factor de inequidad que excede la brecha salarial.