Por Gisela Gentile

Para nuestro hemisferio todo comenzó a mediados de marzo, quizás sin tanta información y con muchas dudas nos adentramos en una cuarentena que nos resguardaría del Covid-19. Pero al unísono, comenzarían a llegar imágenes devastadoras desde Europa que fueron una especie de película del futuro.

Si bien transcurrimos con cierta calma los primeros meses, en la actualidad nos encontramos atravesando el momento más crítico de la pandemia. Algo que sin lugar a dudas allanaría el terreno para que el cansancio comience a hacer mella en nuestros cuerpos y mentes, que insisten de manera sistemática en regresar a la pasada “normalidad”.

Sin minimizar las experiencias del conjunto de la población, resulta importante remarcar quienes son, en este lío, los que la están pasando realmente peor. Obviamente que se trata del personal de la salud, que además de estar alejados de sus familiares y amigos, se encuentran en la primera línea de cara al virus, con todo lo que ello implica.

El Síndrome de Burnout -también conocido como «síndrome del trabajador quemado»-, es lo que muchos profesionales están atravesando en este momento tan espinoso, quizás el más complejo desde que decidieron dedicarse a esto. Conclusión dialogó con la Licenciada en psicología Milagros Crisci,  y los Psicólogos Fernando Gamba y Marina Trejo, integrantes de Gruprosario – Experiencias Grupales (Espacio destinado a la reflexión, investigación y al trabajo en el campo grupal), con el fin de conocer en profundidad qué les está ocurriendo a los trabajadores de la salud en plena pandemia.

– ¿Cómo se podría leer la realidad que están atravesando muchos trabajadores de la salud?

– En este contexto de pandemia, los profesionales de la salud que se encuentran en la primera línea del campo de batalla, han comenzado a presentar padecimientos naturales y esperables frente a una situación de extrema tensión, caos e incertidumbre. Están en un permanente estado de alerta, angustiados, sienten cambios en su humor, en sus hábitos y en sus rutinas habituales, entre otras cosas. Dichos trabajadores están cursando un agotamiento general,  ya que están expuestos cotidianamente a una situación catastrófica, inédita y a estas alturas, crónica. Trabajan muchas horas, con fenómenos de una magnitud compleja sin poder detenerse a elaborar su práctica, sin descanso reparador, con falta de tiempo para alimentarse saludablemente, y una fragilidad socioeconómica devastadora. En tiempos de pandemia por Covid 19, muchos profesionales de la salud han quedado en la primera línea, con el gran desafío de ser agentes de salud y cuidar la vida de otros, y en muchos casos no ha podido hacer lo mismo con ellos mismos.

– No hubo tiempo de preparación para semejante situación ¿Esto es realmente influyente?

– La irrupción de esta pandemia demostró que nadie estaba preparado, ni el sistema de salud, ni los gobernantes, ni la población, enfermeros, médicos y otros profesionales de salud que comienzan a sentirse cansados, agotados y angustiados y para peor no valorados, produciendo todo esto un impacto en su salud mental y física.

Los trabajadores de la salud, formados para cuidar a otros, están necesitando cuidarse a sí mismo y que los cuidemos para poder seguir dando batalla y no enfermar. Están sobrecargados de tareas en sus trabajos, con compañeros ausentes (por estar contagiados o aislados preventivamente o con licencias), así los equipos de trabajo comienzan a verse vulnerables, y a esto se le suma el temor que muchos sienten al volver a sus casas y contagiar a un familiar.

Ante la vivencia de situaciones impensadas, inesperadas, sorpresivas y vivenciadas como amenazantes, como lo es hoy la pandemia por Covid, nuestro organismo reacciona, trata de responder de una manera adaptativa. H. Seyle definió al estrés como una respuesta adaptativa del organismo ante diversos estresores,  una reacción fisiológica del organismo ante una situación que se percibe como amenazante y en un primer momento es un mecanismo de protección.

-Ahora bien ¿Qué sucede cuándo esta respuesta necesaria y adaptativa, se vuelve en contra del organismo y comienza a producir malestar?

– La cronicidad de esta respuesta deviene en malestar, padecimiento, enfermedad, sufrimiento, y esto es lo que hoy estamos observando y escuchando que les sucede a los diferentes profesionales de la salud, que como decía al principio, están en la primera línea de batalla. Fatiga, cansancio, falta de memoria, trastornos del sueño, depresión, trastornos de ansiedad, “estar quemados”, es lo que denuncian los cuerpos de los cuidadores de la salud de la población.

– En estas últimas semanas se han escuchado mucho las palabras “Síndrome de Burnout” o de “la cabeza quemada”, podrían profundizar acerca de ellas.

– Consideraremos una definición, entre tantas, que nos invita a pensar acerca este Síndrome. Macarena Martínez y Patricia Guerra (1997) refieren que es un Síndrome resultado de un prolongado estrés laboral que afecta a personas cuya profesión implica una relación con otros, en la cual la ayuda y el apoyo ante los problemas del otro es el eje central del trabajo. Abarca principalmente síntomas de Agotamiento Emocional, Despersonalización, Sensación de Reducción de Logro Personal, y se acompaña de aspectos tales como trastornos físicos, conductuales, y problemas de relación interpersonal. Además de estos aspectos este Síndrome se asocia a elementos laborales y organizacionales tales como la presencia de fuentes de tensión en el trabajo e insatisfacción personal.

– ¿Cómo afecta a los y las profesionales este síntoma?

– Las consecuencias de “estar quemado”, afectan tanto a nivel emocional, físico, como social. Por esta razón, debemos atender a los múltiples factores de prevención, como de intervención, frente a esta problemática. Nunca hay que perder de vista que somos seres complejos, y que son muchas las variables y contextos que intervienen en nuestra historia y nuestro devenir.

También se enfrentan, al igual que el resto de la población, a esto que ha señalado Silvia Bentolila en algunas entrevistas, de la “dimensión de lo impensable”. Vivimos con la idea de muerte entre paréntesis, creyendo que esto no va a suceder; está dentro de lo que no “queremos pensar”. Si bien no podemos tenerlo presente a diario, cuando, como en esta pandemia, el peligro de muerte se hace presente e inminente, muchas veces necesitamos huír. Huír de la idea de que puede suceder, y que en muchas ocasiones no es la culpa de nadie, ni tiene explicación.

 En el caso de los profesionales de la salud, esta idea y hecho está aún más presente dado que se pone en juego su integridad física y psíquica al estar expuestos más de cerca al virus. Aparece también la dimensión del azar, y de la incertidumbre, frente a las cuales podemos tratar de considerarlas y tenerlas presentes o intentar negarlas. Lo cierto es que si bien no podemos escapar de estas dimensiones, sí podemos armar redes y atender a las necesidades personales y del otro para que este tránsito sea más liviano y acompañado.

– Todo esto que expresan ¿Es aún peor en un sistema de salud frágil?

El combo es explosivo, bajos recursos, fragilidad estructural sanitaria, imposibilidad de detenerse, problemática de una magnitud enorme. Se termina generando un automatismo repetitivo mortífero. En el cual ya no queda ni lugar para pensar, se hace sin pensar. Hay algo que se empieza a quemar. Aparecen los primeros síntomas cansancio, problemas de sueño, irritabilidad, pero no hay un lugar para escucharlos y procesarlos. No tienen espacios de elaboración psíquica, no pueden metabolizar su práctica, ponerle palabra; sin digestión, deviene mortífera, repetitiva, automática. Resaltando que donde no hay pausa, hay automatismo, hay estrago. La realidad es que la pandemia por Covid, vino a visibilizar un sistema de salud que ya estaba en terapia intensiva y casi sin oxígeno.

– ¿Cómo se debe actuar ante este síndrome tan particular y que tan presente se encuentra en la actualidad?

–  Todas las personas a nivel subjetivo contamos con un aparato psíquico con una capacidad de procesamiento de las experiencias cotidianas. La capacidad de soportar experiencias varía de acuerdo a la singularidad de la persona, su contexto inmediato y su ámbito socio cultural. Cuanto mayor es la fortaleza subjetiva y la red de apoyo de una persona, mayor van a ser los niveles de angustia que podrá soportar.

A nuestro criterio es muy importante el apoyo social, el armado de redes. Las redes, como las que se utilizan para pescar, que cumplen la función de sostén. Sostienen a los peces para que no se caigan. Un tejido, es un entramado de hilos que conforman una manta para cobijar a alguien. Los profesionales de la salud necesitan ser sostenidos por otros, y a su vez ser sostén para algún compañero; necesitan una manta que los caliente en una noche de guardia fría, necesitan poder conversar con otros acerca de sus angustias, de sus miedos, del cansancio que tienen, de la frustración a la que se enfrentan cuando no pueden hacer otra cosa, además de todo lo que ya hicieron.

En estos tiempos, donde la urgencia se ha hecho crónica y con ella los padecimientos subjetivos, los grupos de referencia y de cuidado son de suma importancia. Se han prolongado los tiempos urgentes, por lo que debemos tener redes más fuertes. Las terapias grupales o individuales, los grupos de contención, los encuentros semanales de grupos de profesionales, pueden ser espacios que alojen a las personas y así poder elaborar, y sobrellevar todo aquello que aqueja a los mismos.

– ¿Proteger al personal de salud debería ser una necesidad urgente?

– Es imperiosa la necesidad de la pausa en una red que aloje porque sólo puede soportar la angustia con otro; es inminente la constitución de espacios soportes para cuidar a los que cuidan y que se vuelvan en ellos participantes activos de nuevas resoluciones á sus problemáticas. Ahora bien, esto que adviene como recurso coyuntural, de urgencia, tiene que profundizarse. Para que las soluciones dejen de ser sintomáticas y pasen a ser estructurales, a largo plazo. Si hay algo que esta pandemia deja, es que podemos ver <si abrimos los ojos> que es lo verdaderamente importante en nuestra vida: la salud, los sistemas de salud, los trabajadores de la salud y la importancia capital de trabajar para armar red y conciencia colectiva.

– Y entonces, a partir de acá, ¿cómo podemos pensar el acompañamiento a los diferentes trabajadores y equipos de salud que hoy están cuidando a la población muchas veces a costa de su propia salud mental y física?

– Respecto de la Protección de la Salud mental en situaciones de epidemia, tanto la Organización Mundial de la Salud como la Organización Panamericana de la salud, afirman que: “Siempre que sea factible, los equipos implicados en la emergencia deben de pasar por un proceso de atención o acompañamiento psicológico grupal”.

Espacios de compartir y de escucha, para poder hacer algo distinto con el malestar, y así poder  mejorar la comunicación no sólo entre los profesionales sino con los pacientes, para elaborar lo impensado. Espacios que fomenten el autocuidado de los agentes de salud, para no enfermar, espacios para aprender de lo vivido y hacerlo experiencia.